Sí, Señor, a todos los cubanos, a todos sin distinción de credos, de ideologías, de filiaciones políticas, de si son de aquí o de allá, de sus gustos o disgustos, de si somos más de fresa, de chocolate o de vainilla, de la actitud que tengan ante la vida, es decir, lento, rápido o furioso e, incluso, de si estamos de acuerdo, o no, con el mismísimo demonio de Tasmania, digo, de Birán.
Porque ese vitoreado, edulcorado y cacareado socialismo, a fuerza de cometer millones de disparates, chapucerías, violaciones, represión a las libertades sociales e individuales, prohibiciones, chantajes y “defunciones” inducidas, ha devenido en el principal, en el más grande, en el más abominable, en el más enquistado y en el más sanguinario enemigo, castrador, verdugo y explotador de todos, absolutamente todos los cubanos, vivamos donde vivamos, coloreemos del color que coloreemos, seamos carnívoros o vegetarianos, castristas o seres cubanos, hablemos de política o callemos para siempre, nos guste la gasolina o la guagüita de San Fernando, subamos por “la libre” el Pico Turquino, el Empire State o prefiramos vivir encadenados, amarrados a lo cortico a esa estúpida malformación dictatorial, doctrinera e ideológica, antes que ser libres de cuerpo, de alma, de cerebro y de corazón.
Porque la única verdad es que ningún cubano, mientras exista esa criminal tiranía que a todos nos alcanza por igual, aunque a algunos les parezca que están libres de “polvo y paja”, tendremos una vida plena, orgánica, de rechupete, como Dios manda o tan siquiera como el más elemental derecho de un ser humano para vivir en este mundo “nuestro” que cada día parece más una casa de “locos” grandes y chiquiticos.
Y es que en Cuba todo el pueblo, todos los habitantes de esa maltratada isla, para lograr sobrevivir a tamaña degradación económica, política y social, están obligados a practicar el “arañazo existencial” que les permita empatar un mes con el otro y que el oficio, el necesario oficio de respirar, no se les convierta en un agónico suspiro de divagaciones, decepciones, tristezas, desesperaciones y asfixias.
Algunos maman directamente de las “arcas de la dictadura” por su papel de promotores, defensores y gestores de ese régimen. Viven como “magnates” de la dictadura del proletariado y se estiran “felices” cuanto pueden porque no padecen las penurias que se sufren en una isla a la que ellos han hundido en el desastre, la porquería y la basura. Pero, aun así, sienten mucho miedo de revelar sus verdaderos instintos, hacer pública su hambre espiritual pues saben la verdad sobre ese socialismo destructivo y prefieren guardar silencio, aparentar conformidad, recogerse a sus opíparas vidas y continuar con su revolución de atrocidades, con la manipulación política, con su cobardía represiva y auto-represiva pues están tan comprometidos, son tan culpables de todo cuanto se les acusa, que saben que, por “fuerza mayor”, tienen que permanecer dentro del “closet” pues son culpables de los peores crímenes que se han cometido contra el pueblo cubano. Un ejemplo: el canciller castrista, bruno “silicona” parrilla.
Otros, los represores del montón, los de la turba sindicalista castro-comunista, los que se mantienen empecinados, por los siglos de los siglos, en esa asquerosa mentalidad de hombres nuevos-nuevecitos, los policías de todos y hasta de ellos mismos, los verdaderos soportes materiales de ese llamado socialismo, los rin-quin-calla-te-pica…, los chivatos, custodios y cederistas destacados de la tiranía, los de la “jabita” mensual por servicios prestados a la patria, soportan la miseria y la agonía que les impone el castrismo por puro “amor” a la insuficiencia y a la mediocridad, por creerse por encima del resto del pueblo porque son animales de confianza, porque son quienes empujan la carreta de la revolución para que se monten sobre ella, felices y sin esfuerzos, los castro, sus descendientes, sus edecanes y un reducido grupúsculo de delincuentes que son, en definitiva, los principales responsables del horror, las limitaciones, la desesperanza y los atropellos que sufrimos todos los cubanos. Un ejemplar de esta despreciable manada jala carretas: yusuam “el triste”.
Pero, la mayoría del pueblo, los seres cubanos que tienen que ir a pie a todas partes, son las principales víctimas del socialismo. Para ellos no hay paz ni entendimiento con la miseria, no hay esperanzas, no hay prebendas ni revolución de los humildes que valga, no hay “calmantes” contra el hambre y no hay futuro porque…
Perdónenme…, no puedo seguir escribiendo…
Ricardo Santiago.