¡Ay mamá, definitivamente el “gran amor” que “tienen” que sentir los cubanos por la Tropicola de Birán se ha convertido en un trago muy amargo! El más amargo de todos los “amargos”. Yo diría también que el más cansino, repugnante, ácido, “muequero” e hipócrita de este mundo.
Esta es ahora la “nueva moda” de la alta costura castrista, continuadora de la vieja costumbre comunista de imitar íconos fabricados, adornados y edulcorados, de prohibir la individualidad de los seres humanos para convertirlos en “modelos del mismo traje”, de que todos anden, hablen y piensen parejitos para tener que dar un sólo gaznatón cuando alguien se salga del guión revolucionario, en fin, para que los que quieran aparecer en el libro sagrado de la Patria socialista, les guste o no, tengan que colgarse, literalmente, el cartelito de “Yo soy Fidel” y caminar Rampa arriba y Rampa abajo aunque hagan el ridículo o el mundo se ría de ellos por imbéciles y comemierdas.
Este es y será el precio a pagar por “querer” ser “fidelistas por siempre” en un país donde es más importante parecerse que ser. Yo voy a ver con qué cara van a llegar mañana a Miami o a quién o a quiénes imitarán en el futuro.
Pero, para empezar: ¡Que le cuelguen a otro ese cartelito! ¡Solavaya!
A mí lo que más me jode de todo esto es que utilicen a niños y jóvenes para estas payasadas ideológicas, bueno, en realidad si llevan más de 50 años exigiéndole a los infantes cubanos que sean como el Che, que el tipo era cualquier cosa menos un modelo a seguir, pues que los obliguen ahora a perpetuar y multiplicar el desastre nacional queriendo ser como el Cambolo de Santa Ifigenia, El Bandolero Oriental, El Genio de la Guachipupa “dulce”, El Asesino de la Baba Sólida o El Hipnotizador del Caribe, es natural, a nadie lo tomó por sorpresa, los comunistas necesitarán de muchos culpables para, en el momento adecuado, culpar y justificar la debacle económica, política y social que sufre, “por los siglos de los siglos”, la nación cubana.
Es terrible pero es cierto.
Cuando Fidel Castro, a principios de Enero de 1959, arrancó desde Santiago de Cuba hacia La Habana con su marcha triunfalista, falsa y sobredimensionada, entre los muchos sentimientos que fue “arrollando” con esta comparsa de bandidos, pandilleros, barbudos rebeldes, amorales tira-tiros y energúmenos de tres batallas y medias, fue con la individualidad y la decencia de los cubanos. Esa “revolución” que nos han querido imponer como “la gran gesta liberadora” o “la única que logró la verdadera independencia” de Cuba, no ha significado otra cosa que la mayor involución, la más grande falsedad, el engaño más cruel, un terrible retroceso y el peor “baile de la chancleta” que ha sufrido un país en toda la historia de la humanidad.
¿Pero es que no resulta demasiado evidente este genocidio continuado? ¿Son necesarias más pruebas para demostrar el desastre cubano a todos los niveles? ¿Se necesitan más cubanos muertos de hambre y vivos con hambre para entender que subsistimos bajo una sangrienta dictadura?
Pero no, la fiesta de la jerigonza socialista continúa porque de lo que aquí se trata es de que el pueblo no piense, no razone, actúe con la misma “alegría inerte” que arrastra desde 1959, de que la multitud embrutecida acuda a la Plaza a desfilar el 1 de Mayo para demostrarle al mundo que Fidel Castro, aunque le dieron candela por los cuatro costados, está hoy más vivo que nunca, que los cubanos aman al difunto y, para que no le queden dudas a nadie, todos en Cuba quieren ser como él, pero ojo, atención, como era antes, por supuesto, mucho antes de la estupidez de la moringa, de las reflexiones ridículas, de la incoherencia senil o, como es lógico, antes de que lo convirtieran en un chicharroncito rompequija’.
Muchos creímos que con la muerte de Castro los cubanos tomaríamos conciencia de que Cuba no era otra cosa que un cacicazgo tropical y que si el perro no estaba tampoco las garrapatas, que este podía ser el punto de partida para liberarnos de toda la idiotez vivida y que las membrecías al Sindicato de la Bobería Socialista podían llegar a su fin y los cubanos empezar a ser como nosotros mismos…
Ricardo Santiago.
El símbolo más visible del fracaso todavía vive en una libreta de racionamiento que hasta día de hoy provee miseria y disolución, al pueblo cubano. Tal vez por ello hasta el mismo Leonardo Padura, (escritor cubano) reconoce con cierto humor lastimoso, «reconstruir la utopía revolucionaria pero desde la experiencia del fracaso».
Todo pueblo tiene el gobierno que se merese.
Mira que interesante; esto me recuerda mucho la doctrina que imponen los terroristas árabes distorcionando el Coran y convencen a jóvenes al suicidio y a hacer atentados esplosivos.
También no hay que olvidar los adoctrinamientos de Hitler, lo que sucedió en Rumania y el regimen soviético. Similar dentro del mismo contexto es lo que hacen los extremistas de Corea del Norte.
Nada, que se trata de que hay que estar con ellos o eres su enemigo. Ellos alimentan la doble moral.
Soy cubano y creo que hay alguna esperanza, sobre todo cuando veo gente como los venezolanos que no se dejan pisotear.
Doble moralidad… Merecen lo q tienen.. No defienden lo q anhelan.. Así es la realidad..