De la espiritualidad de la Capilla Sixtina a la miseria del infierno castro-comunista.



A los cubanos, el 1 de Enero de 1959, nos arrancaron el alma, nos descuartizaron el sentido común, nos hicieron un “nudito” bien apretado en la lengua, nos despojaron de nuestra esencia como nación, nos travistieron nuestra idiosincrasia y nos “clavaron” ojeras de caballo para que solo miráramos en una dirección porque compramos, ingenuamente, el “materialista” cuento castrista de que para subir al cielo no hacían falta escaleras grandes ni chiquitas y si mucho sacrificio, abnegación y entrega a la revolución, a fidel y a un fotingo de alquiler.
Yo siempre he dicho, y estoy más que convencido, de que esta triste historia de 60 años de tragedias y desgracias fue consecuencia de nuestro exacerbado gusto por los jubileos, las actitudes festinadas, los bonches y las jodederas sin que nunca nos cuestionemos, tan solo un poquito, qué nos ponen dentro del pan: pasta o jamón y queso.
Digo esto porque nos lanzamos en masa a celebrar la huida de Batista creyendo, al cien por ciento, que el General era un asesino y que toda la culpa de la violencia desatada en Cuba era, única y exclusivamente, de su dictadura, sin que prestáramos atención a qué y a quiénes originaron, en realidad, esas represalias con aquel fatídico, para la historia de Cuba, 26 de Julio de 1953.
La historia ha demostrado que la memoria de los pueblos puede ser fácilmente manipulada y en el caso nuestro quedó evidenciado en cómo nos lanzamos a las calles a apoyar a un terrorista consumado, le pusimos una alfombra roja para que se apoderara de todo el país, le seguimos en cada uno de sus abominables disparates y terminamos hasta adorándolo como el gran salvador de la patria revolucionaria sin que la mayor parte del pueblo nos diéramos cuenta de que el tipo no era más que un cobarde, un oportunista, un egocéntrico, un caudillo de potrero y que solo nos estaba utilizando para convertirse en el gran dictador ahorcajado en cuatro patas sobre una mesa moviendo la bolita del mundo con las nalgas.
Yo soy del criterio de que un pueblo sensible nunca grita paredón, paredón, paredón, ni apoya el robo “nacionalista” de propiedades ajenas, sorullo suelta lo que no es tuyo, ni corea absurdos y estupideces militantes, ni admite campos de concentración o de trabajo forzado para sus hijos, ni se deja encasquetar un uniforme militar violento y apestoso, ni repleta su país de huecos y trincheras ridículas, ni se cree los cuentos de la mantequilla, el café, la carne y que se va a convertir en el país más desarrollado del mundo de la noche a la mañana, ni aprueba leyes y constituciones que no le favorecen en nada, ni aplaude histéricamente y mucho menos, pero muchísimo menos, se pintorretea la cara y el cuerpo con la babosada de “yo soy fidel”.
Pero los cubanos nos dejamos engañar, lo permitimos y lo aceptamos. Admitimos que nos impusieran una revolución socialista repleta de imposiciones mezquinas, de altruismos interesados, de sacrificios improductivos, con racionamientos eternos y cargada de una intolerancia brutal cuando nosotros, como nación, como pueblo, nada teníamos que ver con esa mierda, con esos “ideales” ni con el hambre nacional que llegó para quedarse y que no hemos encontrado forma de quitárnosla de encima.
Aplaudir el castrismo nos costó, irremediablemente, pasar de la risa al llanto, de la abundancia a la escasez, de los abrazos a las bofetadas, del respeto a la prepotencia, del señor al compañero camarada, del aroma a la pestilencia, del traje al uniforme, de la Iglesia al comité de base del partido, del bistec a la carne rusa, del aire acondicionado a la buena de Dios, de la superficie al fondo, de la cama al catre y, lo más terrible, de la libertad a un presidio gigante del cuerpo y del alma.
A los cubanos nos mataron la espiritualidad como nación, es un hecho, una realidad que tendrá miles de variantes para su comprensión o mejor definición, pero lo cierto es que el ser revolucionarios, socialistas y comunistas nos convirtió en un pueblo insensible, apático, conformista, aguantón y sumiso que aceptamos la destrucción y la miseria en que vivimos como algo tan natural que asumimos indiferentes, al caminar nuestras calles, los escombros y la basura como si fueran adornos sagrados e intocables de esa maldita revolución de destrucción y muerte.
Ricardo Santiago.



4 comentarios en «De la espiritualidad de la Capilla Sixtina a la miseria del infierno castro-comunista.»

  1. Lo tuyo no es talento es todo lo contrario es falta de capacidad para aceptar una realidad que te supera las ideas que hoy condenas encarnizadamente y los meritos de la gente de tu pais que hoy desprecias mañana podran ser canonizados y reconocidos como un sacrificio generoso en nombre de lo bello del ser humano en su amor por la verdadera libertad por la idea de la soberania de su propio pais libre de una dependencia que es la fuente de la esclavitud moderna, la esclavitud del capital que demoniza al socialismo porque se le opone, el capital dedica cuantiosos recursos no para que la gente viva sino para dominar al mundo engañandolo cada vez mas y tenerlo sumido en un consumismo ridiculo a costa de su propia existencia y la del propio planeta tierra sino para que crees que quieren monopolizar las armas nucleares Fidel los caracterizo y denuncio muy bien por eso tanto odio y gente como tu se dejan utilizar por amor al dinero no al ser humano y la gran verdad que tu talento es ser un gran cinico

    Responder
  2. A partir de ese enero pasamos de cubanos a carneros en gigante redil, y un vástago de Lucifer se apoderó de aquel instante y sentenció la ruina, la quiebra del presente.
    Se esfumó la capacidad de razonar, de pensar con cabezas propias… y quedamos a la deriva del adoctrinamiento castrista y muy lejos de interpretar los propósitos de un fascista vestido de verde olivo.
    Ricardo Santiago cuando recordamos sentimos un bochorno que nos recorre el cuerpo. Una vergüenza terrible de haber sido cómplices en mayor o menor medida de esa demolición, decadencia y hundimiento de nuestra Patria.
    Es verdad que todo fue y es impuesto, aunque hoy no podemos juzgar de ignorante a todo un pueblo. Ya Cuba no está aislada, y es hora de tomar conciencia de lo terrible y perjudicial del castrismo.
    En el título de tu comentario refieres a la Capilla Sixtina, yo en cambio recordé una obra de Picasso
    » La Guernica «, símbolo de los sufrimientos que inflige la guerra a los seres humanos.
    Hace falta un Picasso del siglo XXI, y seguro las imágenes de Cuba superarán con creces esa obra devenida » ícono del Siglo XX «.

    Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »