El castrismo es una maquinaria perfecta de represión, de censura, de opresión, de chantaje, de manipulación, de adoctrinamiento, de matar, de asesinar y de hacer desaparecer las buenas ideas, el espíritu libre y la independencia mental y física de los seres cubanos.
Desde mucho antes del 1 de Enero de 1959 el castrismo viene eliminando, de una forma u otra, a sus opositores, a cualquiera, a todos los que interfieran con su doctrina, con su malabarismo delincuencial, con sus estúpidas ideas o con su desmesurada ambición de arrasar, robar o destruir todo cuanto vale o brille en esa bendita isla que nos vio nacer a todos los cubanos.
Después, del mal llamado “triunfo de la revolución” del picadillo, ni hablar. Los linchamientos, los fusilamientos, los asesinatos, hasta los crímenes de odio y pasionales, se convirtieron en “el arma” más poderosa e intimidante de esa asonada terrorista, comandada por fidel castro, que anegó en sangre, en injusticias, en espanto y en mutismo cómplice a todo un país que, más por pánico que por convicción, convirtió la seriedad moral en un relajo revolucionario que le costó la vida, sin verdadera justicia, a muchos inocentes compatriotas por el solo hecho de vislumbrar la tamaña amenaza que se abalanzaba sobre nuestra Patria.
La complicidad de gran parte del pueblo cubano fue quien le otorgó al régimen castrista la impunidad para asesinar. No esquivemos más nuestra responsabilidad. Los gritos de paredón, paredón, paredón, que proferimos masivamente en las calles, en las reuniones del sindicato, en las concentraciones multitudinarias y en los fascistas mítines de repudio, actuaron como un catalizador y un salvoconducto para que esa porquería de castrismo, ese monstruoso asesino en serie disfrazado de “justiciero”, tuviera las puertas abiertas para actuar a su antojo en un país al que convirtió, de la noche a la mañana, en su feudo particular, en su granja improductiva y en un enorme barracón repleto de esclavos, de enfermedades, de pésimas condiciones de vida, de miseria, de insalubridad y de las locuras de “Pepito”.
Por suerte para la vida siempre existen personas lúcidas, responsables, con vergüenza y decencia que, aunque los maten, se enfrentan a las injusticias, no admiten mariconadas impositivas y desmienten en su cara a los tiranos, a los dictadores y a los hijos de fidel.
De “hijos de fidel” se nos llenó la Patria después de Enero de 1959. La nación cubana dejó de ser una isla floreciente, productora, próspera y desarrollada para dar paso a un esperpento de país con toneladas de “ideología”, con muchos absurdos, con mucha desolación, con muchos disparates y con muchísima materia fecal, real o metafórica, que nos hundió hasta el cuello, a todos los cubanos, en un espiral de aberraciones, de fidelismos, de estupideces y de actitudes absolutamente criminales y antipatrióticas.
Pero, gracias a Dios, la razón se impuso y surgieron hombres y mujeres que dijeron NO a la bestia, que se enfrentaron al castrismo, que destaparon las descaradas intenciones de esos HP aun cuando a muchos de ellos los asesinaron o sufrieron largas condenas en inhumanas condiciones de presidio.
La maquinaria criminal castrista generó toda una serie de mecanismos represivos que transformaron al país en un enorme cepo de tortura para la mente y el cuerpo. La creación de un “servicio de inteligencia” represivo, de una policía nacional revolucionaria con la orden suprema de defender la “revolución” antes que a los ciudadanos, la recogida y prohibición a los cubanos de portar sus propias armas, el adoctrinamiento nacional sobre el principio de que con la revolución todo, contra la revolución nada, “la lucha de clases” elevada hasta lo risible y la instauración de un “ojo” dictatorial en cada cuadra, en cada zona, en cada municipio y en cada provincia, denominado comité de defensa de la revolución, conformaron un anillo muy sofisticado, extremadamente coercitivo, para ahogar cualquier atisbo de oposición, de disidencia, de contrarrevolución o del descontento de un pueblo que tuvo que tragarse sus hambres, sufrir “en silencio” su penitencia y los peores castigos que se le pueden imponer a los seres cubanos.
La masividad, la sofisticación y la “excelencia” de la represión en Cuba es la primera industria de la dictadura castro-comunista, eso a nadie le quedan dudas, son muchísimos los ejemplos que pudiéramos citar a lo largo de estos más de sesenta años de injusticias, arbitrariedades y de crímenes revolucionarios. Una pelea desigual, muy desigual, a la que se enfrentaron y se enfrentan muchos hombres y mujeres cubanos con enormes cojones, con toneladas de valor, de dignidad y de patriotismo.
Continuará…
Ricardo Santiago.