Yo digo que mientras los cubanos estemos en ese tira y encoge de fulanito sí, menganito no, yo sí hice en Cuba contra la dictadura y tú no, yo estuve preso y tú no, a mi me dieron tres bofetones y a ti no, yo soy un bárbaro y tú no y yo tengo derecho a ser presidente y tú no, Cuba nunca será libre, le daremos tiempo al castrismo para que reacomode sus malas intenciones y seguiremos haciendo el papelazo opositor más grande de la historia y el hazmerreir de quienes nos observan con cierta lástima y mucha vergüenza ajena.
Enfrentarse al castrismo, desenmascararlo y vencerlo no debe convertirse en un “juego de tronos” o una competencia estúpida por ganar simpatías en las redes sociales, obtener miles, millones de likes por poner caritas y caretones en las “películas” de Facebook, recibir muchos marque con una equis en la casilla de abajo o que te den infinitos views por hacer “videos lives” abarrotados de inconsistencias éticas, manipulaciones emocionales, conceptos y definiciones mal manejados e imposiciones de puntos de vista totalmente errados pero con “aires” de disidencia que, al final, no pasan de ser incoherentes y terminan desinformando, aburriendo, repugnando y “videotizando anticastristamente” a quienes tenemos la esperanza de ver a nuestra Cuba libre de esa maldad criminal.
Porque en la vida real este es un punto bien importante que tenemos que aclarar para no tropezar “again” con los “boniatos” de la Calle 23 o caernos estrepitosamente en los enormes y profundos “baches” castristas que pululan por toda la República e ir a parar junto con los chinos de China pues estoy casi seguro que entre comunismo y comunismo está todo escrito.
Muchos pedimos la libertad de Cuba, queremos a Cuba libre, exigimos libertad y justicia y yo pregunto: ¿Queremos a Cuba libre de qué y de quién?
La desgracia del pueblo cubano no es un tema a tratar superficialmente, mucho más cuando median 60 larguísimos años de soportar una cruel dictadura, de ver a muchos cubanos asesinados, encarcelados, desaparecidos o “suicidados” por ese régimen tiránico y despótico, de soportar una crisis económica y existencial eterna y tan larga como esa maldita dictadura, de padecer como pueblo la vergüenza de vivir en un país podrido, destruido, agónico, de poseer la mayor población exiliada de este planeta, de sobrevivir diariamente más que vivir o disfrutar de la vida, de soportar la mayor hambruna de la historia, de ser sometidos al más brutal adoctrinamiento que el alma humana puede resistir, de reventarnos la vida a cambio de consignas y dimes y diretes politiqueros, de arañar a diario la tierra, las paredes, las puertas y los muros intentando encontrar una salida a las tragedias personales y, lo que es peor, saber que en Cuba la mayor parte de los cubanos se han resignado a morir en vida porque han perdido la esperanza.
Dice mi amiga la cínica que desconfiemos de aquellos que, en el tema cubano, hacen silencio porque según ellos “no se meten en política”, pero dice también que desconfiemos aun más de quienes se empeñan en gritar su “anticastrismo” por encima de los demás creando una imagen de vikingos con aire acondicionado cuando está demostrado que las ideas claras, necesarias y justas no precisan de altoparlantes y si de honestidad, transparencia y mucha vergüenza.
El castrismo repta y camufla sus malísimas intenciones de muchas maneras. La experiencia de estos malnacidos para crear estados de opinión, falsos líderes, la bolita que me sube y que me baja, “profetas” del fin de la dictadura, intrigas palaciegas y solariegas, “mensajeros” de la libertad y la nueva cara “de la Luna”, es enorme y estoy seguro la echó a andar hace mucho tiempo para intentar subvertir la creciente e incontrolable desmoralización que sufre esa tiranía y, sobre todo, que los cubanos hemos perdido el miedo y les enfrentamos con una verdad que ya no pueden negar ni desmentir.
El mayor precepto que tiene que tener nuestra posición contra el régimen de La Habana es que Cuba debe quedar libre de todo, absolutamente todo, que tenga que ver con el castrismo, desde sus principales exponentes, cabecillas, ejecutores, esbirros, soportes vitales y simpatizantes hasta sus instituciones, su falsa Constitución, dependencias, ministerios, leyes, tribunales y cuanta mierda huela a esa destructiva letrina dictatorial.
Tenemos que sanear la Patria de raíz y nuestra limpieza también debe alcanzar a unos cuantos que están aquí en el exilio.
Ricardo Santiago.