¿Ganó magistralmente Trump o perdió estrepitosamente Kamala?

Yo digo que en la vida, los seres humanos y cubanos, sobre todo los seres cubanos, tenemos que ser objetivos, tenemos que ser inteligentes y tenemos que ser agradecidos, esto como premisa fundamental para nuestra validación, como entes pensantes, ante Dios, ante la humanidad y ante nosotros mismos.

De ahí se desprende que tras más de sesenta y cinco larguísimos años de sádico adoctrinamiento, con las ideas de la izquierda reaccionaria y retrógrada arraigadas en nuestros cuerpos y cerebros, muchos cubanos no quieren ver, no se dan cuenta, no se percatan, que el mundo, para que exista y funcione con todas las de la ley, tiene que apegarse a la defensa incondicional de la propiedad privada, tiene que asumir el patriotismo como rasgo distintivo de su nacionalidad y tiene que arrodillarse ante Dios, cada día de su cortísima existencia, para intentar lavar sus pecados, para probar su lealtad absoluta y para hacer el bien y no mires a quien.

Por suerte para la agónica vergüenza nacional cubana, muchos de nuestros compatriotas, a pesar de ese criminal adoctrinamiento, sufrido sin merecerlo y como parte o brazo ideológico del colonialismo castro-comunista, han abierto sus mentes, han agrandado sus ojos y se han convencido que un mundo mejor solo es posible, si defendemos, con nuestro voto sagaz y agradecido, el único rincón de este mundo donde la libertad es un derecho, es una obligatoriedad y es una premisa imprescindible para el mejoramiento humano.

Los Estados Unidos de Norteamérica, esa gran nación a donde todos quieren ir y de la que muy pocos quieren irse, es un país, en su esencia, en su historia y en su cultura, profundamente republicano, defensor de sus valores constitucionales, amante de los conceptos nacionalistas de sus Padres Fundadores y temerosa de Dios, valores esenciales que los han definido durante todo el tiempo de su existencia y que, a pesar de uno o dos fallitos «existenciales», siguen siendo el país abanderado en la defensa de la democracia a nivel mundial.

Precisamente esos errores fueron los que permitieron que, en el 2020, accediera a la presidencia un gobierno demócrata “liderado” por dos personajes de triste talante que, con más ineptitud que valores americanos, destrozaron esa gran nación y destruyeron la solidez de sus estructuras económicas con políticas fundamentadas en el populismo, en el libertinaje, en la deshonra y en hasta, diría yo, en el más profundo anti-americanismo.

Pero, como dicen los que saben, el tiempo de Dios es perfecto y el Señor aprieta pero no ahoga, el agua se mueve con lucidez por los vasos comunicantes y pone cada cosa en su sitio y a cada ser humano, o cubano, en su justo lugar.

Porque tal como iban las cosas los Estados Unidos se despetroncaban sin remedio en el abismo de la lujuria y la destrucción, es decir, una inmigración descontrolada e ilegal, el sostenimiento económico a guerras ajenas, un gasto público exuberante e innecesario, la aceptación de agendas de extrema izquierda y, e insisto en este punto, el anti-americanismo, entre muchísimos errores más de administración tanto política, como económica, como social, estaban provocando el deterioro del país, poniendo en el piquito de la piragua la hegemonía norteamericana en el orden mundial y acercando a los Estados Unidos al gran relajo de las repúblicas más bananeras de la historia universal.

Dice mi amiga la cínica que el pueblo norteamericano no es estúpido y que abre los ojos con gran facilidad, por eso ven muy rápido, es decir, a lo one, two, three, cojan puerta, donde dice peligro y enseguida se levantan y dicen basta, el relajo con orden y aquí lo que se necesita es a alguien que ame a América de verdad, que nos ponga a nosotros primero y que quiera sacarnos de entre tanta falsedad, de entre tanto populismo de barrigas y mentes vacías, de entre tantos flagelos izquierdistas y de entre tanta mierda que, por cierto, cada vez hiede más a castro-comunismo.

Estas elecciones pasadas, a parte de ser históricas por todo lo acontecido, reflejó la gran inteligencia y los grandes valores del pueblo norteamericano, una lección de sabiduría monumental al resto de la humanidad pues demostraron que podemos estar “entretenidos” una parte del tiempo, y esto nos pasa factura, pero no por más de sesenta y cinco larguísimos años como sucede en cierta isla del Mar Caribe.

Yo estoy feliz, suceda lo que suceda el Presidente Donald J. Trump nos ha dado una disertación de valentía, de civismo y de patriotismo que muchos, muchísimos, entre los que me incluyo, debemos imitar para salvar y para salvarnos…

Ricardo Santiago.

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