Cuba: Un país marcado por la opulencia de una dictadura y la desesperación de todo un pueblo.



A la inmensa mayoría de los cubanos el castro-comunismo nos chapeó bajito, bien bajito, nos cercenó, abajo y de un solo tajo, la esperanza de vida, las ilusiones “perdidas”, las expectativas de un futuro mejor, el agua con hielitos, el esparadrapo pa’ que no se nos salgan las tripas, el agua calientica, los deseos de matar los antojos, las ganas de quitarnos la picazón, nos agrió la dulce vida, el dulce de leche que es como la vida misma, la inteligencia, el orgullo, la razón, la dignidad, la vergüenza, la necesidad de ser libres, el apetito, el amor propio y el patriotismo.
Un ser cubano, al que, de una forma u otra, lo despojan de tan importantes sentimientos, se convierte en un adefesio estomacal, en un zombi con cuota de leche hasta los siete años, en una marioneta de fácil manipulación, en un lleva y trae, en una piltrafa humana, en un palito barquillero, en una chiringa, en un esbirro, en un asesino y en un cómplice servil, arrastra’o, sumiso y pendenciero de sus amos, de sus titiriteros o de los “cabroncetes” dirigentes de una revolución socialista.
Es triste reconocerlo, sobre todo para nuestros antecesores, para nuestros mayores, para quienes iniciaron este largo camino de complicidades, de contubernios, de silencios oportunistas, de “dame la mano y danzaremos”, de coqueteos vergonzosos y de apoyos incondicionales a una brutal dictadura, a un régimen criminal que, al final de esta larguísima historia, solo nos trajo patadas por el c…, una pobreza espiritual y física que no las brinca un chivo, un país destrozado, apestado y enfermo, un pueblo que no quiere ser cubano y la peor desilusión que puede sufrir cualquier mortal cuando ha entregado toda su vida a una revolución que, como ha quedado absolutamente demostrado, primero te embulla, después te utiliza y, por último, cuando le dejas de ser útil, te “caga” en menudos pedazos.
Por suerte muchos se adelantaron a su tiempo, quiero decir, a las mariconadas existenciales del castrismo y, aunque fueron demonizados por la propaganda destructiva del monstruo dictatorial, trazaron un camino y le dijeron al mundo que na, na, ni, na, que esa revolución no la “hicieron” para los humildes y sí fue toda una estratagema para convertir a un grupúsculo de delincuentes en hombres muy ricos y poderosos.
¿Quién se atreve a desmentirme y me dice que en Cuba, los castro, sus descendientes, sus generales y doctores y sus cómplices más cercanos, no tienen un “nivel de vida”, prebendas y privilegios, a los que no tienen acceso, ni por casualidad, el resto del pueblo?
Las diferencias son bien marcadas hasta en lo que comen y en lo que “ensucian”, hasta en el amargor de la medicina que toman pa’ curarse los catarros, hasta en el “colchoncito de plumas” que utilizan para echar una siestecita, hasta en “de esa agua no has de beber”, hasta en ser juzgados por sus errores ante la ley y el desorden, hasta en recibir picadas de mosquitos, hasta en ir “a pie o caminando”, marcar en la “cola de la bodega”, en “los palos que nos da la vida” y, lo peor, lo mas terrible de esta penosísima historia de más de sesenta años de revolución del picadillo, en ser libres, ser mártires o ser unos condenados obligados a arrastrar una vida angustiosa por la faz de este planeta.
Yo no voy a describir la superabundancia en la que viven los reyes, los príncipes, los condes, los masarreales, las torticas y las marquesitas del castro-comunismo en Cuba, eso, más o menos, todos los que tenemos acceso a una Internet “descontrolada” la hemos visto, nos la hemos tenido que tragar en seco, a la trompa’, con total impotencia mientras, por otra parte, las imágenes de un pueblo desbordado de escasez, de las penurias que impone el más absurdo racionamiento, un pueblo atacado por la frustración y la impotencia, hastiado, cansado, aburrido, famélico y “borracho”, contrastan desproporcionadamente con tamaña desigualdad, demostrando a quienes tienen aunque sea un tilín de vergüenza en esa cara, que lo de la “igualdad, fraternidad y libertad” de la revolución de los humildes en Cuba no es más que una gran invención, un gran timo y un gran sálvese quien pueda pa’ que la desgracia los coja confesa’os.
¡Quien quiera revolución socialista que se vaya pa’ Cuba para que vea, pa’ que sienta, qué cosa es “cagar” pelos!
Lo otro, las vidrieras, las postalitas turísticas y la babosería de los comunistas, es puro cuento pa’ engañar imbéciles.
Ricardo Santiago.



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