Que Dios me perdone pero es una perra, es una maldita perra, una perra vieja, insidiosa, odiosa, repugnante, mezquina y agachada. Es una perra obediente, muy obediente, entrenada, bien entrenada, que responde rauda y veloz a cualquier chasquido de los dedos de su amo, que obedece ciegamente la voz de mando de su dueño y salta al gaznate, dispuesta a matar, dispuesta a desprestigiar, ante cualquier amenaza a los de su clan, como si no existiera más verdad que la de su camada ni más mundo que el que está encerrado entre los oscuros pasadizos del odio, de la división, de las rencillas y del quítate tú pa’ ponerme yo que se promueven en el tenebroso rincón de un “rancho”.
Este personaje, al cual no quería dedicarle ni una sola palabra, primero por mujer, segundo por ser tan vieja como yo y tercero porque me provoca una repugnancia tremenda, la he pospuesto y pospuesto, tratando de apartarla de mi, aura tiñosa ponte en cruz, y apostando, grueso error, a que por su “experiencia”, por sus canas en todas partes, debía reaccionar en algún momento de su pérfida existencia y reconocer, como hacemos las personas de cierta edad cuando nos equivocamos, que lo mejor es rectificar a tiempo para no llevarnos al más allá esos terribles malos sabores que, por estúpidos, por guatacones, por anodinos y por arrastrados, vamos acumulando cuando apoyamos a quien no debemos, defendemos a quienes no tienen salvación e intentamos guarecernos, por cobardes y oportunistas, a la sombra de un cactus seco, ponzoñoso y repleto de savia podrida.
Pero, como dice mi amiga la cínica, hay sombras que matan, que te chupan la carne, los huesos y el alma, hasta dejarte como muñeco de rincones oscuros, que te convierten en la peor caricatura de tu realidad y te dejan para que les sirvas como carnada y como cortina de humo para tapar las aberraciones de quienes en realidad mueven los hilos del ultraje y, por si fuera poco, por si fuera como una burla a la razón humana, son los que se llevan el dinero, la fama y el poder.
A esta señora empecé a escucharla en sus inicios cuando abrió su canal de Youtube. Al principio, y debo ser honesto, tocaba temas de la vida real que me parecían interesantes y hasta agradables pero, como Dios los cría y el diablo los junta, un día apareció, y juro que no me explico cómo, incluida en el comité de defensa del mismísimo Alexander Otaola, un personaje siniestro del que he hablado otras veces y al cual hoy no quiero referirme, apoyando cada una de las aberraciones de ese fantoche y teniendo un protagonismo inusitado en cada “actividad” gráfica que sale del lugar donde, como dije anteriormente, el diablo los junta o el nido de la serpiente.
Mi paciencia para con este ser de las “emociones”, mejor dicho, para con este personaje venenoso, máximo exponente de la insensibilidad, de la deshonestidad y de la inmoralidad, reventó cuando publicó una “conversación vidiota”, entre ella y su “pastor”, intentando defender a Alexander Otaola de la “no” relación de este, o de su conocimiento de causa, con las acusaciones de pedofilia que marcan a dos de los empleados de este ex-candidato fracasado y, con ese tono mesurado de supuesta madre “auxiliadora”, quiso lavar la imagen de un tipejo que, cierto o falso, nada de lo que se diga, con respecto a esto, es creíble o no hasta que se pruebe lo contrario en una corte.
Yo digo que una acusación de pedofilia es un caso muy, pero que muy serio y no debe tomarse a la ligera, no tiene ni puede generar actitudes superficiales o de condescendencia pues siempre debe darse prioridad a la víctima y no al acusado, repito, hasta que no se demuestre lo contrario en un proceso judicial.
Por lo visto aquí esta “doñita” cometió el peor error que puede cometer un ser humano empático con los agredidos, se anticipó a poner el “parche” en un hueco que está dudoso, que no huele bien, que hiede pues no saber que uno de tus empleados tiene relaciones con un menor, en esta historia, es duro de creer, pero que otro, que forma parte de tu séquito, también tenga los mismos antecedentes, se pasa del absurdo y de la morbosa incredulidad.
Aquí tenemos que poner las neuronas de pensar por delante y, si es verdad que el diablo los junta, que se quemen todos en el mismísimo infierno por sinvergüenzas, delincuentes y abusadores.
Ricardo Santiago.