Discutir con un castrista es perder el tiempo, es malgastar palabras, verdades y argumentos que, aunque están ahí, absolutamente probados y demostrados, resulta imposible pues estos roedores amaestrados y adoctrinados se empeñan en hacer apologías de una maldita revolución involutiva que, durante más de sesenta larguísimos años, no ha hecho otra cosa que destruir a un país hasta, incluso, donde la lógica humana jamás pensó que pudiera ser “descojonado”.
Y tanta maldad, tanta desgracia y tanta catástrofe han provocado que, hoy por hoy, existan muchas Cuba aunque tres de ellas sean las más vivibles, las más reconocibles y, tristemente, las más evidentes.
Existe una Cuba que es la que la dictadura exhibe ante el mundo y utiliza para convencer a los “entretenidos universales” de que la revolución que hizo fidel castro, con tanto “sacrificio” y por la que “entregó” hasta su última gota de sangre, es lo más grande del mundo, lo más humano del mundo, lo más bonito del mundo y lo más parejito del mundo.
En esa Cuba los “visitantes”, y sólo ellos, encuentran hospitales funcionales, limpios y con un servicio médico-asistencial de buen nivel, instituciones científicas de primer orden, alguna que otra cooperativa de producción agropecuaria, muy “productiva”, para “satisfacer” las necesidades alimentarias del “pueblo”, un pedazo de la vieja ciudad restaurado con el “esfuerzo” de la revolución, patrimonio de la humanidad, y donde todo cuanto se recauda en sus lujosos hoteles y comercios se “invierte” en la salud del pueblo, una escuela primaria con pioneritos bien uniformados, peinaditos, que no gritan ni corretean y muchos proyectos sociales, queridos compañeros visitantes, que acometeremos pues para la revolución el confort y bienestar de los cubanos…, bla, bla, bla…
Obviamente todo forma parte de la propaganda del régimen para edulcorar una ineficacia administrativa que ha destruido el corazón de la nación cubana hasta el último “ventrículo”, que ha retrocedido el país en cientos de años y que ha prostituido a una sociedad hasta el punto de que algunos truequen un simple plato de comida por pudor o por vergüenza.
Yo estoy seguro que si raúl castro invita a uno de esos “visitantes ilustres” a almorzar a su casa, o a la de su hija mariela castro, el mundo diría que los cubanos somos el pueblo que mejor vive y que mejor come, un, dos, tres, te como y camino veinte pasos…
Pero existe otra Cuba que los “ilustrísimos visitadores” no ven, nunca ven, y no lo hacen porque no quieren pues sólo tienen que adentrarse dos cuadras más allá de los carteles de “venceremos” y las fachadas “coloreteadas”, y es la ciudad que se pudre, que se derrumba, que hace amores promiscuos, que se hunde por tanta desatención, olvido, indiferencia y marginalidad.
Es la verdadera Cuba, la de los cubanos de infantería, la del pueblo que soporta sobre sus hombros la desgracia que nos han traído estos sinvergüenzas y donde encontramos las fosas sépticas reventadas, los comercios desabastecidos y con telarañas, los niños jugando descalzos en las calles, el hacinamiento familiar, los edificios apuntalados y en peligro de derrumbe, la violencia festinada, la delincuencia, la vulgaridad exacerbada y a otros pioneritos con el “mismo” uniforme pero más descolorido y más harapiento.
Y hay una tercera Cuba que es la del exilio.
La dictadura castrista puede jactarse de haber provocado una de las emigraciones más desesperadas en la historia de la humanidad. Los seres cubanos del exilio sumamos más de tres millones sin contar los cientos de miles que perdieron la vida intentando escapar de aquella maldita agonía.
La Cuba del exilio vive otra realidad, es como la cara “moderna” del cubano, linda, hermosa pero triste, nostálgica y que, aun cuando haya logrado encontrar estabilidad económica, nunca estará conforme porque los colores, los olores y los sabores de la Patria los lleva clavados en el alma como un dolor perenne y asfixiante.
Por eso resulta imposible discutir con un castrista. Esos fulanos no razonan, incluso la mayoría viven en la segunda Cuba pero son incapaces de ver objetivamente quiénes son los verdaderos enemigos del pueblo cubano. A cambio de vulgares nimiedades “matan” por la dictadura sin ser capaces de darse cuenta que defender a raúl castro es extender su propio martirio.
Los castristas del exilio, es decir, los que viven en la tercera Cuba, bueno, en realidad qué les puedo decir de tales máscaras humanas, les propongo dejarlos para un próximo análisis, por ahora sólo diré que, a mi juicio, constituyen la prostitución del carácter más burda, asquerosa, increíble y peligrosa del mundo.
Ricardo Santiago.