Este triste personaje, de oscuros y dudosos principios, de “capa ancha”, verborrea a la cintura y plumitas por allá atrás, es el tipo más farsante, más hipócrita, más oportunista, más cobarde y más despreciable, que yo he visto en toda mi vida, así de simple, conciso y directo.
Escribo su nombre con minúsculas, igualitico a como lo hago con el de los castro-comunistas, porque, para mi, según mi criterio, este fantoche es uno más de ellos, es otro guarapito meapostes que, haciéndonos creer que lucha contra el comunismo, que es enemigo de la dictadura castrista, que se enfrenta con espada y fusil a la ideología que lo creó, no es más que un chupa-chupa, un traga “fuegos”, cual parásito entortillerado, que succiona con alevosía la savia dolorosa de este exilio y de esta migración cubana.
El Delegado Alarcón, eliécer ávila, se aprovecha, para su beneficio, de la tragedia de un pueblo que lucha hasta con los dientes por renacer y para librarse de tan cruel persecución, de tan horribles maltratos, de tanta y tanta maledicencia, a los que fuimos sometidos, durante años y años, por los esbirros físicos y mentales de la tiranía más cruel, más recalcitrante, más oprobiosa y más maligna, que ha existido en toda la historia de la humanidad.
Trato de aliviar, lo más posible, mis remordimientos, para que esto no parezca un ataque de “odio” contra esa infeliz criatura. De hecho retrotraigo mi análisis, utilizando más el sentido común que la rabia, al ver cómo un mequetrefe, de falsa actitud triunfalista, de premoniciones y vaticinios retóricos, se siente con el derecho de juzgar a otros cuando él, maldito seas desgraciado, tiene un vidrio frágil, muy frágil, coronando un techo que, digo yo, más tarde o más temprano, tendrá que desplomarse sobre su propia cabeza.
Dice mi amiga la cínica que la mentira, el embuste y la estafa, no pueden sostenerse por mucho tiempo, que en algún momento la verdad “verdadera” se impone y termina por desenmascarar a estos individuos que, al final de esta historia, son tan o más dañinos que el mismísimo castrismo, así de simple.
Por otra parte quiero recordar que sobre este embustero he escrito en varias ocasiones, que llevo la mar de tiempo advirtiendo sobre su mala conducta, su falso talante y su discurso inocuo, vacío y mediocre, es decir, una verborrea básica, bien básica, que no dice y no conduce a ninguna parte pues, creo yo, tiene la única misión de entretener voluntades, de captar a tontos útiles y de desviar el verdadero sentido de una lucha que, aunque usted no lo crea, tiene más de sesenta y cinco larguísimos años y a un montón de mártires, a muchos héroes, a muchísimos seres cubanos comprometidos y a infinitos patriotas honestos.
Pues resulta que el Delegado Alarcón, eliécer ávila, miembro de un comité de defensa de no sé qué, aquí en el sur de La Florida, se siente con el derecho de juzgar a otros seres humanos y cubanos, acusándolos de comunistas, de colaborar con el régimen de La Habana, de ser unos esbirros y de otras muchas cosas más, porque, sencillamente, este u aquel mortal de más allá, trascienden, violan, se deslindan o se desentienden, de los cánones establecidos y aceptados por dicho comité de defensa miamero.
Hay que ser muy obtuso para que hoy en día, cuando existe una humanidad cubana luchando por alcanzar los principios fundamentales de la democracia, un grupúsculo de censores con carnet y con una militancia probada en su pasado, se atrevan a juzgar a otros tachándolos de enemigos del “pueblo” y de seres cubanos a los que hay que destruir.
Yo digo que al paso que vamos, si no le ponemos un stop a estos individuos, nunca tendremos una real democracia en Cuba y acabaremos, de a poquito y sin remedio, a pasito de conga “anti-comunista”, con la que tenemos aquí en los Estados Unidos.
A mi, lo que es a mi, este fantoche nunca me timó con sus discursitos de mierda ni con su falsa actitud de disidente amanerado, siempre estuve claro cuando les decía que el muy “vengador” de los humildes no era más que un pillo manigüero, nunca mejor dicho, que se sentó, a horcajadas oportunistas, en ese otro tibol que nos hemos inventado, aquí en el exilio, y que no sirve para otra cosa que para que unos astutos cederistas se enriquezcan, lucren, con la bondad y la benevolencia de nuestro destierro nacional o de nuestra vergüenza nacional.
Además recuerden que el chivato, perdón, el “chivo”, siempre tira pa’l monte…
Ricardo Santiago.