El “extraño” caso del opositor anti-castrista José Daniel Ferrer…

Vamos a ver cómo empezamos esta tormenta de ideas sin herir susceptibilidades, sin ofender que hay niños, pues ahora se ha desatado una especie de adoración a los pastores, digo, perdón, adoración descontrolada a favor de este «mediático» y guapetón opositor al régimen castro-comunista. Una exagerada admiración que estuviera justificada, digo yo, si se sustentara en el conocimiento, detrás de la historia real, de este nuevo “adalid” de la independencia de Cuba.

Quiero empezar aclarando que yo le doy gracias a José Daniel Ferrer por su entrega a la oposición anti-castrista, como también admiro la de muchos otros compatriotas que merecen atención y aplausos pues en esta desgastante guerra civil silenciosa que soportamos y que libramos los cubanos, por más de sesenta y seis larguísimos años, lo importante es juntar voluntades, sumar acciones, crear alianzas estratégicas y fomentar el respeto entre los contrarrevolucionarios, más allá de coincidencias o no, hasta que logremos liberar a Cuba de tan maldito estigma.

Pero, como he visto en sus propias declaraciones, José Daniel Ferrer, este líder local, de barrio, de una organización que según él reúne a más de tres mil almas «rebeldes», se siente el elegido, se siente el principal protagonista de una gesta que ha parido, durante más de seis décadas, a cientos de seres cubanos con igual o mayores méritos que este santiaguero que, para mi gusto, perdió el camino de la humildad al dejarse acunar, arropar y promocionar, por youtubers, por falsos patriotas y por mercachifles del tema cubano, radicados en el sur de La Florida.

Y a cambio de qué se produjo esta fatal mescolanza, por qué José Daniel Ferrer apareció de pronto en un triángulo amoroso, perdón, rectifico, en un triángulo ideológico con Alexander Otaola y Rosa María Payá, cómo explicar esa rara simbiosis si la frontalidad de una organización como la UNPACU, verticalidad anti-diálogo con la dictadura de hace unos años, era totalmente inversa a la política del plebiscito que propone CUBA DECIDE.

Por algún lugar le entra el agua al coco y esa es la respuesta que debemos encontrar para entender este acertijo de unos defendiendo encarnizadamente al otro y el otro dejándose exaltar a niveles que, insisto, no le corresponden.

En Cuba, dentro de Cuba, es muy fácil caer preso, es extremadamente factible que esa criminal dictadura te encarcele por cualquier, por el más mínimo motivo, incluso, sin que usted cometa delito alguno.

Pero eso todo el mundo lo sabe y lo aprendieron con sangre, con sudor y lágrimas, millones de cubanos y sus familiares que se han visto envueltos en tan dolorosos sucesos. Basta con que, en Cuba, usted se cague en la madre de díaz canel o diga que el hambre del socialismo no hay quien la aguante para que lo acusen por delitos contra la seguridad del Estado y ya tú sabes, si te he visto ni me acuerdo y de cabeza pa’l calabazo, a sufrir los peores maltratos, las mayores vejaciones y el presidio más injusto.

Por eso no creo que ser prisionero de “conciencia” en Cuba sea un aval para que nadie, absolutamente nadie, se auto-encumbre, se deje empingorotar o permita que otros lo encaramen en el pedestal de la Patria destinado a quienes ofrendaron sus vidas por la libertad y nunca, pero nunca, ni mencionaron la posibilidad de una “entrevista”, de una negociación, ni la más mínima tolerancia o ni el más mínimo diálogo, con esa maldita tiranía de todos los apagones.

Yo no voy a cuestionar las razones de José Daniel Ferrer para tan, repito, extraño cambio de actitud y de verticalidad hacia con quienes lo “torturaron” a él y hacia con quienes someten a millones de seres cubanos a tormentos, a martirios y a suplicios, todos los días de nuestra revolucionaria existencia, por el solo hecho de vivir en esa condenada y castro-comunista isla.

Mi visión sobre José Daniel Ferrer, ese importante representante de un “movimiento” contestatario local contra la tiranía castrista, es encontrada, no las tengo todas a favor de un hombre sobre el que pesan críticas de todo tipo y las que él mismo se encarga de amplificar con su actitud grandilocuente, con la exagerada auto-valoración que hace de su “sufrimiento”, con sus alianzas sin sentido y con el extraño caso de un opositor que un día dijo ocho y ahora dice ochenta y ocho.

Aun así considero que este debate, que esta pelea cubana contra los otros demonios que tenemos los seres cubanos dando vueltas como auras tiñosas sobre nosotros, debemos dejarlos para cuando logremos extirpar, de una vez por todas, al castrista que todos llevamos dentro.

Ricardo Santiago.

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