Muchos amigos me preguntan cómo derrocar al castrismo y yo les juro que no tengo la menor idea.
¡Qué más quisiera!
La dictadura castrista funciona como un pulpo hambriento, abraza con sus tentáculos todo cuanto puede, no suelta, succiona lo que le conviene y va dando picotazos, de a poquito, hasta que destroza la conciencia, la voluntad, la inteligencia de los pueblos y se los traga enteritos, de un tirón y sin masticar.
El “éxito” fundamental del castro-comunismo radica en cómo y cuánto son capaces de manejar los sentimientos de las masas y hacerles creer que representan el mejor orden social, la “justa” justicia del proletariado, la lucha de clases a favor de los humildes, la erradicación del analfabetismo, la libertad, salud y educación para todos, muerte al invasor y, a partir del día primero, compañeros, pónganse uno detrás de otro pa’ ver si alcanzan las papas que les manda nuestro querido comandante.
Muchas personas, pero muchas, muchísimas, caen en la trampa y, por una razón u otra, se embobecen con la “canción protesta”, se convierten en defensoras, portavoces de esos regímenes tiránicos, totalitarios, marxistas y se ponen vendas en los ojos para “no ver las uñas sucias de la miseria”.
El socialismo solo triunfa en países con democracias débiles y con pueblos sin intuición para detectar caudillos, desesperados por tener un “líder” que les hable bonito y propensos al relajo, la vagancia y la bobería.
En Cuba los seres cubanos lo vivimos y lo padecemos todos los días. La dictadura de fidel castro creó un país totalmente dependiente de sus disparatadas ideas y aun hoy podemos verlo en muchos que, con el estómago vacío y desbaratado por las úlceras revolucionarias, son capaces de autenticar otra maliciosa constitución que terminará de hundirlos en el asqueroso estercolero que ha creado ese inmundo socialismo.
No existe prueba mayor de sumisión y de dominación sicológica que esa. Con pueblos así, es decir, mediocres, tontos, sumisos y obtusos las dictaduras de “izquierda” se eternizan en tiempo y espacio.
Por otra parte esos regímenes desarrollan un sentimiento de egoísmo y de maldad muy grande en los seres humanos. La lucha constante por la supervivencia, y por tratar de subsistir en una sociedad donde escasea hasta “el aire pa’ respirar”, las personas se deshumanizan y son capaces de sacar, sin ningún pudor, las más bajas pasiones, es decir, la delación oportunista y traicionera, la indisciplina social, la mala educación, la vulgaridad, la hipocresía, la estafa descarada, el adulterio político, márcame en la cola de la peluquería, el rapiñe amoroso, la mendicidad moral, la desvergüenza y la mentira como condiciones obligadas para lograr prebendas, puestos de trabajos, impunidad y, hasta si se quiere, un poquito más de vida en un medio donde la muerte física y espiritual campean por su respeto.
Es por eso que las “revoluciones sociales” son tan difíciles de derrocar. Se nos enquistan de tal manera que las sufrimos por muchos años y soportamos sus calamidades con la guardia en alto, aprobadas por unanimidad, marchando hacia un ideal, se me subió la mostaza, yo soy fidel, díganle al General de la pamela que no hable con la boca llena y patria o muerte, mientras que un grupusculo de “comunistas” en el poder acumulan fortunas millonarias y viven como marqueses del agua calientica mientras el pueblo sufre los más burdos racionamientos, las más absurdas prohibiciones y las más crueles injusticias.
Con todos esos truenos nadie duerme. Nadie encuentra la solución para derrocar a esas revoluciones “picadilleras” porque las muy malditas para salvarse matan, asesinan, torturan y encarcelan.
Aun así soy de la opinión de que todo cuanto se ha hecho, y se hace, ha ayudado a “desmitificar” el monstruo porque: ¿Existe mayor prueba de la ineficacia de esos regímenes que los éxodos masivos? ¿Existe mayor demostración de improductividad que el racionamiento, el desabastecimiento y el hambre? ¿Existe mayor prueba de represión social que la prohibición a pensar diferente?
Las pruebas existen para quienes quieran verlas, sentirlas y creerlas. Por mi parte considero que una acción importante, para ayudar a destruir el castrismo, es la denuncia constante de los crímenes que cometen. Estoy convencido que así sumaremos a muchos seres cubanos a nuestra lucha y, entre todos, ayudaremos a que el veneno de la revolución del picadillo se diluya para siempre y se convierta en agua bendita para esa República libre con la que tanto soñamos.
Ricardo Santiago.