Si con algo, o con alguien, se ensañó de verdad, le metió las garras, le hincó el diente y le clavó su ponzoña venenosa el castro-comunismo, fue con la familia cubana.
He escrito varias veces sobre este tema y créanme que siempre me produce un dolor enorme, una apretazón tremenda en el pecho porque, mientras más pasa el tiempo, más pasan los años y más permanece esa pérfida revolución del picadillo sentada en el tibor del socialismo, más sufre, más se deteriora, más se humilla y más se depaupera lo que algunos muy sabiamente han denominado el núcleo fundamental de la sociedad, el horcón donde descansa la sabiduría de un país o el punto donde nacen los aciertos y desaciertos de cualquier nación que lucha por alcanzar el desarrollo, la prosperidad y el respeto.
Pero, desafortunadamente, en Cuba, en la Cuba sumergida en los espantos, en la inmundicia, en los descalabros y en los tormentos del castro-comunismo, desde hace más de sesenta larguísimos años, nada de esto sucede, más bien todo lo contrario, la familia como resguardo de los auténticos valores materiales, espirituales, sociales y culturales de la Patria se fueron a bolina, se perdieron entre la chusmería, la vulgaridad y la violencia de los fascistas mítines de repudio, de la intolerancia militante, se hundieron en el fanguero improductivo de la “propiedad social”, se esfumaron entre los cánticos de guerras antimperialistas y cambiaron los buenos olores de la decencia, de la virtud y del patriotismo por la peste a grajo de los trabajos voluntarios, las guardias cederistas y las movilizaciones militares pa’ defendernos de “la bomba atómica”.
La familia cubana perdió la sagrada función para la que fue concebida y cedió ante un diluvio de aberraciones ideológicas que empezaron por desestructurar las relaciones filiales, desintegraron la sagrada relación de respeto entre padres e hijos y terminaron por enfrentarnos a los unos con los otros como si fuéramos animales salvajes luchando por la supervivencia o por un simple bocado de comida, una jabita de aseo personal o unos minuticos de conexión a Internet.
Y todo en nombre de una falsa revolución, de un régimen “altruista” y de un líder “salvador”, medio “profeta en su tierra” el muy cabrón, mesías del picadillo enriquecido y sabelotodo, que nos prometía, a cambio de obediencia y sumisión total, elevarnos a un paraíso repletico de socialismo donde estarían satos los bisteces con cebollitas, los panes recién horneados con mantequilla, las pipas repleticas de café con leche y las victorias, muchas victorias, la mar de victorias, carretones de repugnantes y empalagosas victorias para ti, para mí y para todos los que están aquí…, ese era el lema…
Dice mi amiga la cínica que el daño, la desarticulación y los ataques a la familia cubana siempre estuvieron subyacentes en los planes, en la agenda, en la mentalidad de “conquistador” del “almirante” de Birán, pues este delincuente, criminal y fratricida, sabía que para apoderarse de Cuba primero tenía que destrozar los fuertes valores, los venerables lazos familiares que caracterizaban al ser cubano y que lo hacían defender como una fiera, primero a los suyos, antes que a cualquier ideología.
Como una serpiente muy venenosa, letal y traicionera, el castro-comunismo se nos fue colando en nuestras casas, en nuestras mentes, mordió a cada cubano y nos infectó a la inmensa mayoría con su lucha de clases, con su negación de la negación, con su tesis de que los revolucionarios tienen el “pito” más largo y con la terrible, criminal y devastadora consigna de que por salvar la revolución, al socialismo y a fidel, teníamos, si fuese necesario, que chivatear hasta nuestra propia madre.
Con los horrores de la “nueva” Cuba, es decir, la posterior al 1 de Enero de 1959, la familia cubana perdió los tradicionales y auténticos valores que hasta ese justo momento había defendido.
Al desastre provocado por la revolucionaria mentalidad de combate, implícita en los adoctrinamientos sistemáticos a los que fuimos sometidos, el cubano de infantería sumó las carencias físicas y espirituales provocadas por su estúpida filiación a un régimen tiránico y el descalabro total no se hizo esperar, la estampida migratoria se convirtió en tablita de salvación y, otra vez, la sagrada familia cubana sintió sobre su estructura la violencia de una ruptura que, en muchos, muchísimos casos, alcanzó rasgos de eternidad.
Si los seres cubanos, de verdad, queremos salvarnos del infierno castro-comunista, primero hemos de rescatar los legítimos valores familiares que una vez tuvimos, pues el amor a la Patria y a la vida, empiezan por la familia y después por todo lo demás…
Ricardo Santiago.
Hola! Excelente artículo, una pequeña nota, deberías activar el https del sitio web ya que por defecto los navegadores bloquean las páginas que no tengan cifrado. Además de que en Cuba, si aplican una denegación a palabras tipo castro-comunismo, no se podrá ver el sitio. Puedes usar letsencrypt que es gratis. Saludos cordiales.
Gracias por tu consejo Dixan, un abrazo grande.