En realidad desde hace mucho tiempo, es decir, en Cuba, la vida de los seres humanos, y cubanos, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, no vale nada, no tiene sentido, no tiene importancia, es desechable, es insignificante y es canjeable de acuerdo a los intereses de esa maldita revolución y de ese inmundo socialismo de alcantarillas.
Porque el ser cubano, durante estos más de sesenta y cinco larguísimos años de dramática existencia revolucionaria, ha sido, fundamentalmente, la moneda de cambio para todo tipo de transacciones delincuenciales de esa corrupta dictadura, ha servido como escalón servil para la política doméstica y exterior de esos esbirros ideológicos y ha devenido, tras tantos abriles de una mariconada social, económica y cultural tras otra, en una especie de embudo mefistotélico donde el agua entra a raudales, la electricidad electrocuta hasta el aire, la comida llena estómagos dictatoriales y el pan de piquito se sirve opíparamente en las mesas de los jerarcas del partido comunista, mientras a los cubanos de pueblo, a los cubanos humildes, a los cubanos de a pie o a los cubanos a los que la vida no les sonríe, no les toca nada, el embudo siempre lo ven por la parte más estrecha, el sacrificio es su lema de todos los días, esa misma vida es una reverendísima mierda y el asco que tengo no sé si es por hambre, por sueño, por sed o por esta horrible pesadilla en la que estamos viviendo.
A todas esas condenadas calamidades propias de un socialismo de alcantarillas, de un régimen de tirafondo manipulador, de una realidad usurpadora de todos los valores de la decencia, de la lógica y del buen vivir, sumémosle ahora las tragedias aparejadas a una sociedad sumida en una crisis escandalosa, a la pérdida total de esos mismos valores de vida necesarios para ser un país de respeto, a la lucha cruel y desigual por sobrevivir a una realidad demasiado ininteligible y a una miseria que se refleja con creces en lo material, en lo espiritual y en todo lo que nos rodea y que nos aprieta el gaznate hasta dejarnos con la más mínima entrada de oxígeno a nuestros maltratados pulmones.
Porque esa es la pura verdad, en Cuba, los seres cubanos, se mueren por todo, de todo y de cualquier cosa evitable, la vida nuestra ha dejado de ser esencial, de ser importante y de ser lo más preciado, para dar paso a la muerte traicionera, a la muerte absurda y a la muerte que nadie, que absolutamente nadie, quiere vivir.
Nuestros niños mueren de enfermedades perfectamente curables, los feminicidios se han disparado alarmantemente, la cobardía masculina multiplica la violencia hacia las mujeres con parámetros injustificables, nuestros jóvenes se asesinan en las calles por el mero hecho de “salvar” una moral de caballitos que no moraliza a nadie, los ladrones, los estafadores, los carteristas, los mira huecos y los bandidos, se multiplican a la más elevada expresión sin ser detenidos por las autoridades responsables, los matarifes matan por placer y la corrupción se adueña hasta del alma de una nación que, para sobrevivir, engaña a diestra y siniestra por tal de agenciarse el violento pan nuestro de cada día.
Cuba, o mejor dicho, el pueblo humilde de Cuba, se hunde en la desilusión, en el abandono y en el desamparo, mientras la casta dictatorial multiplica su riqueza, aumenta sus dividendos mal habidos y se apropia cual cardumen de pirañas hambrientas, valga el símil, de todo cuanto no les pertenece, del erario publico nacional y hasta de la voluntad de un pueblo que, a estas alturas del partido, valga la redundancia nuevamente, no sabe si el futuro es negro, si one, two, three cojan puerta, si esta vida es vida o si lo mejor es acabar de morirnos todos de una vez y reencarnarnos en un país con luz, con agua de tomar, con muchas manzanas y sin esos castro-comunistas de mierda.
Resulta muy difícil vaticinar una salvación a corto o mediano plazo para esa sociedad en fase terminal. El régimen castro-comunista no da ni un ápice de esperanza o de mejoría que ayude a salvar a ese país en ruinas. Cada acción que acomete es para hundir a Cuba, una y otra vez, en el estercolero de ese socialismo improductivo, inhumano y criminal, las supuestas “medidas” que implanta son un retroceso para nuestro bienestar y otra vuelta del cinturón para apretarnos la cinturita, sin oportunidades de desarrollo individual, sin progreso social y sin vida mía, vida de mi vida y oh, oh vida, si supieras…
Ricardo Santiago.