¿Hasta cuándo Dios mío…?
…hasta que los cubanos queramos, así de simple, …hasta que los cubanos entendamos que la vida de verdad, la que se vive sabrosa, plena, diáfana y grande, nada tiene que ver con el castro-comunismo, con las miserias del socialismo, con la revolución del picadillo, con el cambolo y la pamela, con el trabajo voluntario, con la guardia en alto y con tener que bañarnos con un cubo y un jarrito.
Por eso siempre digo que ser libres, pensar “con tu propia cabeza”, opinar sin mirar pa’ los rincones, planear tu futuro, vivir decentemente de tu esfuerzo y sacrificio, comer lo que te guste, oler rico, elegir libremente lo que te da la gana y soñar grande o chiquito, son las cosas más difíciles que puede alcanzar un ser humano cuando está acostumbrado, y empeñado, pero sobre todo acostumbrado, a que otros piensen por él, elijan por él, sueñen por él y coman por él.
Dice mi amiga la cínica que otro de los grandes problemas que tienen muchos cubanos es que viven tan “desinformados” que no saben que las palanganas ya no existen, que ni los chinos en China las fabrican, que el mundo democrático ha avanzado hacia el “sentido común” y la gente tiene agua fría y caliente en sus casas pa’ lavar y pa’ lavarse, que ese descomunal atraso que se vive en nuestro país es únicamente por obra y gracia de ese régimen malvado, incompetente y criminal empecinado en someter al pueblo a las mayores penurias de la edad de piedra para que no tengan otra expectativa que esperar a que caiga una gotica de cualquier “cosa” del cielo pa’ poder lavarse el c…
Pero, en este caso, difiero de la cínica. Yo digo que más dañina que la mentalidad “palanganera” de muchos compatriotas es lo olvidadizos que nos hemos vuelto los cubanos. La mala memoria que exhibimos hoy no nos permite analizar con justicia que, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, nosotros como nación hemos padecido las más grandes penurias, las crisis más “cíclicas” que existen, las hambrunas más difíciles de “mitigar”, los absurdos más aberrantes, la politización hasta del café con leche, la represión continuada y enquistada, las altas presiones y las bajas pasiones, el secuestro de la libertad, las votaciones unánimes, los cambios del carácter, una dictadura totalitaria, una migración desesperada y una división muy grande como pueblo por el solo hecho de que unos, los cubanos, quieran decidir su destino y otros, los castristas, que «los jefes» decidan por ellos.
Porque al final nosotros, en Cuba, morimos la vida más que vivirla. Nos hemos pasado estos últimos 60 años de nuestra existencia siguiendo obedientemente una grosería ideológica que ni es “china”, perdón, chicha ni limona’, un panfleto “monoclonal” de malísimas ideas que se regodea en la bobería de un futuro mejor, de más sacrificio y más sacrificio, de amarrarse los cinturones que “el avioncito va a despegar”, de donar mucha sangre para salvar otras vidas menos la tuya, de tragar migajas untadas de una falsa revolución, de ver a tus hijos perderse sin remedio en la oscuridad y de cerrar y abrir los ojos, día tras día, sin ver que nada se mueve un milímetro hacia adelante y sí kilómetros hacia atrás.
Porque hasta de ese país grande y bonito que una vez tuvimos nos olvidamos, lo aborrecimos y lo censuramos con nuestros “patria o muerte”. Muchos de nosotros preferimos seguir el ejemplo de fidel y el che y nos hicimos más revolucionarios que los franceses, decidimos apoyar cortando caña, sembrando café, ordeñando a una vaquita, construyendo edificios horribles, combatiendo en guerras ajenas, marchando y machacando, gritando chusmerías y golpeando a mujeres indefensas para defender a un régimen que lo único que ha hecho es ponernos la caña a tres trozos, desaparecernos el vaso de leche, desprestigiar al país completo y convertirnos en el pueblo más mal educado del mundo.
Y es bien triste, doloroso y cruel. La vida en Cuba está muerta, una realidad que no pueden ocultar los hoteles “lujosos”, los “millones” de turistas, las constituciones socialistas del todo por uno, la prensa oficialista ni todas las castro-clarias juntas porque, sencillamente, el cubano de a pie, los millones de hombres y mujeres humildes que conforman ese pueblo humillado y reprimido, ya no tienen fuerzas, ni aspiraciones, ni esperanzas, para querer ser libres de verdad, como Dios manda.
El “síndrome” de la palangana.
Ricardo Santiago.
Es muy triste y verdadero, ya el pueblo Cubano no tiene no solo esperanzas, no tiene voluntad, no tiene empeño de nada, vive por inercia, lograron lo que querian, matar la voluntad de un pueblo