Los cubanos debimos ser un pueblo feliz de no ser por el 1 de Enero de 1959.
La Cuba dictatorial de Fulgencio Batista, con todo cuanto pueda decirse, permitía libertades cívicas que hoy, y por más de 57 años, ha reprimido y reprimen con saña Fidel Castro y sus herederos. La prueba de la benevolencia del “tirano” Batista es cómo salieron con vida Castro y su pandilla del acto terrorista más grande efectuado en la historia de Cuba donde murieron varios cubanos: El asalto al Cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953.
Recuerden, por sólo citar un ejemplo, que los Castros fusilaron a tres jóvenes cubanos, en un juicio sumario y sin garantías procesales, por el intento de secuestro de una lancha, sin peligro para la vida de nadie, para abandonar Cuba en 1994. Fusilamiento apoyado a conciencia por un grupo de artistas, intelectuales y personeros del partido comunista y del gobierno y que se hizo público en los medios oficialistas de todo el país.
En todo país, en todo grupo humano y en cada persona hay una fecha, un día, un minuto o un segundo en que les cambia la vida para mal o para bien. Es lo que llamamos “el viento de la desgracia” o un bendito golpe de suerte.
Antes de 1959 Cuba estaba a la vanguardia de casi todos los países americanos incluyendo a Canadá, salvo algunas excepciones como los Estados Unidos, México, Argentina y algún otro, los cubanos podíamos exhibir con orgullo un lugar privilegiado en el grupo de naciones donde se daba fácil el buen vivir.
Las libertades individuales, el progreso, el civismo y el desarrollo de la industria son algunos de los parámetros importantes que deben tener todo país y todo gobierno que desee lo mejor para lograr estándares de vida aceptables para sus ciudadanos.
La maquinaria demoledora castro-comunista no creyó en progreso, civismo y mucho menos en el desarrollo, para ellos todo eso significaban malas palabras o diversionismo ideológico. La involución de la sociedad cubana ha puesto a nuestro país entre los últimos países, no sólo de América, sino del mundo entero, una verdadera vergüenza nacional y un retroceso incomprensible en la vida contemporánea. El mundo hacia adelante a pasos de gigantes y Cuba pa’ tra’ como “cangrejito saliendo del mar”.
Fidel Castro entró en La Habana el 8 de Enero de 1959 como un huracán con nombre satánico, causando mucha bulla, profiriendo promesas, regalando esperanzas y anunciando triunfalismos que a la larga se convertirían en apagones eléctricos interminables y una gran oscuridad como el verdadero destino del pueblo cubano.
La Revolución castro-comunista es sinónimo de hambre, miseria, éxodo y muerte. Para algunos cubanos con ceguera total o parcial y sumisión a ultranza al régimen, con prebendas materiales y/o políticas (o con una extraña picazón en lugares húmedos) defender este engendro social es pura conveniencia ideológica, su filiación real no va más allá del status de vida que han logrado obtener aclamando “al líder” y atropellando al resto de los cubanos, incluso muchos coronando sus vidas con la partida al exilio en busca de “horizontes” que saben que el castrismo jamás les ofrecerá, y aun así arrastran con ellos su excrecencia servil y la reparten en cualquier país como buenos trogloditas de la vida.
La historia de Cuba fue truncada por la incompetencia y la mediocridad, por la ambición desmedida de un grupúsculo afianzado a un poder que, si Usted lo analiza bien, es ejercido desde la ilegalidad a través de la fuerza y usurpando la verdadera democracia de los cubanos.
Fidel Castro es un viento, o mejor dicho, un pedo maloliente en la historia de nuestra patria que sonó por allá por 1959 y que no quiere abandonar nuestros olfatos por mucho que soplemos a nuestro alrededor…