Yo siempre he pensado que nosotros los seres cubanos somos los únicos responsables en provocar el “efecto mariposa” para liberarnos de las garras del castro-comunismo.
En realidad soy del criterio que nos hemos desgastado demasiado, muchísimo, compitiendo entre nosotros para ver quién hace más, quién gana más, quién es más bárbaro, quién “grita” más alto, quién le “tira los tiros” a los castro y compañía, quién es más “líder” y, sobretodo, quién merece, más que nadie, ese macabro puestecito de “presidente” de una Cuba post-castrista.
Y lo que nadie dice, y muchísimo menos muestra, es respeto, reconocimiento por lo que otros hacen, es como si la idea ajena que brilla, que tiene fuerza, que arrastra multitudes, nos cegara las entendederas, nos convirtiera en enemigos hasta de nuestra propia libertad y nos pusiera a rabiar, a soltar “pestes”, tratando de disminuir o silenciar a quienes, con el “aleteo de su mariposa”, provocan un efecto divino, y tan necesario, en estos tiempos en que se hace menester estremecer al resto de los seres cubanos que están en “la otra cara de la Luna”.
Pero, para decirlo de una manera más criolla, es decir, para darle una interpretación más de “acere”, más guajira o más cubana, prefiero sustituir el término “mariposa” por “hollejo”, rebautizar el famoso efecto por uno más cercano porque en realidad, de lo que aquí se trata, es que acabemos de entender que en cada una de las acciones contra la dictadura castrista, desde las más estentóreas y visibles, desde las más arriesgadas, hasta las más sencillas y personales, está implícito el acto contestatario, opositor y disidente, que tanto necesitamos para arrancarnos de encima, del cuerpo y del alma, de una vez por todas, esa dañina, corrosiva, infecciosa, destructiva y virulenta excreción antihumana que es el castro-comunismo.
Y digo “efecto hollejo” por el muy manoseado “impeachment cubanoide”, utilizado por quienes quieren menospreciar la labor contestataria de muchos de nosotros, cuando nos acusan, nos agreden o nos atacan, con esa frasecita “militarista”, guaposa, estúpida, histérica, grande por gusto, compulsiva y fanfarrona de: “De que tú hablas si tu nunca le tiraste ni un hollejo al gobierno cubano”.
Hum…, y todo porque nuestra “lucha” solo se circunscribe a la denuncia, a la exposición, al desenmascaramiento o a la desacreditación de la falsa imagen, de las mentiras, de la propaganda y del quimérico paraíso socialista que, por más de sesenta larguísimos años, ha difundido por todo el mundo, y le ha metido dentro de la cabeza a la mayoría de los cubanos, la brutal, fascista y represiva maquinaria ideológica del castrismo.
Pues bien, como dijo una “voz popular”, el cubano es, al final del cuento, su “propio” peor enemigo. Y no hay verdad más grande que esta. Hace tiempo vengo observando con desilusión, susto, pánico y un “arrocito” bajándome por el camino viejo, cómo estamos enfrentados tantos seres cubanos que, según decimos, queremos una Cuba libre del régimen castro-socialista.
Y digo enfrentados cuando en realidad son más actitudes pues no solo es necesario que agredamos a otros, que acusemos a los demás de esto o de aquello, que intentemos demeritar la iniciativa ajena, que menospreciemos el papel de unos o de muchos o que ataquemos frontalmente a quienes logran aunar un montón de voluntades, no, la herejía nuestra hacia quienes hacen algo contra los verdaderos enemigos de todos los cubanos también se muestra en la apatía, en la falta de apoyo, en no dar un simple “me gusta”, en no seguirnos los unos a los otros cuando queda bien claro, clarísimo, que la libertad de Cuba no es un interés individual sino una “canción” para que la cantemos juntos, en un coro gigante, todos los cubanos.
Porque está más que demostrado que la famosa unidad que tanto exigimos no la vamos a lograr, es más, es un tremendísimo disparate continuar desgastándonos en pretender “unirnos”, aquí los únicos que sí están unidos son los castristas “defendiendo” esa mierda de revolución que tanto daño le ha hecho a Cuba, y han logrado unirse porque los junta la mezquindad, la intolerancia, el odio y la usura.
Por eso nosotros tenemos que aliarnos, un concepto que parece unidad pero que no lo es. Una alianza anti-castrista donde cada quien se integre sobreponiendo a sus intereses personales la liberación de la Patria y donde todos seamos capaces, sin chanchullos y sin “fulanito tiene más que yo”, de trabajar por la única razón que nos hace ser cubanos.
Continuará.
Ricardo Santiago.