Hace unos días publiqué en mi página de Facebook uno de esos “pensamientos” cortos, corticos, donde dije que no logro olvidar, y que se han convertido en una pesadilla recurrente, la represión que viví en Cuba, como ciudadano común que era, y el número de carnet de identidad que me dieron cuando cumplí los dieciséis años y que me marcó durante treinta años hasta que logré irme al exilio.
La represión porque, bueno, es el pan nuestro de cada día, o mejor dicho, de cada día sin pan, y el número de carnet de identidad porque en Cuba, para y por cualquier cosa, te piden tantas veces el dichoso numerito que terminas aprendiéndotelo de memoria como si fuera una extensión de tu reprimida existencia.
Dice mi amiga la cínica que las SS hitlerianas marcaban a los presos en los campos de concentración con un número en el antebrazo pero que fidel castro y su castrismo fueron más siniestros, crueles y súper-fascistas y lo hicieron en la mente de los cubanos pues sabían que ahí los “grilletes” son más limitativos, auto-represores y “desconchinflantes” que todas las cadenas del mundo apretando los brazos, las piernas o el cuerpo entero.
Por eso siempre digo que el castrismo superó con creces al nazi-fascismo alemán y que solo los cubanos, los que vivimos allí, sufrimos y padecimos ese gigantesco campo de concentración “socialista”, somos capaces de entender qué significa vivir en un país donde todo, absolutamente todo lo que no signifique “comandante en jefe, ordene”, está condenado al castigo, a la flagelación, al escarnio, al desprecio, al juicio político, a las triquiñuelas del régimen, al vendaval sin rumbo, a las espinas de las “clarias” y a la pena de muerte.
Pero, bien, también digo que si los cubanos no fuéramos tan “impresionables” comprenderíamos, al chasquido de los dedos, que para el castrismo todo aquello que se desvíe un milímetro del trillo trazado por fidel castro por donde tiene, así, imperativamente, que “moverse” esa maldita revolución es considerado por esa dictadura infernal, con total respaldo de su “justicia” revolucionaria, de sus “leyes” revolucionarias y sus constituciones socialistas, una traición a esa patria que se inventaron y que para nada es nuestra, no estaríamos tan “dispuestos”, siquiera, a discutir con esa banda de criminales un ante-proyecto, o como quieran llamarle a esa porquería de constitución, o a ese tibor del socialismo, que quieren hacernos pasar como gato por liebre o como una flor de peo por las rosas de mi rosal.
¡Hasta cuando cubanos!
Y digo a esa “patria” castrista, con minúscula, porque desde el mismísimo 1 de Enero de 1959 el anti-patriota número uno de Birán nos coló a los cubanos, y de algún modo lo logró con malas creces, un concepto de patria totalmente alejado del precepto original de nuestros padres fundadores, de la Patria grande e inclusiva por la que tantos cubanos dieron la vida y de esa magistral definición de nuestro José Martí cuando dijo, con total sencillez y hermosura, PATRIA ES HUMANIDAD.
Por eso digo que todo lo dicho por los castro y el castrismo referente a nuestra Patria, a la de verdad, es falso, es mentira, es pura manipulación, adulterio existencial, traición, sucia venganza y mierda, mucha mierda con la que han logrado empantanar una nación que hoy se debate en el absurdo de “discutir” con sus verdugos si los grilletes van más apretados o un tilín más flojitos.
Yo soy del criterio, como lo he planteado muchas veces, muchísimas, que con el castrismo los cubanos no tenemos nada que discutir, dialogar, pactar, mejorar o flexibilizar ni carajo, la única acción que hemos de aceptar, como condición innegociable, vertical y sin medias tintas, es la rendición total de esa dictadura, de todos los castristas, la eliminación radical de las estructuras de poder, administrativas, políticas, religiosas, sociales, económicas y culturales que representen y sustenten a esa sádica tiranía, que todos los que hayan cometido cualquier injusticia, ilegalidad, abuso y crímenes sean juzgados por tribunales competentes y condenados, que desaparezcan de raíz y para siempre el partido comunista, esas fuerzas armadas y todos los apéndices de matar que aterrorizan y reprimen a los cubanos y que en un gran juicio público, con todas las garantías procesales reconocidas por las leyes internacionales, en la Plaza Cívica de La Habana, frente a todo el pueblo de Cuba, trasmitido por televisión para los que no alcancen puestos, ahorquen al “chino” a la cuenta de uno, dos y tres del coro humano más grande de toda la historia conformado por un pueblo necesitado de paz, armonía y justicia.
Ricardo Santiago.