Yo digo que a mi el cubano no deja de sorprenderme, es una cosa que cuando creo que lo he visto todo, todo, todo, me sale uno con que en Cuba nunca se puso una pañoleta, otro que si él discutió multas y por eso debe ser reconocido como un opositor al régimen, aquel que estuvo más de cuarenta veces “preso” por protestar contra la dictadura, el de más allá que lo votaron de la Universidad por su «rebeldía» y este de aquí que una vez le metieron un gaznatón, que por poco le sacan los ojos, por decir abajo fidel.
El caso es que ahora, en el exilio, todos fuimos unos guapetones, unos mambises, unos activistas, unos opositores, unos contestatarios y unos luchadores a camisa quitada, es decir, que si nos guiamos por la cantidad de “partisanos” que dicen se enfrentaron al castro-comunismo, no entiendo cómo, desde hace mucho tiempo, nosotros no nos liberamos de esa maldita tiranía.
Con el perdón de muchos hombres y mujeres que sí fueron combatientes reales contra el comunismo en nuestro país, acciones, historias y hechos que están probados y documentados en los anales del sufrimiento cubano, pero esta vez me refiero al montón de descarados y oportunistas que, escondidos tras las máscaras de la gritería y de la especulación, se aprovechan de la ingenuidad, de la desinformación y de la inapetencia política, de muchos de nosotros, para construirse “expedientes” de caciques y de anti-comunistas furibundos cuando todo el mundo sabe, porque la realidad no miente, que en Cuba fueron agüita mineral, unos guanajos y unos en boquitas cerradas no entran moscas, como yo.
Por eso es mi actitud de asombro, de inconformidad y de denuncia constante contra esos impostores, contra quienes desde aquí, desde la verdadera libertad democrática, fingen ser unos tarzanes y unos come en cubo para cautivar tontos, para sumar idiotas y para crear su propio ejército de ciber-clarias, con la intención de proteger los imperios que han creado a costa del dolor, del sufrimiento y de la muerte de muchos, de muchísimos, seres cubanos.
Pero que los compren quienes quieran, a mi, lo que es a mi, tamaña miserable actitud me enerva, me saca de quicio y me obliga a asumir una posición intransigente pues veo la cantidad de almas nobles que caen en la trampa del pájaro o en la del guajiro chivatón, por solo citar dos “pequeños” ejemplos.
Y mantengo mi posición pese a los ataques de sus fieles difuntos acusándome de “dividir” a la oposición, de hacerle el juego a la dictadura e, incluso, de ser un “espía” del castro-comunismo sembrado en el exilio para desunir a los cubanos, terrible pero cierto, una tontería tras otra ya que no tienen ni elementos ni argumentos para sentenciarme, aun así se los dejo de tarea, pero hay que ser muy imbécil para proferir tantos absurdos y tantas barbaridades que nadie, que absolutamente nadie, puede probar.
Pues resulta que, el otro día, para no ir más lejos, me sale uno de esos corajudos partisanos con la “historia” de que en Cuba nunca se puso una pañoleta cuando estudió en la escuela primaria. Del carajo y la vela, yo convulsiono en mi incredulidad y casi me asusta que la gente, en su afán por restregarle a otros su “pedigrí”, se esfuercen tanto en contar juguitos de guayaba que son muy difíciles de tragar.
El caso es que yo, en Cuba, hice mi primaria entre los años 1968 y 1973, de hecho estuve en tres diferentes escuelas y nunca, nunca, nunca, vi a ningún niño sin su pañoleta saludando a la roja, azul y blanca con la inocencia y el candor de esas edades. Dice mi amiga la cínica que no le haga caso a esos libertadores de la leche condensada pues ahora, desde la distancia y el tiempo, todo el mundo allá fue “bueno”, protestó o se fajó a las escupidas con la policía de Batista, perdón, de fidel castro.
Lo de discutir multas y compararlo con las acciones de verdaderos opositores no tiene nombre, no tiene ni que ser comentado porque algo así es demasiado fuerte, demasiado forzado y demasiado evidente que es para levantarle el perfil a individuos que en Cuba, dentro de Cubita la reprimida, eran más pajoneros que patriotas, otro ejemplo de nuestra debilidad como seres humanos que es la que ha permitido, durante estos más de sesenta y seis larguísimos años, que ese maldito castro-comunismo nos robe a los cubanos desde la vida hasta la muerte.
Ricardo Santiago.