El problema más grave que tenemos Cuba y los cubanos, al final, no son los castro, es más, esta siniestra pandilla, a pesar de ser los dueños y máximos gozadores de las riquezas de nuestro país, serían insignificantes si no contaran con el apoyo de un montón de “seguidores”, segundones, derrochadores de la baba ciguata, pendencieros de la botija del comandante, milicianos de las redes sociales, tracatanes seducidos y abandonados, vigilantes pagados con pan con pasta, cederistas “exiliados” y muchos, muchísimos, imbéciles sin dignidad que se hacen los “suecos” intentando ocultar la miseria en que viven nuestros compatriotas por culpa de la dictadura que inventó el polvo pa’ hacer “dulce” de piedra de Santa Ifigenia.
fidel castro fue un sujeto muy habilidoso para lograr que otras personas lo siguieran ciegamente, fue tan así que la gran mayoría de sus admiradores eran capaces de hundirse en la mierda por tal de congraciarse con el gran líder de las fosas reventadas de La Habana.
Producto de su grandilocuencia y su ego patológico siempre se rodeó, incluso desde su época de pandillero en la Universidad, de debiluchos o “corticos” mentales incapaces de avizorar sus truculentas manipulaciones para hacerse con el poder y el control absoluto de lo que fuera, de cualquier cosa y a cualquier precio. Ese apóstata de los tumultos nunca tuvo escrúpulos para imponer sus deseos, sus locuras, sus descarríos y los tantos y tantos disparates que repartió por toda Cuba a tres por cabeza y marchando: Una “napolitana” y dos siropes de mantecado…
Desde el torbellino político de la década de los cincuentas en la Cuba del siglo XX, este plan tareco avizoró que sólo obtendría la presidencia del país si creaba su propia “agencia” de zonzos pues en los partidos políticos de la época era rechazado por hablantín, discursero, enredador y traidor.
Por eso ideó el ataque al Cuartel Moncada. Reunió a un grupo de infelices y generó uno de los actos terroristas más grandes de la historia cubana, provocando un sinnúmero de muertos de ambos bandos, sobre todo del suyo, y donde el muy miserable no obtuvo ni el más mínimo rasguño, entregándose días más tarde porque no soportó la picazón que le daban los bichos del matorral donde estuvo escondido hasta que pasara “la mala fortuna”.
Absuelto de tan mísero episodio (en cualquier país del mundo por un acto semejante lo condenan a la pena de muerte), se fue al monte con otro grupo de segundones y tercerones y, por circunstancias que algún día los historiadores tendrán que desenmarañar con la verdad por delante, obligó a marcharse del país al General Batista, usurpando el poder en Cuba el 1 de Enero de 1959.
Desde el principio, y un poquito antes también, eliminó, descartó y evaporó a todo aquel que le pareciera inteligente, incluso si desde la brutalidad lo desafiaban: “desaparécelo que el infeliz no sabe lo que dice…”.
Los que quedaron “vivos”, los que se salvaron de la guadaña revolucionaria, socialista y castrista pronto se dieron cuenta que lo más sano era el punto en boca y los aplausos en las manos porque esa actitud les reportaba mejores prebendas y, lo más importante, les mantenía la cabeza sobre los hombros y las nalgas en las “sillas de mandar”.
Con esos truenos Cuba se repletó de sujetos cuya mayor premisa era asentir a todos los caprichos y disparates del asalta caminos de Birán con asquerosos y nauseabundos: SI COMANDANTE, COMO USTED DIGA COMANDANTE, USTED ES UN GENIO COMANDANTE EL INVENCIBLE COMANDANTE, ¡HAY ME DUELE COMANDANTE!, convirtiendo al país en la gran finca del apellido castro donde, a parte de robar a su antojo, podía poner en práctica sus “ideas” sin que nadie se atreviera a enfrentarlo.
En fin, yo digo que los “musinguillas” de esa revolución son el principal problema de Cubita la traqueteada, son la verdadera causa por la que esa dictadura se mantiene y derrama tanta porquería sobre nuestra nación porque, a decir verdad, si esos obedientes y miserables “trastornados” les dijeran a los castro: “!basta, no vamos a repetir más sus putas mentiras…!”, hace mucho tiempo hubiéramos montado a esa familia de bandoleros en un tirapiedras gigante y jala que te jala que te jala y ¡suéltalos coño! los habríamos mandado para casa del carajo…
Ricardo Santiago.