La “nueva” incomunicación de los cubanos o el regreso a las señales de humo.

Que los cubanos estemos incomunicados, que la falta de acceso a la información nos coma por una pata, que navegar por Internet sea un lujo o que si te he visto ni me acuerdo, sean las condiciones naturales de quienes viven en Cubita la desinformada, es noticia vieja, es otra revelación tiránica, es lo mismo con lo mismo y es la sotana del monje dictatorial que, desde hace más de sesenta y seis larguísimos años, campea sin respeto por cada rincón de la Patria nuestra incluyendo el alma de sus habitantes y la de quienes la visitan también.

Porque en Cuba, en Cubita la vigilada hasta por el ojo de una aguja, nada escapa a ese “gran hermano” abusador vestido de verde olivo, a ese vigía omnipresente en cada espacio del territorio nacional, en cada lugar donde exista alguien que piense en positivo o donde una o más personas quieran soltar una “carcajada” disidente o un discurso de inconformidad por la dura realidad que nos ha tocado vivir, bajo esa maldita revolución de los apagones más largos del mundo, y que parece se va a extender por los siglos de los siglos.

Yo digo que en Cuba existe más que un férreo control sobre todos los aspectos de la vida, incluso de los más sencillos, vivamos allí o no. En Cuba, para esa criminal dictadura castro-comunista, todo es un delito, todo es un peligro que amenaza la permanencia de esos hijos de puta sentados a horcajadas en el tibor del socialismo y todo es un sacrilegio contra los intereses del partido comunista o un atentado, es decir, un me cago en la madre de fidel castro que no supo ponerle el condón correctamente a su marido a la hora buena.

Y es que hay una realidad coexistente desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, la libertad de expresión, la libertad de comunicación, la libertad de asociación y la libertad de pensamiento, entre otras muchas otras, fueron declaradas enemigas de la revolución castrista, condenadas al destierro y a la excomunión y sacrificadas en nombre de un régimen socialista que nos prohibió desde decir lo que creemos hasta comunicarnos con nuestras familias en el exterior que, por diferentes razones, emigraron a otras tierras con aire acondicionado, con sanguisis de jamón y queso en cada esquina de mi barrio, con teléfonos repletos de datos móviles y con una Internet a velocidad de fórmula uno.

Para el castrismo pensar con ideas propias es lo más grave que puede hacer un ser humano o cubano, dicho sea de paso. Yo digo que con las supuestas “aperturas” tras el fidelismo convertido en polvo, polvo eres y al polvo regresarás, a la dictadura se le fue de las manos el control del acceso a la verdad, verdad que ayudó, y esto es una realidad, a que muchos de nosotros abriéramos los ojos, ensancháramos las ideas y mandáramos a tomar por el trasero todo el adoctrinamiento de seremos como el che, yo amo a la revolución, fidel es faro y guía de los idiotas y se me subió la “mostaza”, que habíamos recibido desde que éramos chiquiticos y de mamey.

Y gran parte de las razones por las que los cubanos perdieran el miedo se debe al conocimiento, a la información, se debe al acceso a las redes sociales y a entender, de cerquita, los aires de libertad y los levantamientos mundiales contra los totalitarismos que circulan por Internet y que han derrocado a sangrientas dictaduras en varios países.

Porque es a eso justamente a lo que más le teme la dictadura castro-comunista, ese es el verdadero pánico que sienten y por el que imponen a la fuerza, una vez más, tantas restricciones para que los cubanos podamos comunicarnos entre nosotros y no apreciemos, en toda su dimensión, la belleza de un azul cielito lindo, los excelsos olores de un bistec con cebollitas o la cobardía de un tipejo como el che guevara suplicando que no lo mataran porque valía, según él, más vivo que muerto.

Por eso esto de ETECSA, es decir, la subida absurda, anti-popular, idiota, fascista y anti-cubana, del precio de todos sus servicios, sabiendo que la mayoría del pueblo cubano no los puede pagar, no es nada nuevo, es una regresión al principio de los «tiempos» donde hablar entre cubanos, conocer la inconformidad de muchos de nosotros por las medidas de fidel castro o escuchar música extranjera, eran tanto delito, eran una manifestaciones tan contrarrevolucionarias, como preguntar de dónde son los “cantantes”…

Ricardo Santiago.

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