Pero yo digo que la culpa es nuestra, muy nuestra, porque si hubiéramos dejado al hijo de puta de fidel castro, gritando sus mierdas y sus “cosas” como un loco, otra vida tendríamos los seres cubanos, pues el coro que le hicimos, y la cantidad de veces que le aplaudimos y le obedecimos, son la razón fundamental de que hoy Cuba simule un gigantesco latón de basura, una asquerosa fosa séptica, una letrina con “salideros” y el pueblo cubano parezca un carrusel destartalado, de almas en pena girando lastimosamente en el mismo lugar, sin avanzar hacia ninguna parte y mucho menos hacia el progreso y el desarrollo.
Porque: ¿Quién duda que Cuba es hoy el país más miserable del mundo?
La vida allí se transformó, desgraciadamente, en un concepto político donde el sentido común, el derecho a la protesta, la inteligencia y la libertad, tienen sentencias de presidio y la necedad, la sumisión, el deshonor y la traición, son las premisas fundamentales para sobrevivir en ese espejismo social, es decir, en ese Estado represor y opresor donde todo, absolutamente todo, es controlado más allá, incluso, de los límites del absurdo.
Yo siempre digo que la definición más acertada para un régimen totalitario como el castrista es “un estado de pánico”. La tiranía de los castro, junto a todo su aparato de fuerza, desde hace más de sesenta y tres larguísimos años, se ha especializado en ocultar muy bien el miedo que tienen a que el pueblo, el soberano, el que quita y pone “presidentes”, el que solo con un “chasquido” de los dedos derrumba monarquías, imperios y lleva a la “guillotina” a clanes familiares enteros, se revele, entienda que la libertad es un derecho, que comer es una obligación, que el amor a la Patria no es una ideología y que les digamos basta, hasta aquí, está bueno ya de tanto abuso, descaro y ahorquen al…
Por eso siempre digo que esos malditos fueron muy habilidosos a la hora de manipular a los seres cubanos. Si tenemos conciencia real del asunto veremos que la mala intención del castrismo estuvo implícita en sus acciones desde mucho antes del 1 de Enero de 1959.
Cuando el General Batista dio el golpe de estado, el 10 de Marzo de 1952, que lo llevó al poder en Cuba, no asesinó a nadie, no le dio paredón, paredón, paredón, a sus oponentes políticos, no inició una cacería sangrienta por todo el país eliminando a quienes no estaban de acuerdo con él, no “nacionalizó” o embargó propiedades a sus legítimos dueños y, lo más importante, no destruyó el país económicamente y propició su ruina espiritual y física.
La lucha violenta, criminal y terrorista, incitada por fidel castro para “derrocar” a la dictadura de Batista, y son muchos los “pasajes” que demuestran la violencia criminal de los “revolucionarios”, generó un conflicto civil y militar que le arrancó a los cubanos numerosas vidas y cubrió al país de un terror nunca antes vivido ni en las ciudades ni en los campos de Cuba.
La “genialidad” de la brutal maquinaria propagandística del castrismo creó en el pueblo cubano el falso concepto de que el ejército batistiano era el culpable de tamaña ola de violencia nacional y que el gran mecías, el salvador de la Patria, el “amoroso compañero” a quien todos debíamos venerar, era ese “manso” comandante que con solo doce hombres, según él, había propiciado el triunfo de la más grande revolución de los humildes en América Latina.
Y justamente ese fue el principio del fin. Dice mi amiga la cínica que la miseria nunca llega sola, de así porque sí, que siempre viene acompañada de muchas dosis de estupidez, mediocridad, bobería y desinterés, cuando los pueblos deciden dejarse arrastrar por lo que parece y no por lo que en realidad es.
Y ese fue, como dije, nuestro triste caso. Nos tragamos como pueblo el “somnífero”, la pastillita de los “héroes barbudos” y les entregamos el alma de nuestra nación, nuestra historia nacional y todo cuanto habíamos logrado como República pues, insisto, fue tanta nuestra aversión a los “más de veinte mil muertos” durante el régimen de Batista que, ahora, con la revolución, nos creímos el cuento de que nadie iba a morirse, todos tendríamos la barriga llena, el corazón contento, mi casa alegre y bonita, un país tan próspero como la Luna y gratuidades, muchas gratuidades para todos pues, total, quien paga y pagará mientras exista un revolucionario, un comunista en Cuba socialista, es “Liborio”.
Ricardo Santiago.