En realidad los cubanos, la mayoría de nosotros, los nacidos posterior a la fecha de nuestra gran desgracia nacional, el 1 de Enero de 1959, lo perdimos todo, por entregárselo todo, a ese maldito régimen de falsas igualdades, de mentirosas gratuidades, de siniestros altruismos y de múltiples mezquindades, desde nuestros cuerpos “personales” hasta nuestra alma trémula y sola.
Nos sacrificamos para que una cúpula criminal se hiciera inmensamente rica y dejamos de ser nosotros mismos para sumarnos a una colectividad que, a lo largo de estos más de sesenta y cinco larguísimos años, lo único que nos ha reportado, para lo poco que nos ha servido, es para demostrarnos que la individualidad tiene que estar por encima de todo, que esa generalidad es una estafa y que no todos los seres humanos, y cubanos, somos iguales, pensamos de la misma manera, tenemos las mismas aspiraciones y adoramos a los mismos “dioses”.
Y fue este, en realidad, el principio de nuestra gran desgracia existencial como pueblo, como nación, como país y como seres cubanos que creímos, una vez, o muchas veces, que con fidel castro nos superaríamos como seres humanos, que con una revolución socialista alcanzaríamos el verdadero desarrollo económico, político y social, que con tamaña “igualdad” seríamos felices a rabiar y que con el comunismo habrían sanguisis de jamón y queso en cada esquina de mi barrio, el jugo de guayaba nos llegaría por tuberías hasta nuestra mismísima casa alegre y bonita, la mujer de Antonio caminaría así cuando va al mercado y yo nunca, pero nunca, tendría que emigrar, escapar de mi país, para encontrar la verdadera libertad y algo de pura democracia.
Pero por crédulos y por adoradores de bandoleros, delincuentes, asesinos y dictadores, nos llegó el castigo. Nos cayó del cielo como un vendaval de maldiciones, de agonías y de frustraciones que, aun después de más de seis décadas, arrastramos cual pesada cruz, cual carga insoportable, cual maldita agonía, incluso, hasta cuando hemos podido emigrar y radicarnos, “felizmente”, en cualquier confín de este mundo enorme, “abierto y democrático”.
Yo, a veces, creo que tan cruel castigo nos viene merecido, es decir, la muerte en vida que hoy tenemos los seres cubanos es proporcional a los errores que cometimos cuando, en mayoría popular, decidimos borrar los “errores” del pasado para cometer los peores en los que puede caer una nación, un pueblo o un país, cuando él solito, por su propia mano, se pone la soga al cuello, la aprieta un poquito, se sube a una mata de guásima y se deja caer poseído por un profundo espíritu revolucionario, en nombre de una perversa revolución, de un asqueroso socialismo y de un criminal comandante en jefe.
Y es que un pueblo así, tan demencialmente adoctrinado, obediente y tan divorciado de la realidad real, está condenado a perdérselo todo, a vivir ajeno a los designios de Dios y a pernoctar en un mundo donde la oscuridad, la sequía, la miseria y el desorden, son los únicos “beneficios” que puede recibir por su denotada sumisión.
Por ese camino, es decir, por transitar los trillos y las guardarrayas del socialismo, los seres cubanos perdimos la oportunidad de alcanzar lo mejor de la cultura de nuestro tiempo.
La férrea censura castro-comunista, la manipulación del verdadero sentido del arte y la cultura universales, la prohibición de todo cuanto no se apegara a la línea de “pensamiento” de esa maldita revolución y de su perverso partido comunista, la diversidad de opiniones, de colores y de ideas, fueron vetadas de nuestro panorama cultural y por ende, los cubanos, nos perdimos, dejamos de acceder, a todo lo que pasa en el mundo en materia de espectáculos, de exposiciones, de conciertos, de solistas y de las diferentes expresiones artísticas que conforman el gran mercado de entretenimiento internacional.
No se puede, es políticamente incorrecto, es consumismo o es contrarrevolucionario, fueron los carteles pegados a los grandes exponentes de la cultura de masas para justificar la negativa a que se presentaran en Cuba. No voy a mencionar nombres de los artistas, profesionales e intelectuales prohibidos porque la lista es interminable, cada quien tiene su pedacito de alma mutilado por esta cruel política comunista de censurar lo que se le viene en gana y de negar, a la fuerza, lo que cada cual quiere consumir para alimentar su cuerpo y enriquecer su alma.
Otra prueba más de cuánto los seres cubanos nos hemos perdido por ser revolucionarios, socialistas y comemierdas.
Ricardo Santiago.