¡Ay, mijo, que nos pregunten a los seres cubanos si de casualidad, si de refilón, si como quien no quiere las cosas, si de guilletén, alguna vez fidel castro y su maldita revolución de los apagones, o del tibor del socialismo, hicieron de Cuba un paraíso sobre esta bendita tierra!
Porque, pensándolo bien, y es mi experiencia personal, lo más cerca que estuve del paraíso en Cuba fue en una escuela al campo donde nos tocó un campamento que se llamaba “El Paraíso”…, punto y aparte, si te he visto ni me acuerdo, paraíso, paraíso, en mi patio tengo una matica de paraíso.
Aquello partía el alma. Tierra colora’ y fango por todas partes. Un albergue que había sido una casa de secar tabaco y lo mismo te podía caer del “cielo” un alacrán que un chupacabras, con unas letrinas construidas de corre-corre para los corre-corres que te trancaban las tripas de solo olerlas y mirarlas, unas “duchas” frías sin techo que pa’ qué hablar de eso y, lo más terrible, lo más espeluznante de todo, una explanada donde nos formaban para arengarnos constantemente por la productividad de la patria, para “elevarnos” la moral socialista y para que defendiéramos, con nuestra última gota de sangre si fuera preciso, los tomaticos del comandante en jefe.
A mí la “nave del olvido” me recordaba a los campos de concentración nazis donde tenían a los prisioneros hacinados en barracones, viviendo en condiciones infrahumanas, obligados a realizar trabajos forzados más allá del límite de las almas hambrientas pero, en el caso nuestro, aparte de las semejanzas con la crueldad fascista, también éramos sometidos, coaccionados, chantajeados y amenazados, con una “manchita” en el expediente escolar, si no cumplíamos con la norma de llenar “infinitas” cajas de tomates para salvar, Vita Nova de exportación mediante, la patria, la revolución y el socialismo.
Quienes estudiaron en Cuba recordarán, y no me dejarán mentir, qué significaban realmente las puñeteras “manchitas” aquellas en los expedientes escolares, algo así como un coñito, perdón, un cuñito tatuado sobre la piel, de persona non grata, que te acompañaría durante toda tu vida y que no te permitiría transitar los “pulcros” caminos de la patria revolucionaria y aspirar, como hombre nuevo, nuevecito, a “una casa, a un carro y a una buena mujer”.
Pero, bien, sigamos con lo del paraíso en la tierra y el socialismo que ahí sí que hay tela por donde cortar.
Qué decir…, de pronto me he quedado hasta con la mente en blanco, un nudo en medio del pecho y una garraspera en la garganta porque cada vez que me acuerdo de las promesas, de las miles de promesas que nos hiciera fidel castro diciéndonos que el humillante sacrificio por el que pasábamos se convertiría en un paraíso de prosperidad y pancitos con mantequilla en el futuro, adicionándole el vasito de leche del General de la pamela, por supuesto, se me ponen los pelos de punta y me sacan de quicio pues, más de sesenta y tres larguísimos años después de que casi todos los seres cubanos le abriéramos los brazos y confiáramos en tamaño “ofrecimiento”, hoy solo tenemos un país miserable, hediondo, un pueblo silenciado, un exilio exagerado, ciudades desbaratadas y podridas, una economía bochornosa, elevados índices de alcoholismo, de suicidio, de desesperación, de locura, con una juventud que ha convertido la violencia en un divertimento mortal, un país fragmentado, dividido, segregado, con un estado terrorista y macabramente represivo, sin agua potable, sin electricidad, sin alimentos, sin esperanzas y con una cantidad de chivatones nacionales que hasta las auras tiñosas se han vuelto veganas porque por comer carne, en Cuba, te pueden fusilar por delito de alta traición a la patria.
Harían falta miles de horas y de palabras para describir por qué Cuba, la que fuera un día la tierra más hermosa que ojos humanos vieron, después del 1 de Enero de 1959, nunca fue el cacareado paraíso socialista que tanto promocionó el castrismo y sí, para desgracia de todos nosotros, un verdadero infierno donde el fuego del odio, el rencor, la envidia, la mediocridad, la mentira, la brutalidad y el descaro, achicharraron para siempre la esperanza, el amor, la fertilidad, las expectativas y los sueños de una nación y su pueblo.
Es doloroso, es triste, un país hermoso convertido en estiércol por el empecinamiento de un grupúsculo de incapaces oportunistas que mantienen en el poder a un régimen desobediente del progreso y la razón, un país que si bien no era perfecto estuvo siempre más cerca de Dios y de sus bondades que de toda esa ridícula porquería de yo soy fidel que nos ha hundido irremediablemente en el abismo.
Ricardo Santiago.