En Cuba muchas cosas provocan dolor. Muchas. Muchísimas. No hay peor ciego que quien no quiere ver, mirar, sentir y, sobre todo, reconocer la verdad.
El problema radica en que aún quedan muchos comemierdas por ahí, y me perdonan la expresión, con el cuentecito de la revolución de los humildes, yo soy fidel y los socialismos o muertes, como si una maquinaria tan perfecta de asesinar, y provocar desastres de todo tipo, fuera un divertimento social, un chiste o algo que los seres cubanos necesitamos o pedimos a gritos.
Las “inocentadas” son otra de las armas que utiliza el castrismo para subyugar al pueblo de Cuba.
La lista de los dolores causados por el castro-comunismo es enorme y muy descarada: La familia dividida y enemistada, la desigualdad social, la falta de libertades cívicas, las prohibiciones al tutti play, la represión física y espiritual, el desabastecimiento de alimentos, los exagerados “controles” para controlar lo incontrolable, el exilio desesperado, las constante e increíbles mentiras del régimen y, entre muchas más, la Patria cundida de bichos, parásitos, bacterias, virus y castristas.
El dolor es una de esas palabras de las que nadie quiere saber, comprender o entender su significado. Al menos nadie que esté en su sano juicio. El dolor es comparable a tener que ponerte unos zapatos que te queden chiquitos y caminar muchas cuadras para asistir a una “actividad”… Muchos cubanos saben de qué estoy hablando.
Cada persona piensa y siente que su dolor es el más grande del mundo y con razón. El dolor que se siente es indescriptible e inenarrable aunque la intensidad a veces se puede calcular por los gritos de quien sufre, padece o simplemente “calla y otorga”.
El dolor “lleva” marcas y deja marcas, marcas que la mayor parte del tiempo son invisibles pues se alojan en “un rincón del alma” donde nadie lo puede ver.
Aun así los seres humanos nos hemos especializado en causar dolor, en hacer sufrir, en maltratar y lastimar a los demás aunque casi siempre nos ensañamos y somos más crueles con quienes nos quieren o están más cerca de nosotros.
Un hombre que no ama daña porque el desamor es una de las principales fuentes de donde brota el maltrato, la violencia, la angustia, los abusos, la prepotencia y la intolerancia.
Los dolores del cuerpo se curan pero los del alma jamás.
Una mujer que infringe dolor se deshumaniza, desaprovecha la capacidad de crear la vida buena y se pierde en los laberintos de la infecundidad y la locura.
Un líder sabio, honesto, inteligente, humano y bueno no causa dolor a su pueblo o a sus seguidores, no descansa mientras uno sólo de ellos esté insatisfecho con su gestión, mientras exista inconformidad, tristeza o uno, o algunos, o muchos, no importa cuántos, tengan que irse a dormir con hambre, con los sueños sin realizar o con la creencia de que para ser felices tienen que emigrar.
En fin, un líder responsable, con vergüenza y dignidad, nunca admitirá disparidad entre su mesa bien servida y la de sus ciudadanos, no permitirá diferencias abismales entre el modo de vida de su familia y la vida del resto de los habitantes de su pueblo o, sencillamente, no podrá dormir tranquilo mientras vea la precariedad en que viven muchos de sus coterráneos y en las terribles condiciones en que crecen los hijos de estos.
El dolor que sentimos y no le encontramos explicación es el peor de todos.
Un porciento significativo del pueblo de Cuba sufre y agoniza. Los seres cubanos llevamos con el mismo sufrimiento más de 60 años. El dolor que nos causa la dictadura castrista no tiene alivio, y no tiene cura, porque lograron dañarnos desde la raíz y nos cambiaron desde el gusto por el “arroz con frijoles” hasta la ilusión por una vida sencilla, sin tanta politiquería, marchas combativas, intolerancia entre compatriotas y una esperanza de vida que tiene que ver más con la libertad espiritual que con los años del cuerpo.
El castro-comunismo es una maquinaria destructiva que ha violado todas las leyes de la decencia humana, es el monstruo que ha devorado la salud física y mental de los cubanos sin compasión, que ha cambiado la historia nacional y hasta ha manipulando, sin ningún pudor, la memoria de nuestros próceres.
Esa dictadura, ese invento de socialismo, sus seguidores, defensores conscientes e inconscientes, sus adulones de conveniencia y sus meretrices tapiñadas son los máximos responsables del dolor de todo un pueblo y sólo podrá ser erradicado cuando nosotros, los seres cubanos, decidamos convertirnos en el gran analgésico de la Patria.
Ricardo Santiago.