El “arroz con potaje”: La verdadera “ideología” del pueblo cubano.



Cuando yo era un muchacho, por allá por los setentas del siglo pasado, me contaban los “viejos” de mi barrio que, antes de Enero de 1959, los seres cubanos no andaban en esa comemierdería de ideologías de izquierda, ni de derechas, ni de justicia social, ni de revoluciones para el proletariado, ni para las “enfermeras y los enfermos”, ni de un partido único y totalitario, ni de enarbolar las banderas de tal o más cual filosofía, ni de combatir al enemigo imperialista hasta la última gota de sangre, ni de hacer una perra cola pa’ comprar un pan con pasta rancia y ni de decir, como imbéciles sacaditos a “pasear”, con la ropita recién lavada y planchada, yo soy fulanito o menganito porque soy continuidad, el hambre es un estado mental y la culpa de mi desgracia la tienen los yanquis y la gusanera de Miami.
No, a nadie se le ocurría gritar semejantes estupideces, la gente, los muchos cubanos, por lo general tenían muy buen sentido común, muy buena educación, gran comportamiento cívico y cuando alguien se “disparaba” de los nervios, pobrecito, qué pena me da, y salía vociferando tamañas barbaridades, lo miraban con lástima, con incredulidad, con desprecio y lo trataban como a un loco porque al tipo se le fundió un bombillo, se le cruzaron los cables o cogió la cara pa’ sentarse.
También me decían, los “sabiondos historiadores” más deliciosos que he conocido en mi vida, que antes de la llegada de la desgracia, es decir, dame la f, f, dame la i, i, dame la d, d…, qué dice…, a nuestra bendita isla, los cubanos vivían felices y contentos en un país donde había de todo, mucha abundancia, mucha luz, mucha claridad, muy buenos olores y sabores, los bisteces estaban “satos” en cualquier carnicería, hasta manzanas había pa’ comer y pa’ llevar, las “limonadas” eran de puro limón, limonero, las niñas primero, el pan con guayaba y queso blanco era un bocado de “pobres” y cada cual lograba “su lugarcito en el mundo” en dependencia de su capacidad, su esfuerzo y sus deseos de triunfar en la vida.
Parece un tanto cursi pero fue la cubanísima realidad que nos echaron a perder los castro con su socialismo, con sus mentiras de los pobres “emancipándose” del yugo opresor y con la más aberrante de todas, la del pueblo, unido, jamás será vencido.
Decían que la política en Cuba era cosa de tres o cuatro dedicados a mantener una República funcionando con coherencia gracias a una de las Constituciones más avanzadas de la época, que también había siete u ochos descara’os que querían vivir de ella sin tener que trabajar y unos cuantos sinvergüenzas esperando, como animales carroñeros, para caerle encima a la Patria y robársela tal como sucedió, por ejemplo, el 1 de Enero de 1959, pero que la mayoría, o casi todo el pueblo, no estaba en ese martirio de ir a desfilar a la Plaza Cívica, hacer guardia en el comité, participar en trabajos voluntarios, donar sangre de “gratiñan” ni convertir la vida de vivir en una desconcertante agonía de discursos politiqueros, consignas revolucionarias, lucha ideológica, el agua en cubos, apretarse el cinturón, mítines de repudio, acere estoy que fajo del hambre que tengo, compañero chequendengue, sacrificios a la una mi mula y socialismo o muerte de porque sí, porque a un fulano, un “comandante” postizo, se le ocurrió decir que así Cuba lucía más bonita, más derechita, digo, más izquierdita, y más “rebelde”.
Con el “bonche y la jodedera” los seres cubanos dejamos de ser un pueblo casi feliz, despreocupados totalmente de lo que llegó a la bodega o lo que sacaron en el puesto de viandas, para convertirnos en una horda de “milicianos” muy agresivos que preferimos el discurso escrito o injurioso contra quienes no se montaran en la rastra de los “desposeídos”, de los vilipendiados y de los obedientes, antes que continuar manteniendo la descomunal abundancia que nos había caracterizado como nación en tantos, pero tantísimos años de, como siempre digo, vivir en una República que no era perfecta pero que “se acerca a lo que siempre soñé”.
Dice mi amiga la cínica que ese es el eje principal de la pesada carreta que hoy tenemos que “empujar” todos los seres cubanos, demasiado “bonche” con algo tan maligno y tomarnos el castrismo como si fuera una simple jodedera cuando, en la vida real, es la más terrible desgracia que nos ha sucedido como pueblo en toda nuestra historia y en nuestra amorosa tradición por “el arroz con potaje”.
Continuará…
Ricardo Santiago.



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