Bueno, qué más puedo decir de la falsa revolución castrista que ya no haya dicho miles de veces.
Yo siempre le digo a mis amigos que la “verdadera” verdad sobre el castrismo está en cada cubano, porque a pesar de que todos pasamos por los mismos tormentos, los mismos sufrimientos, las mismas vicisitudes, los mismos adoctrinamientos y la misma sed de venganza, digo, de justicia, cada uno tiene su propia historia que contar y es ahí, precisamente en esos millones de desgarros del alma nacional, donde es fácil, muy fácil, encontrar la naturaleza asesina, criminal, corrupta y déspota de la revolución del picadillo, del dictador fidel castro, de sus amiguitos casquivanos y de esa porquería destructiva, de socialismo de alcantarillas, que va a cumplir 60 años atorada en la garganta de una nación y su pueblo.
Por eso insisto en que sobre el castrismo, más que decir o contar, se ha vivido todo.
Yo estoy seguro que si juntamos las vivencias personales de cada cubano en esta “larga y amarga noche” que nos ha tocado vivir, a más de uno de nuestros interlocutores se le caerá la cara de vergüenza, las alas del corazón, las lágrimas de los ojos y se le quedará la boca abierta pues es muy difícil no estremecerse, asustarse, avergonzarse, entristecerse o sorprenderse ante el dolor de una madre por su hijo asesinado, secuestrado, fusilado, desaparecido o por cientos de miles de terribles historias igualmente desconcertantes, dolorosas y agónicas.
Y, en ese sentido, yo me pregunto: ¿Fue una revolución lo que realmente hizo fidel castro en Cuba?
A estas alturas de mi vida estoy convencido que no, que todo cuanto hizo ese “pillo pandillero”, desde Enero de 1959, fue imponer su mezquindad “caciquera”, adquirida en los potreros de Birán, a un país y a un pueblo que no tenían conciencia política de ningún tipo porque vivían una democracia muy joven e inexperta.
Pasa que con tanto cuento de revolución pa’quí y revolución pa’llá a los seres cubanos, y a otros seres humanos también, nos hicieron creer que éramos como los franceses asaltando la Bastilla y que el pueblo unido bla, bla, bla… con su bandera, y la “libertad” con una teta afuera, y la Marsellesa…, perdón, La Rumba de Papá Montero…, pero nada más alejado de la verdad pues la hiena alfa de la manada castrista, como animal depredador y traicionero, utilizó a su favor nuestro fervor bachatero, la poca seriedad que teníamos para detectar a un oportunista y a un ladrón y la mansa credulidad que exhalábamos al aplaudir y guataquear, gratuitamente, a un sujeto por el solo hecho de prometernos que convertiría a nuestra Isla querida en un paraíso cafeconlechero.
Pero, nada, desde el mismísimo principio de ese disparate “epopéyico”, los cubanos, en vez de ponernos a trabajar para producir lo que de verdad “llena” un refrigerador, nos lanzamos en hordas militantes a cumplir los caprichitos de un imbécil ególatra que confundía, así como si nada, multitud con obediencia, erección con patriotismo y promesas con producción pues el muy inepto, o el muy hijo de puta, convocaba al pueblo para satisfacer su maldita autosuficiencia con la firme convicción de que la adrenalina revolucionaria, elevada hasta el infinito y más allá por la histeria y paredón, paredón, paredón, transformaría el hambre en sueño, la sed en lujuria y la improductividad en una celestial sopita de pollo pa’ levantar a los «muertos».
Por eso afirmo, totalmente convencido, de que ese invento grosero de revolución que, y tenemos que ser honestos, aceptamos y permitimos un alto por ciento de nosotros, significó en realidad la más absurda involución que ha vivido un país en toda la historia de la humanidad.
Le ronca el pasaporte pero todo cuanto digo es cierto. El castrismo todo lo que toca lo destruye y lo estercoliza, nada a lo que esos incapaces le echan el ojo, las manos y las barrigas, con la intención de convertirlo en socialista, queda en pie, resulta productivo, rentable o simplemente adquiere un sentido práctico para aliviar las miles de necesidades que sufrimos los cubanos.
La tamaña obra destructiva de fidel castro y sus revolucionarios intestinales está ahí, plasmada en dolorosas imágenes que recorren a Cuba de un extremo a otro, desde la urbe apestosa y podrida hasta el rinconcito más alejado y menos pensado donde se sienta cualquier cubano a llorar su agonía.
El castro-comunismo nos arrebató el confort de la vida y nos obligó a vivir la más espantosa de las miserias. Eso se llama involución no revolución.
Continuará…
Ricardo Santiago.