El discurso triunfalista del castrismo no “pega” con el hambre que tenemos los cubanos.



La dictadura castrista es “especialista” en celebrar cualquier cosa, en organizar conmemoraciones, actos solemnes, entregas de diplomas y medallas, “motivitos” para agasajar a los “valientes” y cuanto fetecún les sea útil para reafirmar que la revolución de los apagones marcha por la senda victoriosa y que ahora sí, después que gritemos muy alto viva fidel, compañeros, vamos a enderezar este socialismo de porquería que se nos está jorobando como árbol que nace torcido…
Es verdad. Los seres cubanos nos hemos tragado ese socialismo aplaudiendo, cantando, recitando, haciendo un minuto de silencio, bailando, llorando, desfilando y tomando agua de la pila, o tibores con cerveza de pipa, y escuchando “muy serios” a la fea difunta con su cancioncita babosa de que “a los héroes se les recuerda sin llanto”.
Yo siempre digo que la desgracia, para nosotros, empezó cuando fidel castro manipuló groseramente la fecha del “triunfo” de esa maldita revolución para hacerla coincidir con las festividades por el año nuevo, obligándonos a romper con nuestra hermosa tradición y dejarnos un muy patriotero “esperar un nuevo aniversario del triunfo de la revolú…” con arengas incluidas, cantadera del himno en plena borrachera y los gritos de viva fidel, viva el vasito de leche de raúl y viva la continuidad de díaz canel.
Fue tanta la ceguera y la bobería fanática que nos dominó, en los primeros años de los sesentas, que nos dejamos cambiar el puerquito asa’o de fin de año por una caldosa miliciana y comunista que parecía lo mismo pero que nunca supo igual.
Por supuesto todas las festividades con carácter religioso como las Navidades, días de Reyes, etc., fueron suprimidas del calendario y de la mente de los seres cubanos porque la revolución no podía darse el “lujo” de creer en un “viejito patillu’o” con su bolsa de regalos, ni en los tres Reyes Magos repartiendo alegrías a los niños. “No, compañeros, la patria de ahora, el hombre nuevo y la cerveza de pipa, tienen que ser como el che y más claritos y transparentes que la dictadura del proletariado”.
Hasta el Día de las Madres lo incluyeron en ese carnaval militante con aquel famoso “cake de la bodega”, a uno por núcleo, y que según la mujer de la oficoda era el esfuerzo de la revolución para entregarles a las madres cubanas un modesto presente…
Hoy voy a confesar públicamente que toda mi vida tuve problemas de memoria y que aprenderme los lemas y las canciones revolucionarias me costaban un trabajo del carajo. Recuerdo que cuando a mi grupo le tocaba hacer el matutino en la escuela yo sufría como un condena’o porque siempre se me olvidaba la frase que tenía que decir, no sé si por los nervios o el miedo escénico, pero aquello terminaba en un relajo tremendo porque, según me acusaba la presidenta del colectivo estudiantil, era como si a la bandera se le callera la estrella solitaria. Horrible. ¡Éramos tan inocentes!
Pero bien, la realidad es que la dictadura de los castro no deja pasar un hecho histórico, un acontecimiento en que se vea envuelto el nombre de Cuba, una gotera en el techo, una fecha “simbólica”, una agresión imperialista, un “patriota” viajando por el espacio sideral, la visita del distinguido, la zafra de los diez millones, el matrimonio gay, los cinco espías y un tarro, la creación de cualquier cosa y la colocación de la primera piedra para la construcción de la fábrica de raspaduras socialistas para instalar, de corre-corre, como es habitual en ese régimen, las tribunas, los micrófonos, las banderitas de papel, los pulovitos a los vanguardias y las cornetas altoparlantes para que el mundo entero oiga que esa revolución se menea como el agua en la batea.
¡Ay, Cuba, carajo, qué dolor y qué vergüenza tanta mierda! ¡Cuánto tiempo perdido en porquerías y en estupideces! ¡Cuánto aplauso derrochado y cuanta sed parados al resistero del sol!
Yo digo que si sumamos el tiempo empleado en todas las actividades y conmemoraciones del castrismo, en estos más de sesenta y tres larguísimos años, una detrás de la otra, esa dictadura ha invertido unos sesenta años de su existencia en el bla, bla, bla y en el mueve tu cinturita mami en vez de dedicarse a producir valores, riquezas, confort y bienestar para los cubanos.
Muchos me preguntarán qué tiene que ver la cerveza de pipa en todo esto y yo les respondo que no sé, que lo único que les puedo jurar es que da un dolor de cabeza del carajo y, a lo mejor, es por eso que los cubanos andamos medio trastornados por el mundo hablando tanta mierda…
Ricardo Santiago.



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