En Cuba chivatear es un oficio, un arte, una profesión y un descaro. Es la actitud de sumisión, adoración, miedo u oportunismo que muestran, quienes se dedican a esta labor, a un sistema que los cultiva, los mantiene y cuando no los necesita los mata.
A algunos les brota del alma porque son unos hijos de puta de nacimiento. Otros se forman por el camino como consecuencia de vivir en una sociedad que propicia la delación como forma y medio de vida, y los mas “moldeables” porque creen el cuento de la “Revolución buena” aunque no tengan qué comer y se estén muriendo de hambre ellos y sus hijos.
Los chivatos en el comunismo tienen picazón porque saben que en el fondo son tipos deshonestos, traidores, no confiables y que siempre serán detestados y aborrecidos hasta por sus propios amos.
La naturaleza de estos tipejos o tipejas es extraordinariamente frágil, generalmente fluctúa con los poderes de turno sin importarles la ideología, las causas que defienden o “el bien o el mal”, sólo les interesa sobrevivir a costa de lo que sea aunque tengan que calumniar a sus vecinos, compañeros de trabajo, de estudio, amigos o hasta su propia madre.
En Cuba todo el mundo sabe que sólo se llega a ocupar altos cargos en el partido, en el gobierno o en la dirección de instituciones o empresas si antes se ha cumplido con indecencia superlativa una importante cuota de chivatería.
Cuidado no confundir espías con chivatos. Los espías son delincuentes que están en las nóminas de los gobiernos y tienen objetivos y funciones específicos, generalmente avocados a la seguridad de cualquier país. Los chivatos son gentuza sin salario ni comisión, lengüilargos de medio peso que actúan gratis pero causando daños enormes.
El chivato cubano o chivato revolucionario es una especie única en el mundo. Su hábitat natural son las ventanas, las hendijas de las puertas, las colas de la bodega o cualquier cola donde se manifieste el desencanto popular y valga la redundancia, las conversaciones de vecinos o amigos, los apagones y los gritos de Fidel me cago en tu madre, facebook, la tristeza del pueblo y el exilio. Si eres chivato en el exilio fuiste chivatón en Cuba.
El chivato cubano no tiene vergüenza, es consciente del daño que causa y aun así se esmera en sobrecumplir la producción porque le encanta las palmaditas en la espalda y el: “Siga así compañero que con personas como usted la Revolución dura 100 años mas.”
En Cuba esta actividad es fomentada por el gobierno. La realidad es que Fidel Castro siempre supo que una de las formas de mantenerse en el poder era creando un ejército de “escuchas” a lo largo de todo el país y allende los mares también. Muchos, deslumbrados con “En silencio ha tenido que ser…”, dieron riendas sueltas a sus lenguas y, sin creer ni en la madre que los parió, se lanzaron a informar de todo cuanto le interesaba a los jefes comunistas.
Pero cuidado, este es un tema muy serio, el daño causado por esta lacra ha sido y es incalculable, miles de cubanos fuimos y somos víctimas de estos sujetos, nos han tronchado planes importantes, nos han comprometido en situaciones desagradables y hasta, en muchas ocasiones, les ha costado la libertad a un montón de compatriotas.
La chivatería es otra de las características de la Revolución castro-comunista, es parte indisoluble de su materia orgánica, de su raíz y de su esencia, tan dañina como ella misma y tan perversa como quienes la auspician y la ejecutan.
Dice mi amiga la cínica: “Se puede ser feo, eso no es ningún problema, pero feo, chivato e hijo ‘e puta sólo si te cagó el diablo…”
Para terminar les propongo que cada uno de nosotros nombre a un chivato que conozca, uno sólo por favor, no se excedan, debemos empezar a elaborar el libro de los chivatones ilustres de la patria, el mío: Cesar el de Andorra…