No sé por donde empezar este “cuento infantil” sin caer en agresiones verbales a la “inocencia”, sin ser demasiado irreverente contra los “entusiasmados de su alma” y sin creer que puedo salir indemne, ileso e iluso, de los ataques o las “pasadas de mano” que me darán tanto tirios como troyanos.
Aun así, bajo el fuego de quienes no quieren ver más allá de la sublimación del odio en las redes sociales, de las mentiras del espanto en los programas de Youtube y de la repetición a mansalva del ridículo expresado desde una poltrona calientica y cómoda de un “rancho” cualquiera, muy parecido al de Doña Bárbara la devoradora de hombres, me arriesgo a exponer mi criterio, mi impresión y mi desprecio, sobre este ser que, según como ella misma se presenta ante nosotros, traspasa los límites de la lógica, las “fronteras del deber”, perdón, de la decencia y la rayita de la cubanía al caer tan, pero tan bajo, por apoyar a una maldad, a una excrecencia y unas diatribas a to’ meter, como las de Alexander Otaola.
Su nombre, la de esta dama sin cintas y lazos en el pelo pero con guirnaldas de colorines en el cerebro, es Sandra Pérez Marpéz, según consta en su página oficial de Facebook, al que acompaña con una serie de “oficios” intelectuales que, confieso mi “brutalidad” televisiva, nunca la vi en mi vida o, en su defensa, pasó inadvertida frente a mi “casa”, es decir, ni fu ni fa, para enriquecer con su arte mi cuestionable acerbo cultural o mi “amor eterno” por las compotas enlatadas.
El caso es que, aunque me haya referido a ella en otras ocasiones nunca le había prestado verdadera atención ya que, para mi, hasta ahora, no era más que una simple entusiasta puesta ahí, al lado del “youtuber” más despreciable de las redes sociales, para reírle las payasadas, para apoyar toda su maquiavélica conducta, estas frita en conducta, y para asentir, aplaudir y venerar, a quien día tras día se encarga de denigrar a la mujer cubana, de agredir a los hombres cubanos y a despotricar contra todo aquel que no responda a sus intereses o se arrodille ante la camancola de la neo-oposición “anti-castrista” o del circo mediático de un CDR miamero con manías “opositoras”.
Pues resulta que he escuchado por ahí, como quien no quiere las cosas, que esta Dama de los Jazmines en Flor, o de las Camelias tuberculosas, vaya usted a saber, dicen, es una buena persona, una “niña” que nadie se explica cómo fue a parar a tan siniestro lugar, un ser que se caracterizaba por tener siempre un buen pensamiento hacia sus semejantes y que ahora, en su triste papel, en su funesta interpretación de la productora del Rancho, se ha convertido en la complaciente más despreciable del mundo al asentir, al apoyar y al propagar, a lo randy alonso falcón, el de la mesa redonda castro-comunista, toda la mierda que sale de la boca de su repugnante jefe.
Algunos dicen que lo hace por dinero, por el chequecito semanal, otros que la vida en Miami está muy cara y los gastos te prostituyen hasta el alma y los de más allá porque nunca fue en realidad tan buena gente y que este individuo, el del negocio de la blasfemia, del chisme y del brete a las cinco y treinta pasado meridiano, realmente le dio la posibilidad o le ayudó a sacar de sus adentros toda la maledicencia que escondía y que, por motivos oportunistas, no había sacado para el «disfrute» de muchos.
De cualquier manera yo soy del criterio que una buena persona, es decir, una gente por ahí, como se dice en buen cubano, nunca traiciona su esencia, nunca traspasa los límites de la decencia humana y de ningún modo, ni siquiera por dinero, es capaz de apoyar, de ser cómplice o de compartir, diatribas, insultos, ofensas, faltas de respeto y agresiones verbales deshonestas, contra personas que no coinciden con nosotros, que no tienen la posibilidad de defenderse o contra seres humanos, o cubanos, que tengan un pensamiento diferente al nuestro.
Yo digo, porque estoy convencido, que personajes como este son una mutación del hombre nuevo-nuevecito inventado, programado y producido en serie, por el castro-comunismo. Una defecación al estilo de las letrinas del socialismo de la nueva hornada de seres cubanos que cambiaron la ética, sus valores, sus principios y su dignidad, por unos dólares más, por un puñado de verdes que te quiero verde o por la posibilidad de “brillar” aunque sea metidos hasta el cuello en el excusado del dictadorzuelo de su corazón, triste pero cierto…
Ricardo Santiago.