Yo siempre he dicho que lo más enriquecedor, instructivo, humano e inteligente de la vida son las diferencias, es decir, las distintas “interpretaciones” que tenemos las personas de un mismo tema y que, además, somos capaces de defender desde la pasión, la soberbia, el dolor o la tristeza.
En el caso de Cuba mucho más cuando de revolución, gobierno o dictadura se trata pues los seres cubanos tenemos diferentes definiciones en dependencia de la cantidad de “latigazos” que hayamos recibido sobre nuestras espaldas o los “intereses” que intentemos cuidar pa’ que nos dejen entrar al país donde nacimos o no nos quiten lo baila’o.
En este sentido dice mi amiga la cínica que “revolución”, dictadura, o lo que sea, nunca tendrán el mismo significado para, por ejemplo, mariela castro con su comparsa de “mariquitas” revolucionarias, y los hijos de los dirigentes comunistas, que para los cubanos de a pie o, sencillamente, para quienes como ella se lanzaron a cruzar el Estrecho de La Florida, entre tiburones y olas gigantescas, desafiando la otra muerte para encontrar un aire “diferente” con que llenar los pulmones y otros órganos vitales.
Y es verdad, la visión que se tenga de la llamada “revolución cubana” pasa necesariamente por cómo se vivió, cómo se estudió, se comió, se tomó, se caminó, se vistió, se durmió, se trabajó, se gozó o se sufrió esa porquería de régimen “más amarguito que la vida misma…”. Así de simple, lo otro es puro cuento.
Para empezar yo no creo que fidel castro, alguna vez en su puñetera existencia, se propusiera realizar un proyecto social en Cuba que beneficiara a “los humildes” ni a la cabeza de un guanajo. El tiempo y la manipulación de la historia nos han “parido” una idea un tanto romántica del tema y muchos caen en la trampa diciendo que “la buena voluntad” del sujeto se torció por un exceso de idealismo y no sé cuantas tonterías más.
La “tragedia castrista” se inicia en Cuba el 26 de Julio de 1956 con uno de los actos terroristas más grandes en la historia de este continente, el asalto a un cuartel militar donde, como todo el mundo sabe, hubo numerosos muertos y heridos.
La sublevación en armas en la Sierra Maestra, los horrores cometidos por la “pandilla” comandada por fidel castro y la expansión del terror castrista a todo el país, posterior al 1 de Enero de 1959, demuestran que, entre muchas otras cosas, la “insurgencia” de castro era de todo menos un movimiento democrático luchando por la libertad de los seres cubanos.
Existe una vieja teoría de que a las dictaduras solo se les puede “tumbar” mediante la fuerza, es decir, con balas y cañones. Yo no estoy absolutamente convencido de ese concepto, pero desagraciadamente tampoco tengo bien definida cuál es la mejor manera de enfrentarse al flagelo del totalitarismo o a los regímenes oprobiosos que destruyen a pueblos enteros mediante represión, doctrinas de ordeno y mando, esclavitud de las ideas y el secuestro de la razón.
Pero bien, continuando con el tema, para mi fidel castro no fue otra cosa que un mal “político” formado en la Cuba de finales de los 40s y principios de los 50s del siglo pasado con todos sus componentes, “condimentos” e intereses. Un hombre ambicioso de poder que al propio Eduardo Chivas le provocaba rechazo y a quien no quería en las filas del Partido Ortodoxo.
Indiscutiblemente fue un discursante de “pico fino”, un orador “convencido” que encandilaba con su palabrería y sus promesas, las muchas promesas de esto y aquello con las cuales arrastró a miles, a millones de cubanos que, durante un tiempo largo lo apoyaron y lo siguieron sumidos en una somnolencia destructiva y encandilados con sus macabros, estúpidos, mentirosos, irrealizables y demagogos planes de convertir a Cuba en uno de los países más desarrollados del mundo.
Mi visión personal es que la llamada revolución castrista, porque no me gusta decir cubana, fue un acto anticonstitucional, antidemocrático y populista que se adueñó del poder en Cuba en Enero de 1959 y que no lo ha soltado durante más de 60 años, demostrando que no es más que una vulgar tiranía totalitaria.
Para mí todo cuanto hizo fidel castro en Cuba, y aquí incluyo “lo bueno lo hizo mal y lo malo lo hizo bien…”, estuvo encaminado a solidificar su poder, a satisfacer su ego enfermizo, a liberar su lado oscuro de “domador” de voluntades, de hombre fuerte y de dictador insensible que destruyó a un país entero y sumió a todo un pueblo en la miseria más absurda e irracional que, valga la redundancia, ojos humanos han visto.
Ricardo Santiago.