Como siempre digo, para que a nadie le queden dudas, la revolución del picadillo, es decir, ese invento de “revolución social” que nos vendieron carísimo a los cubanos, el 1 de Enero de 1959, no es más que la mariconada intencional más grande que ha sufrido, padecido y soportado un pueblo desde que el primer hombre, por allá por la pre-historia, tiró una piedra, escondió la mano y le echó la culpa a este que está aquí a mi lado.
Porque nosotros los cubanos nunca, en toda nuestra puñetera existencia, hemos tenido la capacidad de elegir, acceder, seleccionar u obtener lo que más nos gusta, lo que preferimos o, sencillamente, lo que nos sale de las entrañas como hacen los buenos hijos de “Manolo” en cualquier parte del mundo.
Y es que en Cuba, desde hace más de 60 años, desde que le abrimos los ojos a este mundo que nos ha tocado vivir, hemos tenido que, por obligación casi militante, suscribirnos obligatoriamente a una ideología que decide por nosotros desde cómo tenemos que pensar, qué tenemos que decir, cuándo tenemos que aplaudir, cuándo tenemos que “donar”, hasta qué tenemos que comer, dónde y cómo tenemos que vivir, que levanten la manos quienes estén de acuerdo y dame la efe, f, dame la i, i…
Yo a veces pienso que la bobería, la mediocridad, la picazón de c…, la imbecilidad, los retorcijones, hablar porquerías, creer en fantasmas y repetir sandeces son males contagiosos que los cubanos hemos adicionado a nuestra genética nacional y nos esforzamos, como “la raza más pura del Caribe”, en trasmitirlos de generación en generación para convertir en inmortales rasgos del comportamiento humano que muchos países erradicaron, desde hace la mar de tiempo, con una vacuna que se llama DEMOCRACIA.
Yo recuerdo que cuando me fui de Cuba, hace más de diez años, uno de los “proyectos” que me traje al exilio fue crear una especie de Fundación que canalizara ayuda humanitaria para favorecer a sectores bien dañados y empobrecidos de la sociedad cubana, principalmente en las pequeñas ciudades del interior del país. Fue y es mi gran ilusión.
Desde el mismísimo principio de mi “investigación” tropecé con un gran obstáculo: La dictadura castrista no admite a entidades independientes intentar aliviar la pobreza, el hambre, la desnutrición, las pésimas condiciones de vida, las enfermedades, la miseria y la tristeza que ellos han creado en Cuba, “todo aquel que quiera enviar ayuda humanitaria tiene que hacerlo a través de los mecanismos establecidos por el Estado”.
Todos los cubanos, los que no estemos en esa bobería sanguinaria de viva la revolución, viva raúl y yo soy fidel, sabemos quién en verdad es el “Estado” en Cuba, por lo que mis intenciones y mis sueños se fueron al carajo impulsados por las diabólicas trabas de un régimen absolutamente incompetente, malvado y egoísta que se auto-declara en exclusiva para “repartir” lo que no es suyo, Zambullo…
Por otra parte un buen amigo, no cubano, me enseñó que lo que realmente necesita el pueblo de Cuba, más que leche en polvo, galleticas y un pitusa lleno de huecos, es educación, incentivarles las ganas de querer ser libres, instruirlos para pensar con su propia cabeza, mostrarles alternativas de vida, un “open mind” a lo cubano, demostrarles que el capitalismo no es tan malo como lo pintan, ¡abrirles las entendederas coño! y, entre otras muchas cosas, que la vida es demasiado grande y hermosa como para vivirla con tantos adoctrinamientos, racionamientos, castigos, penitencias y “reuniones del sindicato” que no conducen a nada.
Dice mi amiga la cínica que eso es cierto, que todas las ayudas humanitarias del mundo son pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana pues cuando la “bolsita de leche en polvo” se acaba entonces qué, a pedir el churro y el dulce de guayaba como almas en pena vagando por los corredores del martirologio socialista.
Yo digo que el problema es mucho más complejo. En estos momentos en Cuba la sociedad se divide en tres grupos fundamentales de ciudadanos: los que reciben ayuda de familiares que viven en otros países, los que reciben “ayuda” de la dictadura castrista y quienes no reciben nada, por ninguna parte, y tienen que pugilatearla sin escudo, sin lanza, sin espada y “cabalgando” sobre el espíritu de Rocinante pues el real, el del ingenioso hidalgo, se lo comieron, con huesos y todo, desde hace más de 60 larguísimos años.
Continuará…
Ricardo Santiago.
Gracias Nora.
No parece haber modo de ayudar a Cuba mientras esos monstruos esten encalgados de todo. Tan triste como ha cambiado mi Cuba linda donde vivimos felices por mucho tiempo, aunque Batista era Dictador. Ningun problema.
Gracias Mayra, amiga querida.
Tiste y desesperante lo que cuentas mi estimado amigo y como siempre, logras sacarme una cárcajada en medio de tanto dolor: «….. a pedir el churro y el dulce de guayaba como almas en pena vagando por los corredores del martirologio socialista.» Qué metáfora! Un abrazo.