Todos sabemos que la realidad, la verdad de Cuba castro-comunista, es decir, lo que se vive en la concreta y en el día a día, lo que sucede a nivel físico y espiritual en esa isla consumida por la gran estafa del socialismo, por una dictadura criminal y asesina y por la maldita revolución del picadillo, escapan a la lógica humana, a los más puros “análisis” de los seres cubanos, a la vergüenza y a la dignidad de los mortales y se circunscribe en el peor de los absurdos, en la más falsa de tus sonrisas y en la mayor contradicción entre realidad y fantasía que pueda plasmarse en esta larga película, larguísimo peliculón, que nos ha tocado a todos los cubanos, sin distinción, protagonizar como los “malos o los buenos”.
Pero quiero referirme específicamente al hambre y a la indigencia mentales que se han apoderado del espíritu de la mayoría de nosotros. Un cáncer endemoniado que ha hecho metástasis en el cerebro y en los intestinos de gran parte de un pueblo que, aun soportando la cara grosera, la jeta más grosera del socialismo, se empeñan, se esfuerzan, se regodean y disfrutan defendiendo a un régimen que los lleva a patadas por el fondillo y a buchitos de salfuman con agua de la fosa de la esquina.
Dice mi amiga la cínica que esas son las consecuencias de la mutación de la bobería que sufren, increíblemente, un montón de cubanos que, por mucho que les muestres las llaves de los candados se aferran con más fuerza, con más servilismo y con más pendejadas, a una revolución que no les ha dado nada, que se los ha “pedido” todo, que se los ha exigido todo y que los tiene como esqueletos rumberos caminando, con pasos tristes, esparciendo la oscuridad, la peste, el mal olor, las desgracias, las tristezas y el desconsuelo por todo un país y parte del mundo también.
Por eso insisto en que el daño que nos ha causado esa maldita revolución va mucho más allá de los destrozos físicos generados por la ineficacia, la desidia, el abandono y el odio de un régimen totalitario que lo quiere todo para sí, lo mío es mío y lo tuyo es mío, el que mucho abarca poco aprieta, aunque la isla se hunda estrepitosamente en la inmundicia, en los desechos, en la locura y en la nostalgia.
Y lo más triste es que los idiotas funcionales en Cuba se dan silvestres, están que dan al pecho, se multiplican como ladillas enloquecidas, se reproducen como ratas en celo detrás del flautista de la moringa para repetir, con la histeria, la falsedad y la agresividad que las caracteriza, las mismas estrofas desafinadas de una empalagosa, repugnante y odiosa canción estrenada el 1 de Enero de 1959 cuando éramos muy inocentes y nos cogieron de comemierdas.
Yo, que debía haberme acostumbrado a la insensatez y a la mediocridad de los defensores del castro-comunismo, no puedo evitar sorprenderme, no consigo sobreponerme y no logro recuperarme de los tantos, de los tantísimos disparates que esgrimen estas almas en pena para justificar, con absoluta conciencia de proletarios ofendidos, las verdades que les decimos y les documentamos sobre el terrible genocidio, la cruel matanza, el horrible martirio y la enorme mariconada que ha significado para Cuba, y para todos los seres cubanos, esa maldita dictadura que tanto defienden y tanto quieren justificar.
Porque lo otro, y es otra de las gigantescas contradicciones que asustan, hay que verles la cara de hambre que tienen la mayoría, hay que sentir cómo desfallecen de inanición por la falta de alimentos y hay que, y esto me lo imagino, olerlos pa’ saber que esos cucus llevan la mar de tiempo sin probar el jabón, o el papel higiénico, pues todos sabemos que con los regímenes socialistas, las revoluciones de los humildes o las dictaduras del proletariado, esos son los primeros “utensilios” que se van del aire.
Es vergonzoso cómo esas personas, viviendo la realidad de la menstruación dictatorial, siendo víctimas por partida doble del castrismo y de sus desfachatados dictadores, son tan sumisos, tan esclavos con banderitas, tan arrastrados y tan cobardes de decir que en Cuba todo está bien, el pueblo es feliz, los niños juegan tranquilamente en las calles, el mundo gira alrededor del cambolo de Santa Ifigenia y los problemitas que tenemos, compañeros, son a causa del criminal “bloqueo” que nos impuso el imperialismo yanqui porque nos tomamos el chocolate y nos fuimos sin pagar…
Ricardo Santiago.
Es doloroso observar y comprobar que esta mugrienta miseria social impuesta bajo amenaza de fusilamiento, sobrevive como parte de la cultura en muchas naciones, ofendiendo la dignidad humana y aceptando cobarde y reptílicamente el pisoteo de milicos auto impuestos como monumentos al patriotismo, cuando son nada más que cobardes y miserables criminales. ¿La humanidad no está madura para ver y rechazar tanta desfachatez sin la mínima sensibilidad que los diferencie de animales que viven en batalla constante por su comida diaria? Pregunto.