Duele reconocerlo, aceptarlo, asumirlo con patriótico encogimiento pero es cierto, es verdad, es una realidad tangible e irrefutable que solo las meretrices ideológicas del castro-comunismo se empeñan en defender, ocultar, justificar y disimular.
Pero la realidad duele y duele mucho. Los cubanos que profesamos amor, respeto y nostalgia por la tierra de nuestros antepasados tenemos que sentirnos, hoy por hoy, muy avergonzados, vergüenza ajena, por supuesto, por cómo esa horda de incapaces, ineptos y “arquitectos” de la destrucción masiva han pulverizado un país que era una verdadera belleza, un “coquito” reluciente en medio del Caribe y una tacita de oro, incrustada de diamantes de muy altos quilates, y envidia de muchos, pero muchos, “adoquines” de este planeta.
Pero el castrismo la convirtió en una mierda…, la pura verdad…, un enorme estercolero de una sola pieza, de una punta a la otra donde se inspira mucha peste, mucha pudrición, mucho desencanto, una terrible agonía, una profunda desilusión y una tristeza que se refleja en el rostro de cada cubano de a pie y en al alma de una nación entera. Quien no me crea pregúntele a cualquier exiliado cubano, patriota, por su Patria, y verá cómo su rostro entristece, se le despedaza el alma y se le hace un nudo en la garganta que…
Yo digo que caminar por las calles de Cuba se ha convertido en un acto de verdadera valentía. Para quienes permanezcan ajenos a la realidad que vive el país, es decir, a las porquerías que emanan de ese socialismo de alcantarilla, y aun persisten en que la revolución del picadillo es buena, que la mala es la “soya”, y que bla, bla, bla, fidel seguro a los yanquis dale duro, pero el puñetero cuartico de pollo de este mes aun no ha llegado, y los bomberos no tienen agua porque la turbina está rota, y la plantica eléctrica hace seis meses que no tiene combustible y nos estamos limpiando a oscuras, y el comandante está muerto pero ahora jode más que nunca, digo, vive más que nunca, y qué manera de tener espinas estas mugrientas clarias y…, y…, y… e infinitos y…, a esos no les importa, según ellos, cumpliendo orientaciones de arriba, dicen que vivimos en este chiquero nacional por culpa del bloqueo imperialista, la mala leche de los americanos y de este detergente que no hace ni un poquitico de espuma pa’ quitar el churre.
Pero para quienes tienen y sienten vergüenza, para quienes sabemos que toda la miseria que se ha vivido, y que hoy se vive con más fuerza que nunca, porque es la última, es culpa única y exclusivamente de ese régimen incapaz, mediocre, disparatado, absurdo y maleducado, que intenta resolver o solucionar las necesidades de un país y su pueblo con prohibiciones, represión, limitaciones, regulaciones, circulares, telegramas, constituciones, decretos, corrupciones, actos vandálicos, piratería, reclamaciones, trampas y hackeos revolucionarios, no, para nosotros la Patria va a la deriva, herida de muerte y gritando desesperada porque sus hijos, la sangre de su sangre, tengamos un impulso de valentía y la salvemos de tanta ignominia.
Porque todo, es decir, el hundimiento de la Isla en el mar “antes que traicionar la gloria que se ha vivido”, comenzó el mismísimo día en que el ejército terrorista de fidel castro, integrado por delincuentes escurridizos, analfabetos disfuncionales, manigüaneros de la zona de tolerancia, criminales sin su sano juicio, la mismísima calaña de “Fuenteovejuna Señor, Fuenteovejuna” y algún que otro hombre de bien pero engañado por las babosadas prometedoras de un fidel que vibra en la montana, entraron en La Habana y mancillaron, ensuciaron y cagaron la belleza de toda una ciudad con sus piojeras, su peste a grajo, su hediondez, sus cochinadas, su agresividad desmedida, sus crímenes, sus asesinatos, sus fusilamientos, sus traiciones, sus robos y la manera tan burda, inmunda y traidora en que le entregaron la Patria a la hiena de Birán.
A mí me pueden acusar de cuanto quieran, de que siempre hablo mal de Cuba, de que siento odio por mi país y por los cubanos, que soy un gusano de mierda y un contrarrevolucionario al servicio del imperio o de qué se yo, en fin, de lo que les salga de las entrañas pues nada más alejado de mi realidad que todas esas idioteces de las que me acusa el castrismo, pero, si se detienen a pensar un minuto, un simple minutico en esto que les digo, verán que no fui yo quien propició, por mi mala administración, por ejemplo, que los hospitales en Cuba para el pueblo, para el cubano de a pie, sean una asquerosidad y las personas salgan de ellos más muertos que vivos…, “espiritualmente hablando”.
Ricardo Santiago.