Bueno, para empezar, debo decir que eso de los diez millones de toneladas de azúcar fue otro de los embustes, de las pajas mentales, de los delirios guaricandilleros, de la prepotencia “ansiolítica” y de las manipulaciones insistentes de fidel castro, apoyado por su poderosa maquinaria propagandística, para hacerle creer al mundo, pero, esencialmente a los seres cubanos, que la revolución del picadillo era un derroche de suficiencia, de productividad y de poder pues, según el mayor farsante de nuestra historia nacional, Cuba, en poquísimos años, gracias al socialismo tropical pendenciero que se inventó, se ubicaría a la “cabeza” del mundo desarrollado a los gritos de: ¡abajo de un solo tajo!
Para nadie es un secreto que nada de cuanto “profetizó”, anunció, sentenció o prometió, ese sinvergüenza y descarado “líder” de “los pobres del mundo”, lo cumplió, lo materializó o pudimos tan siquiera tocar con nuestras manos pues todo en nuestro país, posterior al 1 de Enero de 1959, se fue desinflando, se fue apagando, se fue consumiendo y se fue “descojonando” por las malas ideas, por los caprichos anormales y por la degeneración de la realidad objetiva que un régimen totalitario, campeando por su respeto en la “administración” central de nuestro país, hizo y hace a sus anchas sin que nada ni nadie le ponga un “stop” a sus barbaridades.
Porque, en la concreta, en la vida “real y objetiva”, en la caliente o en las barriguitas de millones de seres cubanos nunca, pero nunca, hemos sentido un mínimo, un pequeño “aperitivo”, un solo granito de la “dulzura”, o de la abundancia prometida, con la que el sátrapa cambolero de Santa Ifigenia, en sus miles de discursos adrenalínicos, anunció que “gozaríamos”, que disfrutaríamos y que nos asquearíamos de comer tamales, bisteces de res con cebollitas, “croquetas de claria con kétchup” y hasta, porqué no, de los durofríos de la Gallega vendidos sin licencia y sin tantos “inspectores estatales” poniéndole, a la pobre mujer, tremendísimas multas.
Pero la incapacidad de un régimen, es decir, de un modelo de producción basado en los principios, en los del medio y en los finales del socialismo, es un exagerado disparate, un retroceso en la vida y una alucinación alimentaria que los seres cubanos fuimos padeciendo, sintiendo y sufriendo en carne propia al ser testigos de la desaparición de nuestra industria azucarera, de Olga con sus “tamalitos”, de nuestra masa granadera, de nuestro sagrado buchito de café mañanero y hasta de los durofríos de fresa de la Gallega porque, a esa pobre mujer, la metieron presa por “actividad económica ilícita”.
Dice mi amiga la cínica que la “dulzura” de Cuba se jodíó con los macheteros millonarios, con las zafras de todo el pueblo, con los planes quinquenales, con el ministerio del azúcar prieta y sus miles de funcionarios “merendando” a todas horas, con la caña a tres trozos y por una ridícula emulación socialista que, en vez de impulsarnos, nos atrasó pues, tras sesenta años de supuesto paraíso socialista, se suponía que hoy los cubanos debíamos tener inundado el país de maquinitas para regalar caramelos, chambelonas, melcochas y raspaduras como símbolos de nuestra “primera industria nacional”.
Pasa que el azúcar se transformó en sal, bueno, en sal no porque hasta la “salación” la desaparecieron los castro-comunistas a pesar de que somos una isla con un intenso mar por los cuatro costados.
Se inventaron entonces una “causa externa”, el bloqueo imperialista, para justificar sus errores, sus meteduras de pata, e hicieron una bandera, mucho más grande que nuestra propia enseña nacional, para propagar por el mundo que éramos un país sufrido, atacado, “bloqueado” y maltratado justificando así la espantosa miseria, la hambruna “epiléptica”, los retorcijones de estómago, la agonía y la angustia de vivir que avasalla a todos los cubanos.
Entonces nos convertimos en un pueblo “diabéticamente político”. De tantos “excesos” revolucionarios cometidos el “azúcar en sangre” se nos disparó sumiéndonos en un “coma libertario” profundo en el que llevamos más de sesenta larguísimos años.
Por tanto adoctrinamiento, tanta obediencia ciega al régimen, tanto guataqueo a fidel castro, tanta sumisión y tantos “trabajos voluntarios” que hicimos sin protestar, sintetizamos mal en nuestros precarios y subalimentados cuerpos la poquísima mierda que comíamos y preferimos, por una inexplicable aceptación de esa realidad colectiva, al socialismo destructivo, esclavista e involutivo que al capitalismo próspero, desarrollado y libre.
La realidad de la vida que hoy se vive en Cuba traspasa la lógica humana, trasciende la inteligencia y la coherencia pues mientras más represión y más escasez nos imponen más gritamos viva fidel…, aunque, digo yo, esto pueden ser los efectos secundarios de nuestra “diabetes” nacional crónica…
Ricardo Santiago.