El extraordinario escritor peruano Mario Vargas Llosa declaró recientemente en una entrevista refiriéndose al comunismo en Cuba: >“Dudo mucho que haya comunistas en Cuba, probablemente ni siquiera la nomenclatura que disfruta todavía del sistema cree seriamente que esa forma de Gobierno, de organización de la sociedad, puede traer modernidad, justicia social.”
En cierto modo el genial Premio Nobel de literatura lleva mucha razón en sus palabras, incluso esta afirmación es compartida por innumerables personas que creen que el comunismo de Fidel Castro nunca fue tal cosa y que este ñángara postizo, disimulado y pandillero utilizó esa pérfida ideología para definir su posición beligerante contra los Estados Unidos, congraciarse con la Unión Soviética y de paso hacerse el bárbaro ante el mundo, “luchar” las cámaras de televisión y que la izquierda internacional le rindiera pleitesía por fomentar una ideología totalmente antagónica al establishment norteamericano a sólo 90 millas de sus costas.
¿Quién en este mundo podría dudar de la temeridad de este “guerrillero” sin heridas por tan disparatada locura?
Así mismo, Fidel Castro, después de muchos que no, que no, “YO NO SOY COMUNISTA”, se viró con cartas y, traicionando incluso a muchos de sus compañeros de armas, dijo: “Aquí se cagó la perra, en Cuba el comunismo es la ideología que manda y gústele a quien le guste y pésele a quien le pese…”.
Entonces los cubanos amanecimos un buen día, sin comerla ni beberla, cantando La Internacional, tratando de entender de quién carajo era el fantasma que recorría el mundo, repitiendo como papagayos entrenados las hazañas del joven soldado en la Gran Guerra Patria, leyendo los libros y revistas de la Editorial Sputnik, usando cuellos de tortuga búlgaros, haciendo perras colas para almorzar en el Restaurant Moscú, comiendo carne rusa de lata, manejando inmensos camiones KP3, disparándonos como material de estudio las cinco partes de la película Liberación, Lolek y Bolek, el tio Stiopa, Deja que te coja, El Payaso Ferdinando, construyendo una termonuclear disparatada y sin fin, estudiando el idioma ruso en las escuelas, prohibido decirles “bolos” a los compañeros soviéticos y hasta nombrando a nuestros hijos Iván, Katiuska, Vladimir, Irina, Lenin y Antón, igualitico que los jóvenes konsomoles de la fría y lejana estepa rusa.
Fidel Castro, con un chasquido de sus dedos, nos convirtió a los cubanos en comunistas o con ganas de serlo. Las prebendas que obtenían los afiliados al Partido Comunista de Cuba, único con autoridad y carácter legal en la isla, eran cuantiosas, desde mejores puestos de trabajo, cargos de dirección, viajes al extranjeros, etc., etc., etc., hasta ser las personas de “confianza de la revolución” con la connotación que esto significaba en un país donde todo, absolutamente todo, estaba, y está, altamente politizado.
Cuba es un estado de terror, la dictadura castrista ha campeado por su respeto haciendo y deshaciendo a su antojo, imponiendo sus políticas monstruosas, decidiendo a pepe qué piensan, qué comen y qué respiran los cubanos, transformando la infraestructura del país hacia la desgracia con el cuento de los planes quinquenales y la planificación de la economía, rectificando el socialismo cada dos o tres meses a lo descara’o y a la vista de todos sin que nadie los detenga por sinvergüenzas e incapaces y, para colmo de los colmos, cambiando la Constitución de 1940 e imponiéndonos la Constitución Socialista de Fidel Castro donde, entre muchas, pero muchísimas aberraciones jurídicas, dice que el socialismo nunca podrá cambiarse como sistema político en nuestra Patria y que el Partido Comunista de Cuba es el órgano supremo de dirección por encima de las instituciones del Estado.
Entonces en Cuba sí hay muchos comunistas, muchísimos, yo diría que más de los que necesitamos, existen sólo uno o dos por convicción y cientos y cientos de miles por oportunismo, para comer caliente, para robar con impunidad al erario público porque son unos descarados y unos vividores, unos cobardes, cómplices de la dictadura de Raúl Castro y porque, a mi modo de ver las cosas, desde un punto de vista muy personal, esa perversidad ideológica transformó la esencia del cubano, nuestra historia, nuestra cultura, y nos cambió como nación, como país y como seres humanos causándonos un daño “casi” irreversible.
Desgraciadamente, nos guste o no, en Cuba hay muchos comunistas, ah, y en Miami también…
Ricardo Santiago.
Fantástico artículo que dice en verdad, que es Cuba.
No transformó la esencia del cubano, sino que mostró la que realmente era.
Fidel fue resultado de un rasgo cultural de los cubanos, siempre peleando entre nosotros, inconformes con todo,chusmas para tirar guaperias y de contra con el chisme siempre, de ahi y de eso salió ese personaje, con gran talento para el engaño y la simulación, sin escrúpulos y sin ideología, estudio al fascismo y al marxismo y aposto por este dado que requeria de un padrino poderoso, pero es innegable que su falta de talento la suplir o perfectamente con esas características para su gran ambición,,,,,,, estar siempre en el poder
Es admirablemente asombrosa la capacidad de síntesis del autor y más meritoria aún por hacerlo utilizando el lenguaje popular de los cubanos. Directo, al grano, claro y sin perder el sentido del humor. Mis respetos.
… Y 100 % de acuerdo con el contenido.