El castro-castrismo es una “ideología” que avanza pa’tra, pa’tra y más pa’tra, algo que está más que demostrado. Es un conjunto de malas ideas que no tienen “desenvolvimiento” propio y dependen todo el tiempo de lo que logren arañarle, chuparle, robarle y extorsionarle a los incautos, a los mansitos y a los bobalicones: ¡Así de simple!
El castro-castrismo es incapaz de producir cualquier cosa aunque sea para mantenerse y alimentar su morbosidad y su egoísmo. Son, definitivamente, unos vulgares parásitos depredadores.
El castro-castrismo es el resultado del egoísmo, la mentira, la ambición, la vagancia y el bla, bla, bla. Es una secta de mal pensados que basan sus actos en la agresividad, en la intimidación, el chantaje y enfilan su ferocidad contra todo aquel que se les enfrente, los aborrezca o los ignore.
El castro-castrismo es la antítesis del desarrollo y la lógica humana. Son tan retrógrados, tan involutivos y tan reaccionarios que creen que su “desgracia” es provocada por terceros y que la tinta blanca no pinta y el papel negro te mancha las manos. Un colosal absurdo.
El castro-castrismo seduce a los tontos, los utiliza, los exprime y los echa a su suerte cuando no les sirven, no le importa los seres humanos porque para esa teoría maligna el hombre es absolutamente descartable, un numerito político que es restado y dividido de la ecuación de la vida pero que jamás es sumado o multiplicado.
El castro-castrismo es como un perro de presa, muerde y no suelta, se aferra y cierra los ojos para no sentir lástima por nada ni por nadie, se pega a las paredes del blanco toillet igualito a una caquita que no se va ni con salfumán.
El castro-castrismo destroza todo cuanto toca y lo convierte en escombros, humedad y peste. Lo más terrible de la destrucción castro-castrista es su permanencia y estatismo, una vez que usurpa el poder se aferra por los siglos de los siglos, se “inmortaliza” a la vista de todos, a la buena de Lenin, de Carlos Marx y de cuanto pensador de cafetín se hace el guilla’o para que le den fia’o y así vivir sin trabajar.
El castro-castrismo se yergue como un tronco podrido que parece va a derrumbarse pero que siempre, de una forma u otra, se sostiene sin explicación lógica.
El castro-castrismo mata, envenena, paraliza y revuelca los sentidos. Es una deformidad del alma muy virulenta que ataca principalmente la lengua y obliga a los hombres a repetir sandeces e idioteces sin que les importe hacer el ridículo frente a los demás.
Babosean constantemente muchas consignas patrioteras y bazofia grandilocuente sobre el líder amado, reverenciado y achicharrado. Lanzan gratuitamente sus cantos de guerra amenazantes, gritos desesperados de idolatría, de impunidad asistida, de muerte por la muerte y llantenes espeluznantes cual coros de sirenas que acechan a marineros deseosos de cuerpos de mujer: Para decir el lema, uno, dos y tres…
El castro-castrismo es la tesis del embudo social, del caos, del chupa-chupa, una manipulación de los poderes estatales para controlar las riquezas de un país por unos pocos y universalizar la miseria para el resto, para la inmensa mayoría, porque la máxima de todo castrista es que el pueblo viva en austeridad, sacrificio, obediencia, mendicidad y: ¡Ay Dios mío qué hemos hecho para merecer esta mierda…!
El castro-castrismo corrompe la mente y el alma de los hombres, degenera el espíritu, los principios morales, la vergüenza y la dignidad de las personas porque obliga a la subsistencia, a la mendicidad y no a la existencia, por eso los seres humanos, bajo ese criminal himno desafinado, viven para morir y no para vivir.
El castro-castrismo es un invento populachero ideado para justificar el robo del patrimonio nacional, la riqueza física y espiritual de una nación, un cáncer bullanguero que se ramifica hacia donde encuentre debilidad, conformismo, improductividad, apatía y cinismo, es una mentalidad bribona y lujuriosa, ejercida a la fuerza por una cúpula que sólo persigue la extorsión y el control de todos los recursos de la sociedad.
En síntesis: El castro-castrismo es una porquería muy peligrosa, una abominación, una exaltación de lo peor del pensamiento humano, una vergüenza que tiene que ser descartada, erradicada y defecada de un tirón para que no nos empache…, ¡jalemos la cadena y bajemos la tapa para siempre…!
Ricardo Santiago.