Sí señor, muy cierto, todo lo que toca esta gente lo convierten en mierda, en porquería, en basura. Les da lo mismo una flor que el jardín del Edén, una casa que un edificio, las palomas mensajeras que internet, un calzoncillo que una partitura de Bach, un mitin que un homenaje, una lechuza que un ciempiés, la luz que los apagones, el cartero que las golondrinas y un hombre que una familia.
El castrismo no siente compasión por nada, tal parece que su misión en esta tierra es provocar destrucción, destrucción, destrucción y destruir hasta las ruinas de lo “ruinoso”.
Nunca se había visto, en toda la historia de la humanidad, nada tan bochornosamente apocalíptico como esa mal llamada revolución socialista de los hermanos Castro, una monstruosidad tan desconcertante que a su paso por la vida de todos los cubanos nos ha dejado una estela de desunión, separación, fajatiñas, rencores, odios, mordidas, arañazos y malas palabras tan, pero tan grande, que a veces, queriendo lo mismo, terminamos ofendiéndonos, lastimándonos y odiándonos.
La desunión o el enfrentamiento entre cubanos fueron orquestados por Fidel Castro desde el mismísimo 1 de Enero de 1959. Este manantial de maldades siempre supo que la mejor manera de controlar a todo un pueblo era enfrentando a unos contra otros, a amigos contra “enemigos”, a vecinos contra vecinos, a Vladimir contra Nixon, a hermanos contra hermanos, a hijos contra padres y hasta al señor contra el compañero.
La fórmula que utilizó este degenerado fue muy simple: el miedo. Sembró el pánico entre los cubanos demostrando públicamente que quien no estuviera de acuerdo con él o con la revolución, que a los efectos era la misma mierda, serían fusilados o irían a presidio en condiciones infrahumanas, abusivas y dantescas.
Con esos truenos el cubano se vio obligado a desconfiar hasta de su propia sombra. La nueva sociedad socialista fue diseñada sobre los gritos de paredón, paredón, paredón, sobre el terror de los campos de concentración UMAP, sobre las torturas sicológicas aplicadas por la propaganda comunista a toda una nación, sobre la invención de un enemigo externo “único” responsable del hambre y el sufrimiento de todos nosotros, por el adoctrinamiento a la fuerza del hombre “nuevo”, por los planes de estudios, las becas y el racionamiento, esa arma mortífera que tiene más de medio siglo y que nos tergiversó para siempre el concepto de vivir por el de sobrevivir.
La dictadura castrista nos racionó tanto los alimentos y la vida que terminó por racionarnos hasta la confianza.
Yo digo que Fidel Castro, Raúl Castro, demás participantes y cómplices del exterminio de la raza cubana no son asesinos en serie, son asesinos de masas.
Y digo exterminio de la raza cubana porque la transformación que ha sufrido Cuba, bajo la bota rusa de esta dictadura de maleantes y déspotas morbosos, ha sido sencillamente incuestionable, los cubanos cambiamos el don de la prosperidad, la buenaventura y la calma por el signo de la destrucción, la miseria, la envidia y la puñalada trapera.
Quien quiera entender cuanto digo sólo tiene que observar en qué se ha convertido mi país en estos últimos 58 años, pasar una a una las imágenes del derrumbe físico y moral que ha provocado el castrismo en nuestras ciudades, adentrarse en los barrios donde vive el cubano que no tiene esperanzas, palpar la tristeza de sus rostros, oler el aire que respira y preguntar en voz alta si a alguien le interesa la libertad o el respeto a los derechos humanos.
Pero el peor de los daños causados por esta falsa doctrina de los humildes y para los humildes sucede a nivel individual. El cubano género en su subconsciente a su propio represor, un Pepito Grillo con barbita y vestido de verde olivo que le dictaba todo el tiempo que lo mejor, para conservar la vida, era hacer silencio o hablar bajito, muy bajito.
Entonces nos volvimos desconfiados, recelosos, huraños, rojos por fuera y de cualquier otro color por dentro, artificialmente chistosos en un país donde la principal problemática no es ser gracioso si no caer en gracia porque las paredes, las piedras y los amigos tienen oídos para ver y lenguas pa’ delatar.
Hoy observamos y sentimos con dolor cómo la desunión que provocó el castrismo ha triunfado sobre todos nosotros, si, nos ha vencido, definitivamente nos ha dominado y es natural, la dictadura convirtió su estrategia de enfrentamiento en enfermedad y por ahora nos llevan la delantera.
Aun así estoy seguro que existe una cura, muy seguro.
Ricardo Santiago
Sólo arrastran consigo la hediondez que generan en su marcha siniestra por un mundo que los abortó y los rechazó desde su engendro.
El castrismo nació con el sello de la total ineptitud, de esa gente que se identifican con la torpeza y la nulidad.
El dividir lo asumieron e impusieron como su bandera en su afán por destruir todo los hermoso y valioso de la nación cubana.
Siempre los Castros conocieron algo que a ellos les faltó : LA UNIÓN FAMILIAR, y por ahí desplegaron toda su alevosía repulsiva y horrible.
Como expones amigo Ricardo Santiago, convirtieron a las personas en enemigas hasta de sus sombras. Ello a través del miedo, el chantaje, el terror, la muerte.
Ese fantasma castrista de la desconfianza sigue llenando espacios en nuestras vidas y hoy se ha convertido en el Apocalipsis de los cubanos.
La desunión seguirá marcando los rumbos en el exilio o en la Patria de Todos. LA CURA sólo es una UNIÓN