Cuba, los cubanos y un pueblo atrapado en la “telaraña” del castro-comunismo.



Un amigo cercano, muy cercano, me comentó que su madre, en Cuba socialista, “tierra” de fidel, ayer mismitico, estuvo más de doce largas, larguísimas horas, en una cola revolucionaria, patriótica, cederista y combativa, para comprar un cartón de cigarros, un simple y dañino cartón de cigarros.
Yo, que hace más de quince años, dejé de fumar, precisamente antes de largarme de aquel maldito infierno reaccionario, desabastecido y absurdamente racionado, no alcancé, en primera mala impresión, a entender la complejidad de este terrible tema pues parece que la ausencia de “alquitrán” en mis pulmones, no me permitió calcular, con total y “viciosa” exactitud, todo cuanto tiene que hacer, y a cuanto tiene que sucumbir, un “fumador” cubano, repito, en Cuba socialista…, para saciar sus apetitos tóxicos en un país donde la escasez es la madre de todas las ciencias, el esfuerzo y el sacrificio son arrastrados por la demencia y la estupidez y el veneno, el mortífero veneno que lo asesina todo, es lo único que está en cada rincón del closet y que, con mucha facilidad, te lo encuentras al doblar de cada esquina.
Pero la historia es mucho más compleja de lo que, “a vuelo de pájaros” marxistas-leninistas, podría calcular nuestra exiliada imaginación.
Todos sabemos, porque muchas veces lo experimentamos en pura piel, que las colas en Cuba existen desde que el comandante llegó y mandó a parar, que todo cuanto acontece en una cola revolucionaria de esas, es decir, que la morfología, externa e interna, de una molotera castrista, por la cruda lucha por la supervivencia y la defensa de la moral, van más allá de la simple adquisición de cualquier producto de primera, de segunda y hasta de quinta necesidad, pues, y todos los seres cubanos lo sabemos mejor que nadie en este mundo, el hambre de nuestras familias se defiende con brutal ferocidad en “cada cola de esas”, nuestra paciencia socialista se tambalea en “cada cola de esas”, nuestra existencia se pone a prueba “en cada cola de esas” y nuestras ganas de cagarnos en fidel castro, y en su tibor del socialismo, se multiplican en “cada cola de esas”.
Dice mi amiga la cínica que son muchos los cubanos, muchísimos, los que han caído, o han muerto, durante estos más de sesenta y dos larguísimos años en esas colas castristas, que algún día quienes sobrevivamos a tan desgraciada vida fidelista hemos de construir un enorme monumento, visible desde cualquier rincón del espacio sideral, a esos anónimos cubanos que ofrendaron sus vidas, en tamañas colas del infortunio, para salvar a sus familias del hambre, de la tristeza, de la agonía y de la desgracia que nos impuso ese mierdero castro-comunismo de izquierda-izquié.
Porque, y regresando al tema principal, es decir, a lo que me comentó mi amigo sobre su desdichada y fumadora madre, la primera respuesta que uno tiene es sugerir que lo mejor es que los seres cubanos dejen de fumar, que el cigarro te quita “lentamente” la vida y te agujerea los bolsillos y las carteras, que es absurdo que en un país que, supuestamente, produce el mejor tabaco del mundo suceda tal depravación y que el imperialismo yanqui…, bueno, en realidad el imperialismo yanqui nada tiene que ver con los cabitos de cigarros, y que la crisis económica mundial…, bueno esta tampoco, o la caída del campo socialista, ¡hasta cuando el cuento del campo socialista!, entonces qué…, ¿el moho azul?, ¿el moho azul es del tabaco o del boniato?…, en fin, una tremenda locura calcular por qué los seres cubanos tienen que largar hasta el alma para poder fumar, nos lleva a entender que la realidad de la vida, o el vivir malamente, en nuestro país, en pleno Siglo XXI, va más allá, mucho más allá, de la primera, de la segunda y hasta de la quinta lectura de cualquier cosa que sucede en esa maltratada Isla.
Yo digo que los cubanos, todos los cubanos, de una forma u otra, estamos atrapados en esa maldita desgracia llamada castro-comunismo, fidelismo, castrismo, tibor del socialismo o como carajo queramos nombrarla. Somos tan víctimas de esa execración ideológica que muchas veces ni nos damos cuenta de cuan atrapados estamos en sus redes, a veces nuestra ceguera, o nuestra incapacidad de seres humanos racionados desde que nacemos, no nos deja apreciar que el problema, el triste problema nuestro, no es de cigarros, de arroz, de café o del estúpido vasito de leche, que tanto desgaste físico-mental, durante estas más de seis décadas, es por un régimen al que nos empeñamos en mantener, por un sistema económico que no da ni dice donde hay y por un desconocimiento, también nuestro, de lo que significa, realmente, ser libres o querer ser libres…
Ricardo Santiago.



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