¡Qué decir, qué exponer y cómo explicar, una vez más, cientos de veces más, que a Cuba “nos la ha podrido el enemigo”, quiero decir, el castro-comunismo!
También digo que uno de los rasgos más demostrables, desgraciadamente cuantificables, que caracteriza a ese maldito régimen socialista, que persiste en hundir en la miseria, en el hambre y en la desesperación a nuestro país, por exceso, por sus mariconadas punitivas y por defecto, es la corrupción, la terrible descomposición de los valores éticos, morales y espirituales que han llevado a que nos asfixiemos, nos ahoguemos, nos revolquemos desesperadamente entre tantas y tantas depravaciones de lo humano y lo “divino”.
Y es que la revolución del picadillo, o la dictadura castrista, valga la redundancia hasta que repugne, es un ente anti-social, una estructura de falso poder, un conglomerado de malas ideas aplicadas por delincuentes y criminales, una sedición involutiva y un sistema de leyes y “constituciones” oportunistas que nació corrupta, que se fundó sobre el oscuro concepto de perpetuar a un fulano eternamente sentado en un tibor y permitirle, por mandato dictatorial y porque le saliera de sus diabólicos güevos, que hiciera, que deshiciera a su antojo, sin que nadie le cuestionara siquiera la tremenda peste del pedito que se tiró, compañero comandante, todo cuanto le diera su gana en un país, en una isla, con un pueblo, que quedaban rendidos a sus pies por un excesivo subidón de la “adrenalina” rebelde, por una borrachera contestataria absurda, por una comemierdería patriotera sin límites y por una demoledora cobardía política adquirida cantando en coros multitudinarios el himno del 26 de Julio.
Porque los cubanos no nos dimos, o no quisimos darnos cuenta, que la llamada revolución de los humildes estrenaba su larga lista de corruptelas con el mismísimo fidel castro, un tipejo que desde el inicio maniobró para adueñarse del poder en Cuba sin que mediaran elecciones populares, que nombró al frente de los ministerios e instituciones del país a sus principales cómplices importando más el grado de sumisión que el de capacitación, que arrasó con todo cuanto le pudiera hacer sombra o cuestionara su omnipotencia casquivana y que se blindó, incluyendo a su familia, tras un escudo de “legalidades socialistas” que les permitieron disponer de los recursos de la Patria, del erario público nacional y de la paciencia de los seres cubanos.
Después de tanta manipulación y tanto libertinaje de los “poderes del Estado” la suerte, digo, la mala transparencia, el mal desenvolvimiento, la indecencia y el irrespeto hacia Cuba y hacia su pueblo quedaron sellados.
Los cubanos nos desgastamos más en “combatir” a un imperialismo yanqui, que nos miraba asombrados por lo imbéciles que éramos, que en entender que con el socialismo Cuba iniciaba su indetenible carrera letrinera, es decir, que nos hundíamos para siempre en nuestra propia mierda y que en nuestro país, desde las relaciones interpersonales, pasando por la adquisición de cualquier artículo para la vida, hasta la necesaria confiabilidad “política” para subsistir dentro del régimen, quedaron marcados por la doble moral, el descaro, el tráfico de influencias, el uso de la mano izquierda, el sociolismo, la cantidad y no la calidad, los comentarios a traición y la corrupción.
He dicho todo esto porque recién se ha hecho viral en las redes sociales un post donde una niñita, una ingenua pionerita seremos como el che, reconoce así, como lo más natural del mundo, que si los cubanos de infantería queremos ir a la playa, a disfrutar del sol, la arena y la espuma, primero tenemos que agenciarnos un buen amigo “coronel” para que nos abra las puertas del paraíso “terrenal”.
Visto a simple vista esto pudiera parecer un sin sentido, una incongruencia, cosas de muchachos que no saben lo que dicen, pero los seres cubanos, los que nacimos y vivimos en Cuba, sabemos que ese ha sido el común denominador, la esencia, el patrón de comportamiento en un país que lleva, óigalo bien, más de sesenta larguísimos años soportando la misma pudrición, el mismo descalabro ético y moral, que nos impusieron el 1 de Enero de 1959.
Por la linda pionerita siento vergüenza ajena, un tin de responsabilidad y una profunda lástima porque, la pobre, está condenada a terminar de conformar sus valores éticos dentro de una sociedad que estandariza la podredumbre y la mentira hasta el punto de la “normalidad”.
Por Cuba, por nosotros como seres cubanos, una tristeza enorme, un dolor lacerante porque cada día, de esta perra vida socialista que nos hemos empeñado vivir, nos perdemos irremediablemente en el “laberinto del fauno” hasta que terminemos por no reconocernos a nosotros mismos…
Ricardo Santiago.