Cuando yo era muchacho, por allá por los 70s y principios de los 80s del siglo pasado, recuerdo que estar en contra de la dictadura de fidel castro era como ser un demonio, un apestado, un degenerado o un loco.
Nunca se me olvida que cuando alguien era señalado por la “gente” del CDR como un contrarrevolucionario, a los muchachos del barrio nos daba un miedo tremendo hasta acercarnos a “esa casa” porque, como decía el “compañero de vigilancia”: “quien mire a esos gusanos se convertirá en un bizco político…”.
¡Imagínense que le digan eso a los diez o doce años!
La propaganda del régimen era bien sádica a la hora de referirse a las personas que no comulgaban con el patria o muerte. La guillotina del socialismo no escatimaba ofensas ni justificaciones para desmoralizar y sepultar a quienes querían Patria, vida, mucha vida y nada de muerte.
El epíteto más usado y más diabólico era el de agente de la CIA. De hecho muchos de nosotros terminamos por creer que todo cuanto decían los medios oficiales era cierto y que lo mejor era mantenerse bien alejados de estos “espías públicos” pues podían dar nuestros nombres al monstruo imperialista y este venir una noche y tragarnos enteros.
Así creció mi generación, creyendo ciegamente en que los “buenos” éramos los que gritábamos y ofendíamos al hedor de nuestras botas rusas y camisas Kaki mientras los “malos” hablaban correctamente, vestían con elegancia y usaban desodorante.
Información o desinformación aparte muchos nos formamos sin una conciencia real de que algunos valientes cubanos se oponían abiertamente a la tiranía de los castro. Desconocíamos que incluso había todo un movimiento de oposición en Cuba, que estaban bien organizados, tenían una plataforma política y objetivos concretos de lucha.
Pero no, yo no tuve sentido de esa parte de mi tiempo, confieso que viví ajeno a la gran gesta opositora que se estaba librando abiertamente contra esa maldita dictadura comunista, viví sin entender la actitud manifiesta de este grupo de valientes cubanos, que algunos de ellos hasta entregaron sus vidas y exigían públicamente, de frente y sin miedo, una Cuba democrática, inclusiva, participativa y sin los hijos de puta castro.
fidel castro se inventó a sí mismo como un caudillo, se impuso a los cubanos mediante mentiras, la mantequilla por la libre y cubrió a Cuba con un manto de tanto terror que la gente prefirió decir sí comandante antes de que le quitaran la libreta de racionamiento.
El caudillismo castrista se modeló con ideas muy bien copiadas de cuanto sátrapa había tiranizado en la historia. fidel castro se encasquetó un trajecito verde olivo para resaltar eternamente su imagen de guerrillero heroico, no, perdón, ese era otro sinvergüenza, de “guerrillero invencible” y terminó convirtiéndose en un tiranuelo ensimismado con el poder y dueño de la dictadura más atroz e interminable que ha vivido este continente.
Por eso el muy cabrón gritaba tanto, hablaba horas y horas repitiendo la misma mierda, hacia discursos interminables que por humanidad y decencia no debió merecer ningún ser humano en este mundo, mucho menos los cubanos que vivíamos sus locuras a diario en nuestras mesas, en nuestros escaparates y en esta horrible “sed” que nos está matando.
Después nos dejó al hermano, pero ese ni pa’ caudillo sirvió, la gente aun se burla de él y le dicen hasta alma mía, fíjense que cuando el muy imbécil dijo lo del vaso de leche nadie le creyó, lo cogieron pa’l bonche y le siguen dando patadas por las nalgas hasta el sol de hoy que ni leche, ni vaso y sí mas represión, más hambre y más miseria nacional.
Hoy observo con mucha admiración a cubanos que alzan sus voces abiertamente contra el régimen de La Habana, admiro a un gran número de Organizaciones, Partidos y Movimientos, tanto en Cuba como fuera de ella, que no descansan y que, desde diferentes perspectivas, buscan un fin común que es la derrota total del castrismo en nuestra querida Patria.
Voces que ya son imprescindibles para una Cuba democrática, por eso tenemos que ser muy cuidadosos con nuestras maneras y nuestras posiciones, no podemos caer en las tentaciones del caudillo, del caudillismo y la gritería, tenemos que imponer el respeto y la verdad como única y mejor arma contra el castrismo, debemos salvar nuestras actitudes para no pecar por lo mismo a lo que nos estamos enfrentando y que la batalla contra la bestia feroz del socialismo se convierta en un lleva y trae de dimes, diretes y: ¿Quién es el último pa’ protestar?
Ricardo Santiago.