Quiero empezar aclarando, enfatizando y reiterando, que cuando digo dictadura castro-comunista, me refiero, incluyo y meto en el mismo saco, a todas aquellas personas y “animales” que, de cualquier manera, al izquierdo y al izquié, por delante y por detrás, de refilón, de medio lado o de lado entero, son protagonistas del descalabro de la nación cubana, están relacionadas con el fecalón de la revolución del picadillo, son defensores de la urticaria socialista o, incluso, ni están a favor o en contra, se abstienen, o “no se meten en política” pues todos, todos inclusive, sin que se me quede ni uno afuerita, son responsables del tremendo hedor que envuelve nuestra Patria, de las muchísimas muertes que provoca ese régimen asesino y de la angustia, el dolor y el sufrimiento de millones y millones de seres cubanos.
Digo esto porque no quiero que nadie ni nada que tenga que ver con esa monstruosidad, es decir, desde el mismísimo General de la pamela hasta la última de las ciber-clarias escondida en cualquier cloaca lúgubre de este planeta, se me quede fuera de mis diatribas, se salve de mis maldiciones o pase inadvertida, como gatica de María castro, de cada una de las denuncias, verdades, exposiciones y “deposiciones” que intento hacer, sobre ese engendro, para que el mundo, y sobre todo los cubanos, abran los ojos, y presten mucha atención, de los peligros que encierra una falsa ideología como la castrista, disfrazada de revolución social, de democracia socialista, de la humildad de los “humildes” y del ridículo internacionalismo proletario.
Pasa que, todavía, existen muchos comemierdas que se creen el cuento que nos hizo fidel castro a los cubanos, el 1 de Enero de 1959, e intentan retomar la pachanga efervescente con la que nosotros le abrimos los brazos y las piernas al cambolo de Santa Ifigenia cuando, inocentemente, le entregamos totalmente un país, y un pueblo, al que solo había que devolverle su Constitución, sus derechos ciudadanos y unas transparentes elecciones.
Y así andan, “con la adarga al brazo”, cantando y vociferando la Internacional como si lo que hemos sufrido los cubanos, en estos últimos sesenta larguísimos años de raquítica existencia, fuera un jueguito de muchachos, una bobería, el descuido de un pueblo que no supo apreciar las “bondades” del socialismo y prefirió huir despavorido lanzándose al mar, cruzar selvas infectadas de “fieras” de todas las especies, acudir a soluciones descabelladas, a matrimonios “sin estómagos” y a la mismísima muerte en bicicleta antes que tener que hacer una cola de tres días para comprar un mísero jaboncito.
Como siempre digo la Internet, las redes sociales y cuanto soporte digital existe, están saturados, con la copita llena y desbordados de imágenes sobre Cuba que reflejan los horrores, la destrucción, la vergüenza, el fundamentalismo chapucero, la apatía, el adulterio y las cochinadas de una dictadura que convirtió una hermosa isla, lo que era un próspero país y una bendita tierra, en el peor lugar de este planeta donde los absurdos físicos y espirituales se dan la mano y se pasean, porque los viví y los vi con mis propios ojos, “Rampa arriba y Rampa abajo”.
Y la prueba de la asquerosa manipulación sobre la verdad, con la que intentan ocultar sus fechorías, está en la cantidad de “voceros”, abogados defensores y amantes seducidos y abandonados que salen rabiosos cada vez que publicamos un escrito o ilustramos con imágenes, las mismas que brotan del desastre nacional castrista, diciendo que no, que eso es en otro país, que bueno que el pueblo tiene sus necesidades pero que mi espíritu de mercenario consumado las amplifica, que la revolución es chiquita pero picosa, que los “dirigentes” no le roban al pueblo, que yo lo que debería es morirme y que, repito, según ellos, patria o muerte, venceremos…
Por eso digo que no excluyo a ninguno de la lista, tanto ejecutores como cómplices, de la tragedia que vive el pueblo cubano, y por la que en algún momento tendrán que ser juzgados por crímenes de lesa humanidad.
No importa el grado de “penetración ideológica” que tengan, no importa si son militantes o no, no importa si iban emparrillados o le daban a los pedales, la verdad, la única verdad, es que cada loa que se le haga a esa dictadura, cada vestidito de princesa que se le ponga al General o cada cobarde lema que se diga para justificar lo injustificable, es un enorme, larguísimo, descomunal tiempo que se le suma a la miseria, y a la agonía, de todos los cubanos.
Ricardo Santiago.