Ser un ser cubano instruido, bien educado, inteligente, lúcido, pensante y productivo, no necesariamente está ligado a la formación académica que recibamos, a los estudios vencidos o a la preparación profesional que alcancemos en nuestro devenir por aulas o recintos castristas donde te enseñan que dos más dos son cuatro, mi mamá me ama, me mima y yo “amo”, hasta la victoria siempre, a fidel y a la revolución del picadillo.
En Cuba es muy difícil hacer un análisis de cuánto analfabetismo, o no, erradicó en realidad el castro-comunismo pues la macabra propaganda de la “educación gratuita” al alcance de todos, obligatoria y “garantizada” por el Estado revolucionario, enmascaró, disimuló y manipuló la verdad sobre la tamaña ignorancia que en general padecemos los cubanos, de cuánta oscuridad tenemos en nuestros cerebros, de cuántas malas ideas somos portadores y de cuánto desconocimiento somos capaces de albergar pues, la mayoría de nosotros, aun nos tragamos el cuento de que con saber leer y escribir, gracias a la revolución de los “humildes”, matamos a pellizcos el burro que llevamos dentro aunque sea sumando con los dedos o garabateando con muchas faltas de ortografía.
Y es que hay que partir de que en Cuba, la mal llamada educación, la anémica instrucción académica, está controlada absolutamente por la dictadura castrista, supeditada a sus intereses socio-políticos, dirigida a divulgar un montón de falsedades sobre nuestra historia nacional, a minimizar la traición de fidel castro, a mistificar su invencibilidad como comandante del picadillo, orientada a masificar y estandarizar la doctrina de que con la revolución todo, contra la revolución nada, enfocada a sembrar el miedo a la libertad entre todo un pueblo, supeditada a la exaltación de la cantidad por encima de la calidad y concentrada, cien por ciento, en adiestrar a todos los cubanos en los principios más fascistoides del socialismo, de esa maldita revolución y de las aberraciones más repulsivas del, por suerte para todos, incinerado “comandante en jefe”.
Dice mi amiga la cínica que hoy por hoy, en un altísimo porcentaje, lo que sale de las escuelas castristas es metralla. La verdadera educación en Cuba se desapareció de las aulas cubanas dando paso a la chabacanería revolucionaria, a la chusmería barriotera, a la violencia del socialismo, el bullying del comunismo, al fraude académico del castrismo, a la corrupción física y moral de “los pobres del mundo” y al desinterés, la “creación” de un nuevo tipo de “cubano” que, o bien padece de una desinformación monumental rayando en el analfabetismo, o se regodea hablando tonterías, estupideces, repitiendo malas consignas, lemas pasados de moda, pensamientos ajenos, defendiendo por inercia lo indefendible y complaciendo a un régimen dictatorial al no querer, o no saber, que en este tiempo, que nos ha tocado vivir, hay que hablar de política, hay que decir la verdad sobre la mala vida que se vive en Cuba, sobre quiénes son los verdaderos culpables de nuestros horrores y sufrimientos y, lo más importante, que solo podremos reconstruir esa Patria podrida, destruida y humillada, el día que logremos exterminar el castro-comunismo de la faz de la tierra.
La realidad es triste, muy triste. Muchas veces me avergüenzo cuando escucho hablar a algunos cubanos y no entiendo una palabra de lo que dicen, es como si yo me hubiera quedado detenido en el tiempo o como si mi castellano estuviera “pasado de moda”. Sesenta años de soportar una maldita revolución para darnos cuenta que hemos involucionado hasta en nuestro idioma, hasta en nuestros valores culturales, hasta en nuestra idiosincrasia y, lo que es peor, hasta en el amor y el respeto que un día sentimos y tuvimos por la Patria, por la bandera, por nuestros antepasados y por el “casquito de guayaba con quesito crema”.
De nada nos sirvió ser un pueblo “leído y escribido” si no somos capaces de ver un tilín más allá de nuestras narices, de entender que con el régimen castrista, y su socialismo dictatorial, Cuba y los cubanos jamás saldremos de la opresión, la miseria y el subdesarrollo que hoy nos está matando.
Es cierto que tantas consignas, tantos letreros, toneladas de discursos, chorros de lemas y demasiadas mentiras nos jodieron las neuronas y provocaron que subutilizáramos nuestros “casquetes polares” pero, cubanos, la estupidez, la subnormalidad y las burradas tienen un límite y es hora de que, sin ir tan lejos, busquemos en nuestros recuerdos las enseñanzas de los abuelos cuando nos decían que cualquiera puede leer y escribir, pero amar a la Patria, venerarla, defenderla, ser respetuosos y educados, es lo que definitivamente nos hace ser verdaderos seres cubanos.
Ricardo Santiago.