La dictadura castrista es pródiga en celebraciones, conmemoraciones, festividades patrioteras, actos políticos, entrega de diplomas y medallas, motivitos ideológicos, fiestecitas comunistas y cuanta mierda les sea útil para reafirmar su supuesta “felicidad progresista” y de paso, así, como quien no quiere las cosas, meterles a los cubanos el socialismo por la cabeza.
Es verdad. Los cubanos nos hemos tragado el socialismo en seco, con agua de la pila, con cerveza de pipa y con Los Karachi sonando “De Cabinda hasta Cunene un solo pueblo” a to’ meter. ¿Se acuerdan?
Nunca se había visto un país que entregara tantas certificaciones al mérito revolucionario, membrecías a los “partidos únicos” de la patria, diplomas por tener la lengua larga, carnet de vigilantes “vigilados”, medallas de la santísima croqueta de subproductos, sellos de vanguardias que se van y no regresan, banderitas a destacados del sudor y patadas por las nalgas a quienes son alérgicos a las palmaditas en la espalda como en nuestra Cuba después del 1 de Enero de 1959.
La jodienda para los cubanos empezó cuando Fidel Castro manipuló la fecha del “triunfo” de su “revolución” y la hizo coincidir con las festividades por el año nuevo, obligando al pueblo a romper con esta hermosa tradición para dejarnos una muy política, pero muy política: “esperar un nuevo aniversario del triunfo de la revolución”, con su arengas incluidas y todo el teque que ya ustedes saben. Era tanta la ceguera y la bobería patriotera de aquellos primeros años que nos dejamos cambiar al puerquito feliz por un marranito miliciano y comunista, así de simple.
Por supuesto todas las festividades con carácter religioso como las Navidades, días de Reyes, etc., fueron suprimidas del calendario y de la mente de los cubanos porque la revolución ni podía darse el lujo de creer en el “viejito patilluo” con su bolsa de regalos ni en los tres Reyes Magos repartiendo alegrías a los niños. No, la Patria de ahora, el hombre nuevo y la cerveza de pipa tienen que ser como Camilo y el Che que “para eso ofrendaron sus vidas y no pidieron a cambio ni un pan con pasta y ni un vasito con agua”.
Hasta el Día de las Madres lo incluyeron en este carnaval de la politiquería con aquel famoso cake de la bodega, a uno por núcleo, y que según estos hijos de puta era el esfuerzo de la revolución para que nuestras progenitoras estuvieran contentas.
Yo voy a confesar públicamente que toda mi vida he tenido problemas de memoria y que aprenderme los lemas y las canciones revolucionarias me costaban un trabajo del carajo. Recuerdo que cuando a mi grupo le tocaba hacer el matutino en la escuela yo sufría como un condena’o porque siempre se me olvidaba la frase que tenía que decir y aquello terminaba en un relajito y en unas burlistas tremendas porque, según me acusaba la maestra, era como si a la bandera se le callera la estrella solitaria. Horrible. ¡Éramos tan inocentes!
Pero bien, la realidad es que la dictadura de los Castro no deja pasar un hecho histórico, un acontecimiento en que se vea envuelto el nombre de Cuba, una gotera en el techo, una fecha “simbólica”, una agresión imperialista, un patriota viajando por el espacio sideral, la visita del distinguido, la zafra de los 10 millones, el matrimonio gay, los cinco espías y un tarro, la creación de cualquier cosa y la colocación de la primera piedra para la construcción de la fábrica de merenguitos para instalar, de corre-corre, como es habitual en el socialismo, las tribunas, los micrófonos, las banderitas con estrella solitaria incluida y las cornetas altoparlantes para que el mundo entero oiga que esta revolución se menea como el agua en la batea.
¡Ay Cuba carajo! ¡Qué dolor y qué vergüenza tanta mierda política! ¡Cuánto tiempo perdido en porquerías y en estupideces! ¡Cuánto aplauso derrochado con la cantidad de mosquitos que hay!
Yo digo que si sumamos el tiempo empleado en todas las actividades y conmemoraciones del castrismo en estos 58 años, una detrás de las otras, esa dictadura ha invertido unos 40 años de su existencia en el bla, bla, bla y en el mueve tu cinturita en vez de dedicarse a producir valores, riquezas, confort y bienestar para los cubanos.
Muchos me preguntarán qué tiene que ver la cerveza de pipa en todo esto y yo les respondo que no sé, que lo único que les puedo decir es que da un dolor de cabeza del carajo y a lo mejor es por eso que los cubanos andamos así, medio trastornados.
Ricardo Santiago.
Mejor escrito no podía quedar. Excelente retrato cubano y de la Roboilusion.