Deportado 1, deportado 2, el que no esté “escondido” se jodió…

Hay una nueva fiebre contagiosa, un virus nauseabundo con consecuencias apocalípticas para la comunidad cubana, una pandemia de proporciones catastróficas que arruina hasta las viejas relaciones humanas y un microbio, un bichito asesino, que se ha incubado bajo el ala, ponte desodorante desgracia’o, de este nuevo “desafío” que tenemos los seres cubanos de echar pa’lante, de denunciar o de acusar, a quienes desde Cuba emigraron a los Estados Unidos, aprovechando las inusuales ventajas migratorias de la administración Biden, y que fueron esbirros del régimen castro-comunistas, represores al servicio de la dictadura, militantes comunistas o que, de una forma u otra, le hicieron daño, mucho daño, al pueblo cubano.

Quiero dejar bien claro dos cositas, una, que para mi todo aquel que con su mala actitud, con su servilismo o con su sola pertenencia a las filas de cualquier órgano criminal de la dictadura castrista, es decir, que por el ejercicio de sus funciones, maltrató, abusó, atropelló y que por su culpa cualquier ser humano o cubano sufrió represión, fue a la cárcel, perdió su trabajo, la universidad, alguna de sus propiedades o, simplemente, fue catalogado por los cánones del comunismo como un lumpen, una escoria, un disidente, un opositor o un desafecto a la revolución de los apagones más largos del mundo, merece ser investigado y, de ser encontrado culpable, tiene que ser enjuiciado, encarcelado o deportado, para que pague, con su pellejo crujiente, toda la destrucción que causó y todo el dolor y el sufrimiento que le acarreó a cientos de miles de familias cubanas.

Y la segunda es que yo no apoyo la migración ilegal pues todo en esta vida debe ajustarse a los protocolos de respeto al patio del vecino, a la jurisprudencia establecida y a la legalidad de los hombres, los gobiernos y los países.

Pero, como siempre pasa, nosotros, como pueblo adoctrinado por los buenos y por los malos de aquí o de allá, educados en los principios del odio, de la envidia, del quítate tú pa’ ponerme yo y de la soberbia divisoria, nos excedemos o nos quedamos cortos, muy corticos, en eso de aplicar la “justicia” redentora y lo mismo chivateamos atentamente a un asesino, a un juez de la parcialidad socialista, a un secretario del partido comunista, al hijo de puta del comité de defensa de la revolución que nos hizo la vida un yogurt y a cualquiera que nos caiga mal, que a un inocente al que envidiamos porque, con su esfuerzo y sacrificio, logró mucho más que nosotros y eso sí que no lo puedo soportar, a otro que se acostó con mi mujer a traición o a alguien que no apoye mis ideas contrarrevolucionarias o mi posición extremista y radical de cero tolerancia con los viajes a Cuba, con el no envío de remesas a mis familiares o con ayudar a mi difunta madre o a mi sepultado padre.

Así, desgraciadamente, suena desafiante la orquesta de esta orilla que, poco a poco, ha ido perdiendo su pluralidad, su diversidad de criterios y su libertad de expresarse como quiere, para dar paso a un salvajismo intolerante, a un mediocre poder de análisis y a una pérdida total del sentido común y se está alineando, peligrosamente, a un radicalismo donde, según ellos, todo se vale, y las injusticias, el dolor de una madre al ser separada de su hijo o la acusación morbosa y perjudicial a un matrimonio, son daños colaterales o la acción de algún demócrata infiltrado que quiere destruir las buenas intenciones de los republicanos.

Una cosa de locos, una cacería de brujas sonando al son de la ma’ Teodora o al de Catalina y su guayo, que solo responde a malas intenciones pues no todos son tan culpables, como nos quieren hacer ver, ni todos los que estuvieron verdaderamente comprometidos con ese régimen dictatorial son denunciados porque ahora, sin que a nadie le importe ni un poquito, se esconden tras la fachada de “activistas”, de luchadores por una libertad para Cuba que nunca llega o de opositores con canales de Youtube trasmitiendo los dimes y diretes de una comunidad dividida, muy dividida, entre el jugo de guayaba y el boniatillo con azúcar prieta.

Lo más triste de esto es que personajes como, por ejemplo, Eliécer Ávila, un tipejo que en sus “años mozos” hizo mucho daño a los cubanos como jefe de la “Operación Verdad” de la dictadura castro-comunista, hoy renace como un adalid de virtudes contestatarias como si sus víctimas, las muchas que sufrieron por su causa, no merecieran justicia y su crimen, el de este delincuente, hubiera proscrito con los aires perfumados de Miami y los arrebatadores olores de los sanguisis de jamón y queso en cualquiera de sus calles.

Ricardo Santiago.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »