Definitivamente el castrismo es una aberración mental que contamina y pudre todo cuanto toca, desde la infraestructura de un país hasta el alma de las personas de las que logra apoderarse.
Junto al derrumbe, la destrucción, la improductividad y el deterioro de los países a los que logra penetrar, esta endemoniada virulencia crea un esperpento humano que, aun viviendo bajo los escombros y con el estómago pegado al espinazo, el individuo invierte las pocas fuerzas que le quedan para gritar socialismo o muerte sin tener conciencia de que ambos son la misma mierda.
Pero la única verdad es que este engendro diabólico que es la dictadura castro-dólar-petróleo-venezolano es indefendible, es imposible creer que un grupo de pandilleros octogenarios, delincuentes morales y de lo otro, estafadores de la vergüenza, vividores, hipócritas, criminales de guerra y de paz, asesinos a mansalva, traidores de peluquines, ladrones y esbirros sigan oprimiendo, explotando, saqueando y desangrando a todo un pueblo, a un país, a un continente y a su historia.
No se puede defender a la dictadura de raúl castro sin hacer papelazos, sin caer en el ridículo o, sencillamente, sin pretender que el resto de la humanidad, o quienes tenemos dos dedos de frente, nos riamos en sus caras o le soltemos una mueca de asco por los disparates y las mentiras que usan para justificar el oprobio, la desvergüenza y el descaro en que han convertido a Cuba y la vida de los cubanos.
La “obra de la revolución”, en cualquiera de sus “variantes”, es la mayor falacia que promueve el castro-comunismo en el mundo. Una mentira gigantesca, con un peso de 60 larguísimos años, que se ha convertido en un “arma secreta” para engatusar inocentes, a soñadores de los marañones de la estancia, a izquierdistas efervescentes, a kamikazes de la decencia y a sonámbulos proletarios que prefieren verse reflejados en el espejismo de las revoluciones antes que asumir que la propiedad privada es el primer motor impulsor del verdadero desarrollo.
Al principio, cuando se estaban formando los planetas, es decir, en los primeros meses del año 1959, muchos cubanos vieron esperanza en el hombre que prometió, como ley sagrada, restituir la democracia, respetar la Constitución de 1940, convocar a elecciones libres y, sobre todo, proteger a nuestro país de cualquier acecho de dictaduras.
Dice mi amiga la cínica que el daño lo causamos nosotros mismos cuando vitoreamos y aplaudimos la caravana “triunfal” en la que fidel castro entró en La Habana. Le ofrecimos salsa de su propio asado a un fulano que lo único que había hecho era buscar desesperadamente protagonismo, que todo cuanto hacia era por y para satisfacer su ego enfermizo y que cuando sintió que era celebrado y aclamado de un extremo a otro del país dijo: ¡Qué va, a mi hay que aplaudirme hasta que yo me muera…!
Nosotros mismos nos pusimos la soga al cuello y le dimos el otro extremo a la tiranía castrista para que nos mantuviera amarrados a lo cortico. Cantamos a coro todos los himnos, cantatas, “a los héroes se les respeta…”, “fusil contra fusil” y cuanta porquería sirviera para descojonarnos la adrenalina y que nos convirtiéramos en los borriquitos de Pinocho, perdón, en los corderitos de fidelito el listo.
Las viejas consignas, los gastados lemas y la repugnante propaganda de la dictadura comunista cubana ya nadie los cree, ni siquiera ellos mismos, por eso inventan nuevas formas de “tupir” mentes, ampliar el sindicato de la bobería con nuevos adeptos e imponer líderes “light” que les allanen el camino para el tránsito a una “democracia” castrista.
Lo triste es que no aprendemos, no queremos abrir los ojos, los cubanos pagamos con vida, con mucha vida, por no querer pensar como seres humanos libres.
Bajo este régimen dictatorial que oprime a los cubanos, del cual presumen sus acólitos de a tres por peso, Cuba se ha convertido en el país más odiado de este continente porque los pueblos han advertido la desgracia que significa el castrismo.
Quienes quieran que sigan haciendo el ridículo con sus discursitos oportunistas, esta es también una forma de cometer genocidio contra los pueblos, es tan asesino y criminal quien priva de la vida, tortura, reprime, repudia o denuncia a un opositor como quien grita: ¡viva fidel que no alcancé revoltillo!
Apoyar al nazismo tropical de los castro es un sentimiento estomacal y un miedo tremendo a la vida, mas na’ que eso.
Ricardo Santiago.
Cuántas verdades eres capaz de resumir en tu comentario y entre ellas pienso que la más dolorosa es la existencia aún de personas que aplauden semejante esclavitud física y mental.
La brutal experiencia que viven los cubanos debía ser suficiente para que, ni en el lugar más remoto o silencioso del Mundo, se pueda permanecer indiferente ante el castrismo.
Se perdieron los calificativos para esa turba de maleantes, testaferros y pervertidos para los cuales no hay coto ni interés de ciertos poderosos de CONTRIBUIR para ponerle fin.
Algunos no coincidirán; pero sigo pensando que hubo momentos específicos en la Isla para acabar con la dictadura.
Muchos hombres se enfrentaron y gran parte engrosa la lista de los fusilados, asesinados, encarcelados porque la ayuda no llegó y todavía permanecen en prisión Sosa Fortuny o Arocena de aquellos tiempos. Y no olvido a los opositores de hoy que llenan las cárceles en la Isla.
Todo el néctar venenoso del caudillo fue tomando espacio en las mentes y el accionar de los cubanos y nos » pusimos la soga al cuello «. De ella, como afirmas Ricardo Santiago, fueron tirando hasta asfixiar.
Hoy la Isla es la muestra más contundente del significado del populismo, del fascismo a la ultranza castrista, y su fin tiene que abrirle las puertas a la Historia.