El extremismo “cultural” cubano es mas dañino que el mismísimo comunismo.

Yo digo que nosotros los cubanos somos una cosa muy seria, sí señor, y cuando digo nosotros los cubanos me refiero a la generalidad del pueblo, de la “raza”, de la nación, pues siempre hubo, hay y habrán excepciones que rompan las reglas del totalitarismo, del absolutismo y del extremismo y nos demuestren, nos enseñen que, asumir cualquier postura ideológica, ponerse radicalmente en el bando de los “buenos o de los malos” o pertenecer al partido de la mayoría por oportunismo, por amor barato o por estupidez masiva, nunca es tan bueno ni tan inteligente como lo pintan, así de simple y de gracias a Dios..

Nosotros los seres cubanos, insisto, cuando andamos en masa compacta marchando tras un ideal, que por desgracia suele ser muy a menudo, somos muy propensos y la mar de compulsivos, a tomar actitudes, a asumir posiciones o a pertenecer a partidos extremos, es decir, nos parcializamos muy fácil, facilito cantidad, con los rasgos más radicales de nuestra “nueva” postura de pensamiento y si hay que ser anticomunista pues atacamos a todo y a todos los que simpaticen con esa “degeneración” idealista, si hay que ser capitalistas somos más conservadores que quienes inventaron la propiedad privada, si hay que ser creyentes nos desbocamos tras un espíritu santo o una execración maligna y si hay que ser inconsecuentes con el mundo en que vivimos nos transformamos en seres más apáticos y hasta más invisibles, que el mismísimo personaje de H.G.Wells.

El problema es que nosotros los seres cubanos, vuelvo a insistir, no todos, pero sí esta gran humanidad que un día dijo “basta” y se fue pa’trás, no nos damos cuenta o no queremos entender, que la vida no es ni totalmente negra ni totalmente blanca, es decir, que los matices existen y que los tonos rosas, los grises y hasta los azules, como la época cielito lindo del genial Pablo Picasso, también existen y tenemos que convivir con ellos, asumirlos y respetarlos siempre que no agredan nuestros derechos, nuestra existencia y nuestra individualidad.

Nosotros los cubanos, bueno, bueno, bueno, con algunas excepciones, no muchas, la verdad, cuando estamos en Cuba somos los tipos más socialistas del mundo, somos, como nos hacen creer desde que éramos chiquiticos y de mamey, la vanguardia mundial del proletariado de todos los países uníos y nos largamos en diatribas, ofensas y agresiones físicas y verbales contra todo aquel que no piense como nosotros, que no “cante” como nosotros o que no “pinte” o “baile” como nosotros.

Pero si un día, por una de esas casualidades de la vida, logramos largarnos de aquel maldito infierno del socialismo de alcantarillas o de la revolución de los apagones, entonces somos y actuamos de forma contraria, nos radicalizamos tanto en nuestro odio y en nuestro anti-comunismo que somos capaces hasta de negar la belleza que dejamos atrás, hasta de repudiar todo lo que una vez nos hizo felices pues, como dice mi amiga la cínica, asumir la democracia y el respeto a lo ajeno no va con nosotros por los tantos, por los tantísimos años de adoctrinamiento con lo absurdo y por no querer entender, porque nunca nos lo permitieron, que en lo opuesto, en la otra orilla, en el “enemigo”, la hermosura también existe y nos puede hacer muy felices.

Yo, con los “años”, he llegado a pensar que nosotros los cubanos, que me perdonen quienes lograron escapar como yo de tamaño radicalismo, somos un pueblo que tiene muchas, muchísimas, limitaciones emocionales, exuberantes barreras existenciales y, lo que considero peor, lo realmente destructivo para una nación, se ha inventado su propio muro de contención para no ser juzgado ni por “capitalista” allá ni por “comunista” aquí.

El resultado final, a tan mediocre postura “partidista”, es que somos capaces de, sin ningún remordimiento o vergüenza requerida en estos casos, aparecer en público despotricando contra la obra creativa de este o de aquel personaje porque, sencillamente, el tipo es afiliado a una ideología que no nos gusta y que hemos decidido, con muy pocos argumentos, por cierto, declararla nuestra enemiga jurada y nuestra razón de ser para que no nos tilden de blandengues o de tener cobardía política.

Así es como, qué pena, nos perdemos y perdimos la oportunidad de encontrarnos con lo hermoso que, afortunadamente, existe en los versos de un trovador, en el pincel de un excelente pintor, en la danza de un ángel sobre el escenario, en los baches de Macondo y hasta en el grito de libertad de un Guernica, o de una Jungla, que nos pide urgente una buena versión de Bésame Mucho…

Ricardo Santiago.

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