Los cubanos, a los “viejos pánicos” de toda la vida, hemos tenido que sumar, después del 1 de Enero de 1959, un montón de sustos que, si usted los analiza bien, yo digo que nos han convertido, a la fuerza, en el pueblo más “asustadizo”, impresionable y temeroso del mundo.
Pero, cuidado, no nos equivoquemos, aun cuando muchos nos acusan de cobardes, por cómo hemos permitido que el castrismo nos controle por casi 60 años, “soportando” la peor dictadura-militar-hijeputiense de la historia, también digo que al pueblo cubano le sobra actitud, solo que nos hemos dejado “convencer” por las mentiras de esa sangrienta maquinaria represiva que, definitivamente, nos ganó la emulación, digo, la iniciativa.
A los tradicionales fantasmas, cocos, vampiros, la medicina amarga, tiburones sangrientos, monstruos dentro del closet, inyecciones, debajo de la cama está el majá…, la oscuridad, el agua con azúcar que da parásitos y cualquiera de los “espantos” infantiles, hemos tenido que añadir los muchísimos horrores que provoca vivir en el socialismo: que se acaben las papas después de hacer una cola de tres horas, que se “abra” el cambolo de Santa Ifigenia, que corten el fluido eléctrico a la hora en que los niños ven los muñequitos, que nos suenen un discurso “encadenado” por todas las emisoras de radio y televisión, que los frijoles no se ablanden, que nos vean la gente del comité, que la risa no nos alcance pa’ alegrarnos, que aparezcan nuevas goteras en el techo, el vecino con la música a to’ meter o que nos acusen de desafectos, por solo citar unos pocos ejemplos.
El castrismo, durante estos 60 años, apoyó su poder, en realidad su falso poder, en el miedo que inculcó en el alma y en la vida del pueblo cubano. A la cruenta represión física que hace vivible con los fusilamientos, los encarcelamientos, las golpizas, las retenciones arbitrarias, el hostigamiento y la brutal censura espiritual contra todo aquel que intenta alzar la voz un poquito más de lo que ellos permiten, añade un sofocante, constante y permanente estado de terror que se manifiesta en la descojonante vida que tenemos que vivir por las carencias, vicisitudes, miseria, pobreza y racionamientos intrínsecos a la incompetencia de esa revolución socialista.
La historia ha demostrado que el Coco de Birán manipuló a diestra y siniestra a cuanto mentecato se le cruzó en su camino, se sirvió de las fuerzas políticas existentes, ofreció villas y castillas para ganar adeptos, creó alianzas rencorosas, traicioneras y oportunistas con sus rivales y se proclamó el payaso libertario de la nación con total impunidad pues todo aquel que no le celebrara sus estúpidas bufonadas aparecía, al día siguiente, de “fumigador” del mosquito Aedes Aegypti.
La manipuladora propaganda del castrismo se las agenció para culpar únicamente a Batista de la sangre que manchó las calles de Cuba antes de 1959. La gran mayoría caímos en esa trampa. Por eso muy pocos, poquísimos, lograron adivinar que, tras la bachata y el jubileo de los primeros días de Enero de aquel fatídico año, a los cubanos nos sobrevendría un largo y oscuro período de intimidaciones, amenazas y castigos que convertirían la vida de un próspero país en un verdadero basurero y en un “caluroso” infierno.
La génesis del miedo a no ser revolucionarios, no amar a fidel, no ser como el che, no odiar al imperialismo, no entregar hasta nuestra última gota de sangre por la revolución y no gritar que se vaya la escoria nos la inocularon en la conciencia desde edades prematuras, cinco o seis años, cuando aun no sabíamos diferenciar entre un vikingo y un “expedicionario” pero sí teníamos que tener bien clarito, pero muy clarito, quién era del 26 y quién del 27.
Recuerdo que de muchacho, para que nos portáramos bien y no nos metiéramos en el patio de Eusebio a robarle los mangos, uno de los “miedos” que más usaban, que a estas alturas de mi vida aun no sé si era real o una “leyenda urbana”, y que además me convirtió en un niño modelo por el pánico que me provocaba, fue la historia del cocodrilo sin dientes de 100 y Aldabó, un lugar siniestro a donde llevaban a quienes “se portaban mal” y donde decían que hasta el más guapo de los hombres “hablaba” hasta por los codos.
Yo creo que es por eso que no me gustan los zoológicos.
Ricardo Santiago.
Las doctrina castros-comunistas trabajan psicológicamente en lo más profundo del alma de las personas, las adoctrinan a su manera, las convierte en sus siervos, las maltratan y humillan y aun así veneran a sus verdugos.La hambruna comunista es el peor consejero que puede tener un ciudadano , trabajan así para hacer a las personas cada día más dependientes del estado que les arrebató sus libertades y dignidad.