A los cubanos nos hicieron creer que el “socialismo” era el paraíso aquí en la tierra, en el cielo, en el mar y en los pedos, perdón, en los vientos, y pa’llí nos lanzamos, nos despatarramos, nos despetroncamos en un coro gigante, en un tumulto de la cola del pan, en frenética desbandada, como drogados por los “elixires” de muchas revoluciones, a conquistar un futuro luminoso para nuestra Patria disfrazados de: soldados por el comunismo seremos como los ruski, ruski, parraski, parraski.
Porque eso “bueno” sí tenemos nosotros los cubanos, cuando “decidimos” ser algo en esta vida lo somos más que cualquiera, más que quienes lo inventaron, más que Dios, más que todas las Vírgenes juntas y más que “Juan Quinquín en Pueblo Mocho”, por supuesto.
Y digo esto porque esa exagerada grandilocuencia que sufrimos como nación fue una de las “ventajas” que utilizó el castrismo para vendernos la destructiva ideología del marxismo-leninismo, del fantasma que recorre el mundo, de la gran guerra patria y del héroe y la koljosiana desbordados de feromonas a las que nosotros, como estudiantes, obreros y campesinos exagerados que fuimos, le hicimos grandes aportes en su estructura “despingativa” como fueron el marabú, la casa del oro y la plata, los “camellos” del transporte urbano, las escuelas al campo, la ollita de amaury pérez, el picadillo de soya, yusuam palacios, la descaritis aguda, las imitaciones fidelistas, los bolcheviques de Las Tunas y las castro-clarias, un modelo de “ser viviente” sin la menor capacidad de pensar, de analizar, muy agresivos, altamente tóxicos y con un apetito tan voraz que son capaces de comerse hasta su propia mierda.
En Abril de 1961 fidel castro, en uso de facultades que no les fueron conferidas, es decir, evidenciando un espaldarazo y alta traición a los principios republicanos plasmados en nuestra Constitución de 1940, declaró a su revolución del picadillo, a su asonada terrorista y terrorífica de 1959, “hija legítima” de los postulados del socialismo, convirtiendo sin permiso a Cuba en el primer país “socialista” de América. Una decisión, por parte de ese mequetrefe, unipersonal, unilateral, inconsulta, antidemocrática y a pepe muy triste, tristísima, humillante, destructiva para nuestro país, para el pueblo cubano y para la posterior historia de muchas naciones Latinoamericanas.
Y allí nos fuimos la inmensa mayoría de los seres cubanos, sin saber qué carajo significaba realmente esa porquería del socialismo, el izquierdismo y los proletarios de todos los países uníos, a aplaudir con las manos, con los pies, a bajar la cabeza, bien bajita, marchando histéricamente, apoyando como imbéciles a fidel castro, queriendo ser más socialistas que los soviets-KP3 y destrozando la Patria de una punta a la otra porque, según alguien leyó en un “manifiesto” de esos, en el socialismo hay que arrasar con todo lo “viejo” para construir lo…: ¿Qué cosa?
Y ahí mismo se formó la jodedera, el desorden, la “desconsagración” de la primavera, digo, del eterno verano que éramos pues, desde ese mismísimo año, sin compasión y sin piedad, iniciamos la destrucción física y espiritual de la gran nación cubana, la conversión de nuestra isla de Perla del Caribe a fosa séptica reventada de Las Antillas, la erradicación total de los valores que nos definían culturalmente y la desaparición de la Patria Martiana para permitir que surgiera la neo-patria fidelista, la neo-nación castrista y esa maldita manía que se nos pegó de creer que la solución a la agonía del hambre está en gritar socialismo o muerte.
Yo siempre digo que la revolución-socialista- castrista semeja una descarga de inodoro pero en cámara lenta, como una tupición, tragándose, engullendo, todo lo que “flota” en una sociedad para luego expulsarlo por las cañerías reventadas en forma de desechos fétidos y pestilentes, con la única función de que los pueblos resbalen, se despetronquen contra el pavimento, pierdan el conocimiento y se “manchen” para siempre con los “frutos” del socialismo.
Los cubanos fuimos testigos oculares de todo cuanto se tragó el castrismo en nuestra Patria y hemos permanecido inmóviles, contemplativos, nos hemos adaptado a vivir entre las ruinas, entre los escombros y entre los tragantes tupidos como si la única vida fuera esa, como si la pudrición y el estercolero que produce esa dictadura fueran lo más normal del mundo o el gran premio que nos ganamos por apoyar, desde hace más de 60 años, a un régimen tiránico que nos vende claria por pescado cuando le sale de las entrañas.
Ricardo Santiago.