Hace unos años escribí un artículo alabando, con encendido entusiasmo, con sinceridad y orgullo, a una Rosa María Payá que, denunciando con una energía contagiosa el “asesinato” premeditado de su padre por parte de la revolución de los apagones oscuros, se iniciaba públicamente en los derroteros de la lucha anti-castrista y en la gran guerra Patria que libramos muchos seres cubanos contra la tiranía más asesina de toda la historia de la humanidad.
Mi admiración hacia esta bendita niña de papá, en aquellos momentos, fue superlativa, decente y respetuosa, pues veía en ella, en sus denuncias y en su pena de hija huérfana, la inspiración, la chispa necesaria, para que un pueblo entero se contagiara con su dolor y nos decidiéramos, de una vez por todas, sacarnos la banderita del 26 de Julio que fidel castro nos metió por el culo, romper las cadenas físicas y sicológicas que tanto estrangulan nuestra libertad y sacar de sus madrigueras por el moño a los esbirros, a los torturadores y a los comunistas que tanto daño, pero tanto daño, nos han causado en esta larga historia de comemierdería revolucionaria y de comportarnos como unos comemierdas funcionales, valga la redundancia.
Ante mis encendidas loas por el martirologio de este ser mutilado filialmente por, según ella, las fuerzas oscuras de mi nación, algunos amigos me criticaron con firmeza e intentaron demostrarme que el padre, es decir, Oswaldo Payá, ni era tan, tan, tan, como querían vendérnoslo, ni ella, Rosa María Payá, tan valiente, tan comprometida con la libertad de los cubanos, tan frontal contra el régimen castro-comunista y mucho menos, pero muchísimo menos, tan líder de algo como quería presentarse o como otros querían metérnosla por los ojos.
Debo confesar mi sorpresa ante tantas “revelaciones” demostrativas y mi solución, mi decisión, fue tomar cautela, no hablar tanto sin saber y esperar a ver cómo se desenmarañaba este caso pues no hay nada mejor que el tiempo para que las aguas tomen su nivel natural, para que la cabra agarre el caminito del monte y para que los oportunistas saquen sus perros a pasear y claven sus uñas sobre el dinero que no les toca.
Muy bien asesorada tuvo que estar esta niña malcriada por mami y papi para que, de la noche a la mañana, apareciera como una líder panamericana, como una figura excepcional en la lucha contra el comunismo, al frente de un proyecto heredero de la misma blandenguería dialoguera de su difunto padre, reuniéndose en nombre mío y tuyo con instituciones y figuras internacionales, administrando entidades y ramificaciones de la “industria” del oportunismo y recibiendo millones de dólares para, repito, según ella y sus patrocinadores, impulsar la democracia, la defensa de los derechos humanos y la lucha contra el opresor “alumbrando” el continente de la América Latina.
Yo siempre he tratado de explicarme cómo estos combatientes contra el castro-comunismo encuentran, con tanta facilidad, por dónde le entra el agua al coco, es decir, cómo acceder a las fuentes por donde brotan las ayudas económicas, cómo aplicar para la subvención de proyectos para «educar» democráticamente a los jóvenes nicaragüenses, cómo recibir donaciones de entidades y privados comprometidos con la salud de la democracia y cómo adquirir propiedades, casas millonarias, fincas y casitas en la playa, sin tener que trabajar, sin doblar el lomo o sin sudar la gota gorda como la mayoría de los emigrantes en el mundo.
Ahora, gracias a Dios, se ha destapado la profunda corrupción y la descarada putrefacción que existe tras estos suculentos “donativos” a la “causa” de la libertad.
Yo digo que nosotros los seres cubanos, la inmensa mayoría de nosotros, vivíamos ciegos y ajenos a la realidad que se mueve tras los millones de dólares que se destinan a nuestra causa, a los cientos de millones de dólares que algunos individuos sin escrúpulos malversan en beneficio propio y que, como ha quedado demostrado, van a parar a otro lugar menos a la lucha por la libertad de Cuba, al sustento de nuestros presos políticos y sus familias, a la tan vilipendiada democracia y en hacer prevalecer los derechos humanos que tenemos los seres humanos y los seres cubanos, para tener una vida digna, con respeto y con orgullo.
Tengo, una vez más, que tomar cautela y ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Las investigaciones sobre la corrupción y el mal manejo de los fondos está en proceso y, Dios mediante, caerán y pagarán cada uno de estos delincuentes por el delito mayor de traicionar, por un puña’o de dólares, al pueblo cubano, que así sea…
Ricardo Santiago.